XX. AL REVÉS

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Irónicamente, corrimos hasta llegar a la Roca del Cráneo del Mundo del Revés. Igual que en nuestro mundo, pero distinta de algún modo. Allí nos escondimos mientras los murciélagos pasaban de largo, quizá buscándonos, quizá no.

-Oh… joder. Por los pelos - susurró Robin.

-Sí, casi - dije.

Salimos de debajo. Al hacerlo, Steve perdió el equilibrio y se apoyó en la roca para no caerse.

-¡Steve! Joder - me acerqué a él, preocupada.

-Estoy bien, estoy bien - aseguró él para quitarle importancia.

-No, no estás bien, estás sangrando. Ven, siéntate, siéntate - le ayudé, aunque no se sentó del todo. Hizo un quejido y una mueca de dolor.

Puse mi mano sobre la suya y me obligué a apartarla para ver la herida. Contuve una mueca de horror al verla.

-Nance, ¿puedes darme algo con lo que vendar esto? - pedí.

-Claro.

Empezó a rasgar su chaqueta. Robin se acercó también.

-Vale, la buena noticia es que estoy segura de que el mareo no es un síntoma de la rabia - dijo -. Pero si empiezas a tener alucinaciones o espasmos musculares, o te sientes agresivo, si quieres pegarme o algo así, deberías decírmelo.

-Robin… - Steve hablaba con cierta dificultad, dolorido.

-¿Sí?

-Quiero darte un puñetazo.

Ella rio.

-Tienes sentido del humor. Es buena señal.

-Ten - Nancy me pasó el trozo de tela que acababa de arrancar.

-Gracias, Nance - cogí la venda improvisada y me giré hacia Steve. La puse sobre su estómago -. ¿Listo?

-Sí, hazlo.

Pegué la venda, que hizo un ruido asqueroso al entrar en contacto con las heridas, y le di una vuelta.

-¿Aprieta mucho?

-No, está bien.

-Vale. Lo bueno de esto es que nos van a quedar una cicatrices a juego de puta madre.

Steve resopló, algo que tanto podría haber sido una risa como un quejido de dolor. Empecé a atar la venda por delante. Concentrada en mi trabajo, no vi que él me observaba del mismo modo que yo lo había mirado a él en la barca: completamente enamorado.

-¿Me odias? - pregunté al fin, levantando mi mirada mientras acababa de atar las vendas. Por supuesto, él también me estaba mirando.

-Claro que no. Te amo.

-¿No estás enfadado?

-No. Si prefieres estar con Eddie, no seré yo quien lo impida, por mucho que me duela. Lo único que quiero es que seas feliz.

Sonreí. Era lo mismo que me había dicho Eddie en el embarcadero, y entonces lo entendí. Los dos me amaban del mismo modo, ese en el que estaban dispuestos a sacrificar su propia felicidad a cambio de la mía. Me dolía y me conmovía a partes iguales darme cuenta de que, pasase lo que pasase, los tendría a los dos para cualquier cosa y siempre podría contar con ellos.

Me acerqué con cuidado a sus labios y planté un beso rápido en ellos. Cuando me separé, Steve tiró de mí y juntó nuestras bocas de nuevo, esta vez por más tiempo, como si quisiera asegurarse de que mis labios le pertenecían solo a él.

-Lo siento por lo de antes. No volverá a pasar, lo prometo - me disculpé, mientras nuestras respiraciones aún se entremezclaban.

Puse mi mano sobre su pecho y la deslicé por ahí, acariciándole con las yemas de los dedos. Bajé mi mirada para ver el recorrido que hacían mis dedos, como si me estuviera concentrado en lo que hacía.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersWhere stories live. Discover now