Capítulo 9

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Una semana llevaba aquí, una semana sobreviviendo a nuevas cosas, haciendo espacio en mi cerebro para que pudiera grabar y encajar nuevas costumbres, historias, entre otras cosas que se estaban volviendo tediosas. Creí que se iba a tornar todo de color rosa, en algún momento, que ilusa y equivocada estaba. Las clases se tornaron más pesadas y las profesoras aún más exigentes y desagradables. 

En danza, ya no sentía mis pies, tenía que practicar tres horas diarias, solo tenía descanso los domingos. ¿Saben cuántas horas he practicado desde que llegué aquí? ¡Demasiado, es como si fuera un siglo!

Respecto a la historia de Lótusz, Madame Weaslyeixs me ordenó estudiar por mi cuenta cuando no me esté dando clases, me dio varios volúmenes sobre la historia del reino, si no estudiaba lo que me enviaba me golpeaba con una varilla en las manos. La primera vez que me golpeó con una por no haber leído un volumen, el cual olvidé en la biblioteca, le arrebaté la varilla, la partí en dos y la tiré a sus pies. Me costó con más lecturas, y exámenes orales a diario. Por lo menos, esta tortura acabaría dentro de unas semanas, algo es algo.

Y las encantadoras clases de cómo comportarme como una princesa. ¡Bah! Pura mierda. Estaba cansada de que Madame Christiens me corrigiera en todo momento. Me corregía el cómo hablar, comer, saludar a mis padres, e incluso me estaba enseñando a "ser una buena esposa". Como si quisiera casarme.

Varias veces le dije que no se esforzara demasiado en enseñarme a ser una "buena esposa", con la esperanza de que dejara eso de lado, pero no dio resultado.

Respecto a aprender sobre la magia, mi madre dijo que la hija del hechicero real me enseñará sobre ella, lo básico. Más que nada me enseñaría las criaturas de los bosques, y de algunos brebajes que debería evitar, o cómo reconocer las maldiciones. Todo esto para protegerme del hermano de mi padre. Nunca me han dicho su nombre, ni donde está, pero si no me lo dicen lo descubriré por mi misma, ya no soporto que me oculten cosas. 

Quería aprender a defenderme, saber manejar un arco, una daga o una espada, lo que sea, nunca está de más. Cuando se lo dije a mis padres, objetaron antes de que diera una justificación del porque quería aprender aquellos métodos de defensa, me negaron aprender a manejar un arma ya que "una princesa no maneja armas, para eso tiene guardias para que la protejan", esas fueron las bellas palabras de mi madre. Después de refunfuñar ante ellos, objetar y enojarme, me propusieron que podía aprender a montar a caballo y tener uno propio, esto sería a cambio de aprender a manejar armas, era una especie de trueque para que se me quitara la idea de la cabeza. La idea no se me va a quitar de la cabeza, si no me van a enseñar a defenderme, lo haré yo sola, de una u otra forma.

Iba junto a George a las caballerizas, me iban a enseñar a montar y tendría un caballo. Estaba algo emocionada, porque jamás en mi vida he cabalgado, a pesar de que adoro los caballos y en mi vida pasada, o tal vez futura, tenía el dinero suficiente para tomar clases y tener un caballo. Mis "padres" decían que no iban a desperdiciar dinero en ello.

Traía unos pantalones color café, con unas botas del mismo color que me llegaban un poco más arriba del tobillo, también traía una camisa celeste que dejaba al descubierto una pequeña parte de mi abdomen y una capa del mismo color, traía la capucha puesta ya que hacía algo de frío hoy, el viento estaba fresco. 

Al llegar a las caballerizas, un chico alto y pelirrojo, estaba sacando un caballo blanco, era hermoso. Lo traía sujeto de la rienda, la silla de montar estaba puesta. Me acerqué despacio, acaricié su lizo pelaje del color de la luna, relinchó, pero luego me dejó acariciarlo nuevamente.

—¿Está seguro, príncipe, que su hermana quiere esta yegua? — preguntó.

—Si — respondí — Es una yegua preciosa.

Heredera Perdida [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora