Capítulo 35

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Esa misma noche Rex se fue, Louis seguía trabajando en el castillo, sin embargo, ya no era mi guardia personal, trabajaba en el cuidado del castillo por las noches. Las nuevas guardias personales que tenía, eran un tanto agradables, ya que eran gemelas; Tania y Liza, ambas pelirrojas de ojos color esmeralda. No les he depositado mi confianza porque no se la merecen aún, sin embargo, cuando he estado sola, han sabido sacarme más de una sonrisa.

Agradecía que Dmitrei y Odilia aún no tuvieran el descaro de acercarse a mí, o siquiera hablarme. Sin embargo, mi madre había permanecido junto a mí, aseguró que ahora pasaría más tiempo conmigo, ya que no resistía la idea de volver a perderme. Por otro lado, George había recurrido a por mí ayuda, ya que madre y padre le estaban exigiendo que encuentre una pareja pronto, puesto que todas las pretendientes que le había cedido nuestra madre, este las rechazaba. Decía que todas eran princesitas quejosas, malcriadas e insoportables, como los clones de Odilia, simplemente, me compadecía de él. Mi padre no se quedaba atrás, intentaba mantener una relación normal padre e hija, sin embargo, no dejaba de recordarme que sería reina, que Dmitrei sería mi rey y que debía intentar mantener la compostura, claro, todo esto lo decía con una delicadeza que jamás había oído escapar de sus labios, algo que me tranquilizaba, después de todo, mi padre ya me apreciaba y trataba como un padre a una hija.

Eike estaba mejorando de a poco, a pesar de que a veces lloraba porque intentaba volar y no podía, se veía feliz cuando lo sacaba a cabalgar, cuando el viento golpeaba contra su pequeño rostro, este cerraba los ojos disfrutando de la brisa que le brindaba un poco de felicidad, ya que, de cierta forma, es como si estuviera volando.

—¿Jen? ¿Habéis oído lo que os he dicho? — preguntó Amatista clavando su mirada violeta en mí.

Traía un vestido azul intenso con encajes blancos en la falda, su corsé era de un azul más tenue con diseños blancos. Su capa era blanca, casi color crema. A veces creía que la belleza de Amatista era sobrenatural, es más, me atrevía a imaginar que podía ser una diosa arrojada al mundo de los mortales por un pecado horrible que haya cometido en el olimpo, por ello fue expulsada por este. Vaya historia.

Estábamos en un gran salón donde Amatista practicaba magia, manejaba sus poderes aquí mismo. Nadie se atrevía a venir cuando Amatista cruzaba el umbral de estas grandes puertas, menos los guardias, no había señales de ellos ni siquiera postrados fuera de la puerta, ni siquiera porque estaba yo aquí. ¡Gracias a Trista!

Desde aquella vez que exploté cuando se quisieron llevar a Evan, solté una magia potente que Amatista no pudo ignorar. Esa noche en la que fue a mi habitación y hablamos luego de tanto tiempo, me pidió que a la mañana siguiente desayunáramos juntas, con la intención de que le contara si había tenido algún episodio donde mis poderes, así los llamaba ella, se hubieran liberado antes, desde mi llegada. Recordando bien, el primer episodio que tuve fue cuando Dmitrei intentó... bueno, lo que pasó en el bosque. Y el segundo episodio fue cuando nos atacaron los Rajous, el tercero fue cuando escapé de las celdas y el ultimo, cuando me reencontré con Evan.

—Curioso — dijo Amatista — Tienes una magia muy poderosa dentro de ti Jenara. Nunca antes habéis experimentado tal poder, ya que yacías en una época en la que no podías liberar todo eso, porque la magia está estancada, incluso me atrevería a decir que muerta, pero ahora estás acá y debes saber controlarla, o el próximo episodio que tengas puede matarte a ti y a los que te rodean.

Luego de la explicación de Amatista, dijo que me enseñaría a manejar mis poderes, y no aceptaría un no por respuesta. Su entrenamiento no solo consistiría en que aprenda a manejar mis poderes, si no, a que aprenda a utilizarlos como un mecanismo de defensa, para así, defenderme del hechicero oscuro, Hew. 

Heredera Perdida [Completa]Where stories live. Discover now