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Noa Pov

La mañana del espectáculo desperté en mi cama con Dylan. Él estaba debajo de mí, así que supuse que había dormido sobre él toda la noche. ¿Cómo no le molestaba? Pesaba mucho como para estar allí tanto tiempo. Seguramente cuando se despertara diría que dolía mucho la espalda. Y todo por mi culpa.

Las cosas con él iban despacio pero no a paso de tortuga, simplemente a nuestro ritmo. Mis padres le conocían desde siempre y no resultó ser un problema que se quedase a dormir.

Al principio de la mañana ni me había acordado de que aquella tarde tenía que subir al escenario y cantar en frente de cientos de personas. Pero mi hermana me lo recordó cuando apareció arreglada en la cocina mientras desayunábamos. Ella tenía que estar allí antes para preparar los últimos detalles.

-Nos vemos esta tarde- nos dijo- no estéis nerviosos, va a salir genial.

Dylan y yo intercambiamos la mirada. Una de las canciones que teníamos que cantar era juntos. Y la habíamos practicado tanto que no sabíamos si al subir al escenario íbamos a disfrutarlo. Eran tantos los nervios que tomé mi teléfono y le mandé una foto a María dándole los buenos días y recordándole que teníamos que cantar juntas con vestidos de Papa Noel, que habíamos comprado días antes.

Aquel día fue inolvidable, a pesar de los nervios todo salió como esperábamos. Y pudimos recaudar mucho dinero para poder ayudar a María, y de esta forma hacer que se quedase definitivamente en California. Sus padres nos agradecieron todo el esfuerzo que habíamos puesto para ayudarles y por ello nos dejaron quedarnos a dormir en su casa la noche del baile.

Por la mañana estuve con Michelle haciendo algunas compras en el supermercado. Entre sus planes estaba el de mudarse a una casa con su novio, y empezar a tener a su propia familia. Era extraño, porque seguía recordando a mi hermana como la chica de 18 años que aquel día se fue a cumplir su sueño. No la imaginaba embarazada o con hijos. También me daba nostalgia pensar que se iría de nuevo, esta vez no tan lejos, pero no estaría en casa. Por otro lado la entiendo, nunca ha tenido una buena relación con mi madre, ya que sus ideas son bastante opuestas.

Cuando pasamos por la sección de chocolate mi hermana me tapo los ojos con mano.

-Te prohíbo mirar esta zona, tienes una adicción demasiado sería Noa Evans.

-No es una adicción.

-Lo es, el chocolate libera encefalina y eso le hace ser adictivo- me quitó la mano de los ojos.

-Déjame comprar solo un poco- le pedí poniendo mi mejor cara.

Mi hermana se dio por vencida y me dejo comprar un paquete de Reese's, unas chocolatinas de chocolate con leche rellenas de mantequilla de cacahuete, típicos de Estados Unidos.

Por la tarde antes de ponerme el vestido, Owen vino a peinarme y maquillarme. Él solía ser el que lo hacía porque mi mayor peinado era una trenza de tres de las sencillas, que aprendes a hacer cuando de pequeña hacer pulseras. En primer lugar, el peinado que me hizo fue un pequeño recogido con unos mechones y el pelo suelto y ondulado. Y por otro lado, el maquillaje era natural, con una sombra de ojos un poco más oscura que mi tono de piel y un efecto de foxy eye. Cuando terminó, se fue a seguir con las demás de mis amigas que le habían pedido ayuda. Él ya estaba arreglado e iba muy guapo.

Michelle subió a ayudarme con el vestido. Nadie, salvo ella y Owen, lo había visto. Era azul claro con un escote pronunciado y en forma de corazón, mientras que la falda constaba con algunos brillos en plata. Desde el primer momento en el que lo vi, me había gustado mucho y al probármelo tuve claro que debía ser el mío.

El Pijo De Al Lado #1Where stories live. Discover now