Capítulo 33

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En los valles oscuros, donde la escarcha de la nieve nunca se evapora, dando la sensación de frío hacia cualquiera que estuviera merodeando por esos prados. Donde las ramas de los árboles parecen gigantescas garras dispuestas a cortar carne y llenarse de abundante y carmesí sangre. Donde la magia oscura fluye tan fuerte que podría matar a quien le demuestre miedo. Donde se dice que las personas morían por desafiar una magia tan poderosa que te podía volver loco en menos de un segundo, ahí yacía una cabaña en ruinas. A simple vista se vería deshabitada, como si ni un alma se atreviese a aventurarse por ahí, pero si existía alguien que residía ahí, Hew Hoz.

Había huido del castillo con la intención de poder ser el primer príncipe diestro en la magia y futuro rey más poderoso de la historia, esos eran sus planes. Pasaron años sin saber de él, años en los que se preparó para que una noche de tormenta, se apareciera nuevamente en el salón del trono, encontrando a su padre y hermano en este. 

Billius, el rey de Lótusz, permanecía sentado en su trono, atento al discurso que realizaba su primogénito, Harald, era su orgullo. 

Al levantar la vista, vio a su otro hijo, su decepción, Hew. Pareciera que había envejecido el doble, se veía incluso aún mayor que su padre. Sus ojos, que alguna vez fueron celestes, se habían convertido en un color grisáceo, con el paso de los años, estos se tornaron negros, como los oscuros hechizos que realizaba. Su cabello estaba muchísimo más debajo de sus hombros, a lo que le acompañaba una gruesa barba. Sus ropas eran de una túnica oscura y, con orgullo, sostenía un cetro donde un rubí, que cambiaba a colores oscuros, decoraba el centro de este. Un cuervo lo acompañaba sobre su hombro, el ave gritó.

—Padre, espero que hayáis esperado mi llegada — una hilera de dientes amarillentos le sonrió al rey.

—¿Qué haces aquí, Hew? ¿Qué pretendes muchacho? — rugió el rey, levantándose de su trono.

—Solo quiero lo que me corresponde — su sonrisa se intensificó — El trono.

El rey no pudo reír más fuerte, como si un gran y viejo oso se riera de un chiste mal contado. Lo que decía su hijo menor era un completo disparate, el trono no le correspondía, y eso él lo sabía mejor que nadie.

—Vete Hew, no te queremos aquí ¡Por vuestra culpa provocaste que tu madre muriera de tristeza!

—Los sentimientos son una debilidad que te impide conseguir el éxito. No es mi culpa que madre haya sido tan débil.

La cara del rey se desfiguró, no podía creer que su propio hijo hablara así de su madre, de la mujer que le dio la vida y murió por él, la mujer que le rogó a Billius que sí, volvía Hew, le perdonase la vida por haberlo amenazado públicamente ¿Cómo se atrevía a culpar a su madre si la culpa era suya? Hew tenía la culpa.

—¡Largo de aquí! —gritó el rey —¡Fuera!

Hew solo logró sonreír aún más, golpeó su cetro contra el suelo, haciendo que un humo rojizo se levantase alrededor de él. Harald desenvainó su espada, si debía pelear contra su hermano por defender a su padre y a la corona, lo haría sin pensarlo dos veces.

Hew estaba demente, cegado por el poder y la codicia, si el reino caía en sus manos, sería un reinado de sombras y dolor, Harald no permitiría eso.

—¿Me cederá el trono, padre?

—¡Eso jamás! ¡Sobre mi cadáver!

—Uhm... — Hew ladeó la cabeza —Será una lástima.

Hew alzó el cetro, musitó una palabra horrenda, una palabra que un mortal no debería saber, y así fue como apuntó con el rubí a su padre. Una lluvia de dagas voló hacia Billius, clavándose en su garganta. El rey luchó intentando quitarse las dagas que lo hacían desangrarse, pero fue completamente inútil, el rey había muerto.

Heredera Perdida [Completa]Unde poveștirile trăiesc. Descoperă acum