Capítulo 10

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El estrés recorría todo mi cuerpo, el cansancio me invadía a cada paso que daba. Las clases de baile me perturban cada vez más, y ni hablar de los preparativos del baile y mi atuendo. Que el vestido, que la decoración, que mi presentación entre más tonterías que no me importan en lo más mínimo.

Lo único que quería era tener un día libre, y poder dormir más de lo que me permiten, si tan solo pudiera hibernar como lo hace un oso. Que suerte tienen, vivir sin preocupaciones y sin tener que practicar estúpidos bailes.

Salí del castillo, frustrada, puesto que, aun me sentía torpe al momento de realizar los estúpidos pasos de baile. Madame Lixian intentaba enseñarme todo lo que podía, pero sin pareja no se puede aprender lo esperado ni poner en práctica lo aprendido de una forma exitosa. 

Era la tarde del domingo y todo estaba en suma calma, los pájaros cantaban y había una suave brisa que me acariciaba el rostro, mi nariz y mejillas rojas por el frío, no disfrutaban mucho de aquello, ya que solo esta parte de mi cuerpo estaba al descubierto, sufriendo de las brutales oleadas de la fría brisa. 

Me había prometido recorrer los jardines del castillo a profundidad, por lo que hoy decidí hacerlo, quería contemplar dichosos paisajes que, sin lugar a dudas, están llenos de colores, además, hay flores exóticas de Lótusz, debe ser interesante contemplarlas con mis propios ojos. 

Solo conocía la parte principal del castillo, era la que todos conocían puesto que el jardín era extenso, más de lo que pareciera. 

Rodeé el castillo, llegando a la parte trasera de este, junto a un jardín de diversos colores, seguí el sendero de grava en sumo silencio, disfrutando la calma. En este preciso momento estaba sola, me había escapado a hurtadillas de mis guardias, se suponía que debía estar en mi habitación, pero ¿Quiénes son para negarme a salir una tarde de domingo a contemplar los hermosos jardines que rodean el castillo? Nadie me impediría brindarme una tarde de libertad.

Mientras caminaba, vi como la brisa levantó unas pequeñas hojas y pétalos de rosa que se arremolinaron a mis pies, era tan hermoso que podría haber llorado de lo magnífico que era todo aquí. 

Luego de haber caminado casi diez minutos a paso tortuga, procurando disfrutar cada segundo que pasaba, divisé variadas cabañas, pero una en particular me llamó la atención. Esta cabaña estaba muy aislada, casi rozando las faldas del bosque. Me quedé parada viendo la pequeña cabaña, cuando la puerta de esta se abrió, una figura salió de la pequeña casa, acomodó unos pedazos de madera y empezó a cortar. Entrecerré los ojos para convencerme de que la persona que veía, la conocía, no tuve que esforzarme mucho, ya que esta alzó su cabeza dejando al descubierto su rostro, era Evan.

Me volteé para divisar que tan lejos estaba del castillo, claramente la distancia era inmensa, este lugar estaba muy apartado, dude si ir a ver a Evan, pero nadie estaba aquí, nadie sabría que la princesa estuvo aquí.

Me acerqué a paso veloz pero sigiloso hacia él, cuando ya estaba a un metro y medio de distancia me aclaré la garganta, sentí un calor recorrer por mi rostro y mi cuerpo entero, quitándome el frío que alguna vez llegué a sentir. Evan se volteó a verme, sus ojos color miel me sonreían al igual que sus labios rosados.

—Jen, hola — dejó el hacha a un lado, se acercó para estrecharme en sus brazos, por un segundo quedé paralizada sin saber que hacer, a lo que él se alejó incómodo, vi como un ligero rubor se asomaba por sus mejillas, se revolvió el cabello, desviando la mirada  — Esto...

—¿Cómo estás? — pregunté interrumpiendo la tensión que se estaba formando.

—Bien, ¿y tú? — contestó casi en un susurro.

Heredera Perdida [Completa]Where stories live. Discover now