Capítulo 7

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Evan abrió tanto los ojos que la sorpresa lo inundaba como una ola gigantesca de agua, a su vez, intentaba ocultar el enojo que salía de ellos, pero no pudo. ¿Por qué George no dice nada? ¿Por qué deja que se lo lleven? No podía soportar ver como se lo llevaban a rastras, Evan no objetaba, al fin y al cabo, estoy segura de que si lo hacía, le iría peor.

Miré a George, que veía como se lo llevaban sin inmutarse ante la escena, decidida troté tras los guardias, pero el maldito vestido y el corsé que me estaba partiendo las costillas, no me facilitaba mucho el trote, me lo impedía.

—¡Guardias! ¡Esperen! — grité para que pudieran oírme. Ambos se voltearon — ¿A dónde lo llevan? 

—Mi lady, no os preocupéis de ello, este vago recibirá su castigo cuanto antes por haber estropeado vuestro vestido.

—¿Estropeado? Si solo se mojó un poco, es solo agua— aclaré, sonriendo un poco, pero a los guardias no les causó gracia.

Al parecer Evan me reconoció porque me vio un tanto sorprendido y avergonzado, intentó ocultar su rubor alejando su rostro de mi campo visual.

—Merece su castigo, diez azotes por una infracción, órdenes del rey.

—Jenara, vámonos — suplicó George mientras posaba su mano en mi hombro.

—No me iré a ninguna parte. Déjenlo — los guardias me miraron de arriba abajo, como si tuviera dos cabezas o un tercer brazo — Sé que acabo de llegar, y que es muy mal visto de mi parte dar órdenes, pero este chico tiene derechos, déjenlo.

—Príncipe George — dijo con fastidio uno de los guardias — Dígale a su hermana cuáles son las reglas.

Miré interrogante a George para que explicara de una vez por todas dichas reglas, era absurdo todo esto.

Si iba a permanecer aquí, no iba a dejar que azoten a quien sea por el simple hecho de haber derramado un poco de agua en un simple pedazo de tela, bueno, el vestido era de una tela exquisita y refinada, pero ¿Qué más da? Estoy segura que en mi guardarropa deben haber más vestidos y mejores que este, así que no afectaba en nada que este vestido se mojara. Como si me importara que estuviera mojado.

George se aclaró la garganta para poder darme una explicación.

—El rey dictó reglas para los empleados, cinco azotes por una infracción menor, y diez por alguna infracción como la que acaba de cometer este muchacho. Perdón, Jenara.

Los guardias al ver que ya entendí, siguieron con su marcha, me quedé plantada por unos segundos ahí. Escuché a lo lejos como sonó un primer azote, luego otro, y otro... sin más eché a correr.

Los sonidos venían de una pequeña caseta, abrí la puerta y entre, lo que iba a hacer a continuación, era una gran imprudencia de mi parte, pero eso no me importaba ahora.

El guardia alzó el látigo, no lo descargó en la espalda de Evan, si no en mi muñeca. Sentí un gran ardor que recorrió su camino hasta el codo de mi brazo e incluso más allá, aquel dolor no me impidió arrebatarle el látigo de las manos. El látigo tenía filas de púas, las cuales se me clavaron en la muñeca izquierda y en la mano por haberlo cogido, empezó a sangrar en el acto.

Al ver lo que había hecho el guardia, empezó a balbucear, pedía disculpas una y otra vez, sabía que estaba en problemas por haberme golpeado, no solo por ser cualquier persona, sino porque soy la princesa. Ser princesa tenía sus privilegios, injustos, pero los tenía.

Desde el umbral de la puerta me vio George, reprimió un grito al ver el látigo en mi mano junto a mi muñeca sangrar, detrás de mi hermano aparecieron los otros dos guardias. Le dije a los guardias que se podían retirar y les advertí que no le dijeran nada a nadie, así el rey y reina no se enterarían de nada y mucho menos harían un escándalo. Sin más, salieron de la caseta, dejándome sola con George y Evan, que aún estaba de rodillas, a espaldas de mí.

Heredera Perdida [Completa]Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora