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Al llegar a casa vi que mi padre no estaba en el salón, ni en la cocina. Por lo que pensé que tal vez habría salido a hacer algo.

Sin pensarlo dos veces me senté en el sofá del salón y encendí la televisión. Luna, que me había recibido con entusiasmo, se colocó justo al lado de mis pies. Pero yo la invité a subir al sofá junto a mí. Encendí la televisión y puse una de mis series favoritas. Me apetecía descansar, ya que las últimas semanas habían estado cargadas de emociones.

Mientras veía tranquilamente uno de los capítulos de la serie escuché un ruido en la habitación de mis padres. Primero pensé en que podría ser un ladrón, pero Luna no ladró. Entonces, supuse que era mi padre.

Me levanté y me acerqué a donde se había emitido el ruido. Cuando abrí vi a mi padre colocando bien la ropa en su armario.

-Hola- le saludé.

-Noa, no te he oído. ¿Hace cuanto has vuelto? - se acercó y dejo uno de sus besos en mi pelo.

-Hace unos 15 minutos, pensaba que no estabas en casa.

-Estaba organizando todo esto. ¿Te apetece que salgamos a cenar?

- ¿Los dos solos?

Él asintió. Y yo me alegré porque me gustaba mucho pasar tiempo a solas con él. La relación con mi padre era de las mejores que tenía en mi vida. A diferencia de mi madre, él sabía escuchar y ponerse en mi posición. Podía entender por lo que pasaba sin despreciar mis sentimientos.

Como aun llevaba el vestido que me había puesto para la graduación, subí mi habitación para cambiarme y ponerme algo más cómodo. Opté por una camiseta y un pantalón vaquero con algunos complementos. Mi padre mientras también se puso ropa más arreglada. Deje la comida de luna preparada para que cuando tuviese hambre comiese sin tener que esperar a que llegásemos.

Después, subimos al coche y fuimos en dirección al restaurante que mi padre había elegido para cenar. Cada vez que decidíamos salir juntos era él el que decidía los lugares, a no ser que yo tuviese alguna preferencia. Solíamos optar por ir a sitios nuevos para conocer nuevas cosas y no siempre ir a los mismos lugares.

En el camino mi padre puso música que nos gustaba a los dos. Y por ello estuvimos durante todo el camino cantando a pleno pulmón. La pasión por la música la había heredado de mi padre. Cuando era joven él había sido integrante de un grupo de música. En el grupo eran cinco chicos mi padre era el que tocaba la guitarra.

Tras unos quince minutos conduciendo llegamos a el restaurante elegido. Era un espacio al aire libre, con árboles decorados con luces, y las mesas alrededor. Además de que tenía zonas con arcos de plantas que también estaban decorados con luces de color dorado.

Nos sentamos en una mesa para dos y nos dio una carta con toda la comida que podíamos pedir. Cada uno de los platos tenía un nombre original. Por ejemplo, algunos eran nombres de flores y otros de árboles. Una de las camareras se acercó a nosotros y nos puso unos accesorios hechos con flores. A mí me pusieron una diadema y a mi padre un collar. Después llegó una segunda camarera a la que le pedimos la bebida y la comida que queríamos. Nos dio las gracias y después siguió atendiendo otras mesas.

-Ponte para la foto- me dijo mi padre.

Puse mi mejor cara para la foto que mi padre trataba de hacer profesionalmente.

-Preciosa- me dijo y sonreí- ¿y esa sonrisa? Deberías estar cansada de que te lo dijesen.

Asentí perdiendo poco a poco la sonrisa. Mi padre arrugó el ceño.

-Cuéntame- me pidió.

-Pues, no es que todo vaya bien. Dylan y yo estamos... estables.

-Estables- repitió.

-Discutimos hace unos días y las cosas no están como antes.

- ¿Qué pasó?

-Porque a veces solo piensa en él. Esta mal con lo de la universidad y no quiere hablar con nadie.

Él me miraba para que siguiese contando, para que fuese del todo sincera y me expresase abiertamente.

-No quiero que me deje papá. Se va a ir a Harvard, le han aceptado. Lo sé, aunque no me lo haya dicho.

Cogió mi mano y me empezó a acariciar.

-Si tiene que pasar, pasará, pero no lo fuerces porque solo servirá para romperlo más- miré sus ojos, eran igual que los míos- sigue con tu vida y no te frenes por nada ni por nadie. Porque si algo es para ti, tarde o temprano acabará siendo tuyo.

Asentí mientras una de mis lágrimas caía por mis mejillas. Él fue más rápido que yo y la limpió antes de que pudiese reaccionar.

-Puedes llorar, debes hacerlo. Tienes que contarlo, sentirlo, gritarlo, llorarlo, tienes que sacarlo fuera de ti. Porque ser fuerte también duele.

Las palabras de papá siempre eran las correctas. Tenía el poder de decir aquello que tú no podías, de decir las palabras exactas en el momento correcto. Y por eso siempre hablaba con él de lo que me pasaba. Porque nadie me conocía también, y nada ni nadie podía aconsejarme de la manera que él lo hacía. Para mí, desde que nací mi padre era mi héroe. Recuerdo que cuando era pequeña mi padre era mi ejemplo a seguir. En el colegio siempre contaba sus viajes y las experiencias que me contaba. Cuando me caía era el primero que llamaba para que me levantara del suelo. Y cuando me pasaba algo bueno era el primero que acudía para contarle lo que había pasado.

Sin duda siempre había tenido una conexión especial con él. Y sus abrazos hacían que mis días de tormenta se convirtieran en días soleados.

El Pijo De Al Lado #1Tahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon