VIII. EL EXNOVIO

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Durante el trayecto al escondite de Eddie, tenía una sensación muy extraña. Estaba emocionada, aterrada, inquieta y muy nerviosa, todo a la vez. Tal era mi mezcla de emociones y la intensidad de estas, que tuve que pedir que detuvieran el coche para vomitar a mitad de camino.

No sabía que era peor: mi inminente reencuentro con Eddie, o la presencia de otra criatura misteriosa y mortal. El primero quedaría resuelto pronto, así que solo me quedaría preocuparme por Vecna, como lo habían llamado.

Desde luego, aquellas vacaciones no pintaban nada bien. Me tranquilicé pensando, erróneamente, que mi familia estaría bien, pero ni siquiera en Alaska o en California las aguas estarían tranquilas. Se avecinaba un tsunami gigante que arrasaría a su paso con todo y con todos.

-Llegamos - anunció Steve aparcando.

Me bajé del coche con el corazón acelerado. Suspiré mientras miraba el lugar y los alrededores. Un lago se extendía ante la casa, parecía un buen lugar para pasar el verano y, sin embargo, la casa se veía descuidada.

Caminaron hacia la puerta de una especie de cobertizo y la abrieron.

-Servicio a domicilio - dijo Dustin, levantando las bolsas con comida que le habían traído -. Y tenemos una sorpresa.

Mis amigos entraron y se apartaron de la puerta para dejarme entrar. "Sal de ahí, ya", me dijo mi instinto. Pero me mantuve firme ante la puerta. Por un momento me invadió el miedo: ¿y si realmente me odiaba, lo que me había temido durante años? No me preocupaba volver a enamorarme, amaba demasiado a Steve, pero, en cambio, me daba miedo cómo reaccionaría Eddie al verme entrar por aquella puerta.

Suspiré, me armé de valor y entré.

-¿Eds? - llamé.

Él miraba hacia Dustin y los demás. Cuando lo llamé de aquel modo especial en que, hasta entonces que yo supiera, solo yo lo había llamado, se giró hacia mí y, por primera vez desde hacía cuatro años, nuestros ojos se encontraron.

Había cambiado. Tenía el pelo más largo, y obviamente era mucho más alto, tenía una expresión más madura y, definitivamente, el hombre que volvía a mi vida distaba mucho de aquel chaval de 14 años que se había marchado de ella. Yo también había cambiado, claro, yo tampoco era una niña, ahora era una joven mujercita, y mi cuerpo se había moldeado como tal. No éramos aquellos chiquillos, no, pero reconocí la expresión en sus ojos oscuros. Ninguno de los dos era capaz de procesar lo que veía.

-¿T/n? - dijo al fin.

Sonreí. Mis pasos y mi corazón me llevaron a avanzar hacia él con mi característica efusividad para abrazarlo después de tanto tiempo, pero el recuerdo de lo que había hecho me cruzó la mente como un rayo justo antes de abrir los brazos, y lo primero que recibió Eddie de mi parte fue una bofetada.

-Uuuuh - soltaron mis amigos, y me asqueó el recuerdo del coro que formaban los secuaces de Angela.

-¿Qué…? - empezó él, llevándose la mano a la zona golpeada.

Entonces lo abracé. Él tardó un poco a reaccionar, sin duda trastornado por mis cambios de humor, pero finalmente respondió. Acariciando mi cabello, pegó mi cabeza contra su pecho, y pude oír su corazón acelerado, que se iba relajando y que volvía a acelerarse.

Nos separamos no sabría decir cuánto tiempo después, pero supuse que no demasiado porque ninguno de los otros cuatro había intervenido.

-¿Qué… qué haces aquí?

-Vine de visita y… aquí estamos, ¿no? - sonreí -. Cuánto tiempo.

-Casi cuatro años. He contado cada día. 1438.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα