Luego de caer en la trampa de un enemigo, Xichen y Jiang Cheng se ven forzados a comprometerse en matrimonio para reparar el honor de Jiang Cheng y su secta. Sin embargo, aunque ambos han sido amigos desde niños, Xichen tiene un amor del pasado que...
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Advertencias: Gore, descripción gráfica de desmembramiento (Ni tan gráfica, pero no quiero herir susceptibilidades sin previo aviso)
Lan Qiren había vivido toda su infancia siendo estrictamente criado por su madre. Ella pertenecía a la facción más inflexible de los Lan. A pesar de las diferencias y de que el matrimonio entre sus padres fue una forma de intentar unir a las facciones de la secta, era consciente de que sus padres se amaban. Ambos complementaban los aspectos faltantes del otro. Mientras fue creciendo, lo entendió: Ambos eran parejas destinadas. Se decía que las parejas destinadas eran arreglos de los Dioses porque estas parejas debían cumplir una misión en el mundo humano. Pero los Lan, pensaban que las parejas destinadas eran almas que estaban unidas más allá de la vida y que compartirían ese lazo en todas sus vidas.
Aunque estricto en sus estudios, Qiren siempre tuvo la ilusión de encontrar a su pareja destinada. Hasta que Ruohan apareció en su vida, proponiéndole ir en contra de ese sueño, abandonarse a los deseos inexpertos que despertó en él y olvidarse de la pareja destinada. Las reglas ayudaban a regir la vida, dejarlas de lado traía caos y desgracia. Eso fue lo que pagó. Todo el caos de su vida fue tan solo por un error, por un instante de no respetar las reglas. Nunca debió permitir ningún avance de Wen Ruohan. Estaba seguro que el hombre seguiría siendo un psicópata, pero no se habría enseñado con su secta.
Si no hubiera permitido su avance, cuando Cangse apareciera, hubiera podido cortejarla sin volverla el objetivo del odio de Wen Ruohan. Incluso si no hubieran enlazados sus vidas, Cangse hubiera podido vivir feliz criando a sus pequeños. Fue ese instante en que accedió a su cortejo en que arruinó su vida entera y la vida de otros inocentes.
Pensó que, con vivir una vida recatada, ser útil a los objetivos de su secta. Criar a Xichen y Lan Zhan con firmeza, podría alcanzar cierta penitencia y paz. Pero, eso no parecía posible. Los errores había que pagarlos con lágrimas y sangre. Lamentablemente, no fue él único que derramó lágrimas y sangre. Había arrastrado con él a todos esos jóvenes cultivadores, los cuales habían tenido que ensuciar sus manos, asesinar humanos, tomar decisiones donde tenían que balancear la importancia de vidas humanas. Para Qiren, ninguno de esos chicos tenía la culpa de sus actos, porque el único culpable era Ruohan, el verdadero culpable que debía de pagar.
Su alma ya no podía ser inmaculada, su camino de ascenso hacia la inmortalidad estaba marcado por los errores. Entonces, si debía de ir al Inframundo, debía de llevarles justicia a Cangse, Wei Changze, Jiang Fengmian, su hermano y la joven madam Lan. No podía morir hasta asegurarles que sus hijos habían quedado en un mundo sin el odio de Ruohan. Solo así podría darles cara y podría seguir su camino de reencarnación.
Pero, ¿cómo vencer a alguien como Wen Ruohan? Era una persona astuta y maliciosa. Vio una luz de oportunidad cuando el joven Meng Yao se mostró como un espía a favor de su sobrino y el mundo de cultivo. Sabía que para lograr ser un espía seguramente el joven había conocido las maldades del mundo lo suficiente para aprender de ellas y poder replicarlas hasta crear un personaje perfecto ante Ruohan. Realmente, era alguien a quien Ruohan tendría a su lado, pues ese personaje adoraba a Ruohan, ponía su inteligencia y vida a sus manos a cambio de poco, era un omega por lo cual no representaba un peligro físico para el gran alfa que se creía Ruohan. Sin embargo, también sabía que para convertirse en un espía digno de la confianza de Ruohan, el joven tendría que sacrificar su propia humanidad. Lo lamentaba, le gustaría haberle evitado aquello. Pero, también lo admiraba, no cualquier persona podía lograrlo sin perderse así mismo.
