Capítulo 24

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Escabullirme del castillo no fue tan difícil como creí, y llegar al bosque antes de la salida del sol fue extremadamente sencillo, lo único que lamentaba de esta trayectoria, es no haber traído a mi pequeño Eike, sin embargo, fue lo mejor que pude hacer. No arriesgaría la vida del pequeñín al traerlo aquí, me bastaba y sobraba con arriesgar mi vida, no me perdonaría jamás que algo malo le sucediera por mi culpa.

El bosque era espeso, estaba cargado de una magia muy poderosa, de vez en cuando, esta me abrumaba, obligándome a parar con mi viaje y tomar un descanso. 

Tras una larga y exhaustiva caminata, había llegado a un claro del bosque, yacía completamente sola atenta a cualquier sonido, sin embargo, no había ni una criatura, que se quisiera hacer visible, a mi alrededor. 

La blanca luz de la luna se colaba por las copas de los árboles, impactando en el claro donde yacía de pie para descansar de la caminata. Estaba tomando mi cantimplora para beber un poco de la refrescante agua que había tomado del rio a un kilómetro de aquí, cuando tras de mí una rama se rompió, me volteé alzando mi arco con una flecha a punto de ser disparada, pero al ver quien había provocado dicho ruido bajé el arco lentamente.

Ahí estaba mi abuela, su cabello estaba sujeto en una trenza de costado, como la última vez que la vi, una pequeña sonrisa se dibujaba en su arrugado y tierno rostro. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Qué hacía aquí?

Me llevé las manos a la boca, reprimiendo un sonoro sollozo, negué con la cabeza y entre balbuceos, repetía una y otra vez no puede ser, no puede ser. Me acerqué estrechándola entre mis brazos, descansando mi cabeza en su pecho, ella me acariciaba el cabello con ternura. No podía creer que estuviera aquí, abrazándome y reconfortándome. No quería soltarla, temía que, si lo hacía, desapareciera.

Segundos más tarde, con delicadeza, me apartó de su pecho, posó sus manos sobre mis hombros viéndome directamente a los ojos, su rostro se estiró lleno de seriedad, arrugué la frente sin comprender ese repentino cambio de expresión.

—Vete de aquí, ahora.

Sus palabras fueron tan frías que pudieron ser perfectas cuchillas atacando mis oídos, y a su vez, mi corazón ahora herido. 

Abrí la boca para hablar, no podía alejarme así ahora que estaba con ella, que estábamos juntas, no podía desperdiciar este momento tan valioso, tenía tantas preguntas que necesitaban respuestas.

—Abuela...

Mis palabras se detuvieron, ya que, un manto negro pasó sobre nuestras cabezas, posicionándose ahí, obstruyendo la luz nocturna. Alcé la vista para ver de qué se trataba, grave error, cuervos bajaron en picada sobre mí, por instinto, levanté mis brazos sobre mi cabeza para protegerme. Los cuervos nos rodearon, sus desgarradores gritos se escucharon por el antes silencioso bosque, me estaban enloqueciendo, no quería seguir escuchándolos gritar, me volvería loca.

Cuando creí que mis oídos sangrarían, un silencio sepulcral cubrió todo a mi alrededor, sin embargo, los cuervos seguían teniéndonos rodeadas, algunos descansaban en el suelo, otros en las ramas de los árboles y, algunos, volaban en círculos sobre mi cabeza, atormentándome con las sombras que se reflejaban a mis pies, como si fuera una advertencia de que en cualquier momento, bajarían a enterrarme sus picos sobre mi cuerpo.

Observé a mi abuela, que miraba en dirección de los árboles, donde la oscuridad comenzaba a ser infinita en todo el bosque, buscaba una salida.

Unos ojos brillantes y rojos como la sangre se asomaron entre las sombras de la oscura cortina de árboles. Una sonrisa torcida y filosa como una daga recién afilada, brilló en la oscuridad, por instinto retrocedí, al acto, el dueño de dichos ojos inyectados de sangre y sonrisa filosa, salió a la vista, dejando que una franja de la luz de la luna lo iluminase. Observé a la oscura figura, la piel se me puso de gallina y al acto el vello se me erizo, a tal punto de que me causaba dolor.

Heredera Perdida [Completa]Where stories live. Discover now