VIII. EL REGRESO DEL AZOTAMENTES

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Me despertaron los walkies, el mio y el de Max, sonando a la vez. Alguien hablaba del otro lado, pero, somnolienta, al principio no pude distinguir las palabras.

-Cierra el pico- dijo Max, y apagó el suyo -. Oye, T/n, dile que se calle. 

Señaló mi walkie. Me estiré para cogerlo, hasta que Mike repitió lo que había dicho:

-Código rojo. Esto es un código rojo.

Me quedé paralizada un segundo. Miré a Max, quien me hizo un gesto para que lo apagara. Pero yo cogí el walkie y respondí.

-Aquí T/n. ¿Qué ocurre?

-Joder - masculló Max, llevándose las manos a la cara.

-Ha pasado algo, algo malo. Nuestras vidas corren peligro. Venid a mi casa y os lo explicaremos todo. Cambio y corto.

Miré a las chicas. Ellas también lo habían oído.

-Tenemos que ir - dije.

Max suspiró y asintió con la cabeza.

-Pero como sea alguna especie de truco… - amenazó.

-"Código rojo". Eso, Max, nunca es una tontería.

Volvió a suspirar como respuesta, esta vez era más bien un resoplido cansado. Nos preparamos rápidamente, pero, por mucha prisa que tuviéramos, nos obligamos a desayunar antes de salir. El sol había salido, así que prescindimos de las bicis y fuimos en mi coche. Llegamos en menos de una hora después de la llamada de socorro.

Nos hicieron pasar al sótano. Lucas y Will estaban ya allí. Me senté al lado de mi hermano.

-¿Qué pasa? - pregunté.

Lo miraba a él, pero la pregunta era general. Todos se sentaron formando un círculo.

-Tengo que contaros algo - afirmó Will.

-¿Dónde está Dustin?

-No lo sabemos.

-Bueno. Pues se lo contaremos todo más tarde. Adelante, cuéntanos - pedí.

Él me miró. Buscó mi mano y yo se la dí. Le apreté la suya con fuerza, transmitiéndole fuerzas para lo que fuera que iba a confesar. Mi hermanito me necesitaba, y aquella era mi modo de decirle "estoy aquí".

-Pues, a ver. Es como una sensación que he tenido. Al principio no le di importancia, no sé. Creo que no quería creerlo. La primera vez que lo noté fue en El día de los muertos.

-Aquel día también se fue la luz - señaló Mike.

-Sí. Y luego volví a sentirlo al día siguiente, en el campo, cerca de la granja Nelson. Y otra vez ayer junto al Castillo Byers.

-¿Y qué es lo que sientes? - preguntó Max.

-¿Sabéis cuando… caes en picado en la montaña rusa? - todos menos Ce asentimos -. Es como… si todos los órganos de tu cuerpo se encogieran todos a la vez, pero… esto es peor. El cuerpo se enfría y no puedes respirar. Lo he sentido otras veces. Cuando él estaba cerca.

-¿Él? - repetí -. No, por favor, dime que no te refieres a lo que estoy pens…

-El Azotamentes.

-Joder, sí era lo que estaba pensando.

"Bolsas de hielo". "Le gusta el frío". Mi mente no paraba de repetírmelo una y otra vez.

-Yo cerré el portal - aseguró Ce.

-Sí, pero, ¿y si él no lo cruzó? ¿Y si le encerramos aquí con nosotros?

Las palabras de Will me estremecieron.

-¿Cómo? - susurré. Las palabras no salían con más fuerza de mi garganta.

Will agarró un papel y una pintura y empezó a garabatear.

-Este es él, en su totalidad - explicó -. Pero ese día en el campo, una parte de él se adhirió a mí - pasó su mano por el dibujo, manchándose la mano -. Mi madre me lo arrancó y Once cerró el portal - dio la vuelta al papel y posó su mano encima -. Pero, ¿y si la parte de él que estaba en mí, sigue dentro de este mundo? En Hawkins.

Apartó su mano. Su huella estaba impregnada en el blanco del papel.

-No lo entiendo - dijo Max -. Los Demoperros murieron cuando Ce cerró el portal. Si el cerebro muere, el cuerpo muere, lo dijisteis vosotros.

-No podemos arriesgarnos - intervino Mike -. Debemos suponer lo peor.

-Que el Azotamentes ha vuelto - terminé. 

-Sí - coincidió Will -. Y, en ese caso, querrá volver a adherirse a otra persona. A un nuevo yo.

-Un nuevo huésped… - dijo Lucas.

"Bolsas de hielo". "Le gusta el frío". "Sangre". "Heather". "Billy".

"Billy".

"Billy".

Mi mente empezó a repetir su nombre como una alarma.

-Billy - solté en voz alta.

-¿Qué?

Miré a Max y a Ce y, pese a que lo que estábamos hablando me ponía los pelos de punta, mis ojos se iluminaron con la esperanza de haber descubierto lo que ocurrió.

-El hielo no era para la fiebre de Heather, era para el Azotamentes. Le gusta el frío, ¡joder! ¡Lo sabía! - exclamé.

-¿De qué estás hablando?

Entre las tres, les explicamos a los chicos todo lo que había ocurrido el día anterior. Ellos asintieron.

-Pero eso no es cien por ciento seguro - dijo Max.

-Cierto - asentí -. ¿Cómo podríamos saberlo, entonces?

-No lo sé. ¿Billy está en la piscina, no? - Max asintió -. Deberíamos ir - propuso Mike.

Y todos estuvimos de acuerdo en que teníamos que comprobarlo. En el mejor de los casos, estábamos en lo correcto. En el peor de los casos, también estábamos en lo correcto. Y, aunque no, tampoco aquello sería bueno. Ninguna opción lo era.

-¿Habéis avisado a Dustin? - pregunté, mientras salíamos del sótano de Mike.

-No responde - indicó Lucas -. Lo hemos intentado varias veces.

Estaba ocupado con el tema de los rusos. No me parecía lo más importante en aquel momento, pero decidí no decir nada, cumpliendo la promesa que había hecho a mi amigo un par de días atrás. Fuesen rusos o monstruos de otra dimensión, volvíamos a estar en problemas por tercer año consecutivo. Dicen que a la tercera va la vencida; recé porque fuera cierto.

De todos modos, lo mirásemos por donde lo mirásemos, la vuelta del Azotamentes no traería nada bueno. Porque de eso no cabía duda. Había vuelto.








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Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersWhere stories live. Discover now