Capítulo 36

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—Se dice que a Trista no le fue fácil controlar sus poderes, son muy fuertes, y ella debía nivelar el poder con ella, así nadie saldría herido. — habló Amatista mientras caminaba de un lado a otro en el salón — Vamos, ya lo tienes.

Solté un gran suspiro, cerré los ojos y visualicé el fuego en mis manos, haciéndolo más cercano, intentando familiarizarme nuevamente con el calor de las llamas que brotaban de la palma de mis manos. Flexionaba las muñecas, adentro y afuera, una y otra vez, provocando que los huesos de estas sonarán con cada movimiento, ignorando que una de las peores heridas y cicatrices que tenía estaba en una de mis muñecas.

Pensé en el día que escapé del agujero donde había estado cautiva por semanas. Recordé el sonido del látigo impactando mi piel, sintiendo como esta se abría lentamente, capa por capa, dándole la bienvenida a grandes cascadas de sangre. Recordé el dolor que sentí en ese sueño con Hew, el dolor e ira que sentí al ver la ilusión de Eike muerto. Recordé todo lo que me hizo estallar en llantos, gritos, náuseas y dolores de cabeza. Solo recordé.

El calor volvió, se apoderó de todo mi cuerpo, provocando que el gran calor que sentía, no se volviera insoportable. Un rio de fuego corría por mis venas hasta impactar en mis manos, grandes llamas de color rojo vivo, naranjo y amarillo, flameaban con furia, deseosas de quemar todo a su paso.

—Esto es muy...

—Fuerte — contestó Amatista — Calma la llama, Jenara, o saldrás lastimada

Cerré los ojos con desesperación, e intenté disminuir las llamas, pero cuando abrí los ojos, las vi más grandes, esta vez flameaban con furia. Se mecían en mis manos, amenazantes, no podía disminuir ni mucho menos desaparecerlas.

—¡No puedo! — hablé con desesperación.

—Tranquila, cálmate. Si no te calmas te harás daño y...

Con un grito, hice un puño mis manos, las abrí, para luego dirigirlas hacia la mesa que tenía distintas espadas. El fuego salió disparado, fundiendo y calcinando todo a su paso. Amatista reaccionó y, lanzando un hechizo violeta, que luego se volvió una esfera alrededor de mi fuego, lo calmó todo.

De repente me sentí débil, el fuego se había esfumado, así como mis fuerzas, inevitablemente, caí al suelo de rodillas.

Mi frente y nuca estaban impregnadas de sudor, respiraba agitadamente y el aire me faltaba, no podía respirar, no me sentía bien. Me llevé la mano al pecho mientras apretaba mi collar, no podía respirar.

La voz de Amatista se oía completamente amortiguada, como si estuviera bajo las profundidades del océano, y ella en la superficie.

Un destello violeta me envolvió, e hizo que volviera a la realidad, sin embargo, el cansancio y debilidad que sentía, junto a la falta insoportable de aire que tenía, seguían presentes. La hechicera me hizo beber un gran vaso de agua, que acabé en menos de cinco segundos, me sentía deshidratada. Me ayudó a levantarme del suelo, llevándome al balcón para que pudiera tomar aire. Respiré con entusiasmo y desesperación el aire fresco que ahogaba mis pulmones.

—¿Qué..., fue eso? — pregunté entrecortadamente.

—Lo siento — habló Amatista mientras se masajeaba la frente, con evidente frustración — Tuve que suprimir tu poder, por eso estás así, débil y agotada, yo...

—Si suprimen mi poder, ¿me sentiré así? — la hechicera soltó un suspiro.

—¿Qué tan mal te sientes en una escala del uno al diez?

—¿Se puede decir un millón?

Amatista sonrió un poco por mi pequeña broma, pero negó con la cabeza. Me dio la espalda, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para hablar y explicar qué había sucedido.

Heredera Perdida [Completa]Where stories live. Discover now