Capítulo 30

270 49 55
                                    

El sonido de mis tripas suplicando alimento me despertaron. Al abrir los ojos, vi a mi pequeño Eike frente a mí, estaba hecho un ovillo y tiritando. En esta maldita celda hace mucho frío, si no morimos de hambre, moriremos de frío.

Estiré los brazos y tomé a Eike, lo apoyé contra mi pecho para que pudiera entrar en calor lo más rápido posible. En el momento en que lo aferré a mi pecho, un calor inundó todo mi cuerpo, el calor se concentró en mi pecho y manos, Eike se removió apegándose más a mí, no soportaba más esto, necesito salir de aquí.

Dejé a Eike sobre el piso, se hizo un ovillo tratando de recuperar calor. Se removió en el suelo chillando, un chillido débil.

—Shh pequeño — dije acariciando su bello pelaje — Buscaré una forma de salir de aquí.

Revisé nuevamente con la mirada la pequeña habitación, pero nada, absolutamente nada. Frustrada abracé mis rodillas y hundí la cabeza en ellas, cuando escuché la cerradura abrirse acompañada de pasos, no me molesté en alzar la cabeza cuando una presencia entró a la habitación y cerró la puerta de una patada, haciendo que esta soltara un sonoro ruido, no me inmuté, no me apetecía verle su asquerosa y traidora cara.

Pasos en mi dirección se oyeron, luego se agachó a mi lado, me quedé viendo su mano que estaba decorada con una piedra preciosa, un anillo, solté una risa incrédula ante lo que veía, no podía creer su traición, pero ese anillo me lo confirmaba.

—No puedo creer que seas capaz de llevar ese anillo, manchas el apellido de tu familia.

—Sabes que no me importa, princesa.

Apreté la mandíbula, ignorando el iracundo dolor que me ocasiona el apretar mis dientes uno contra otros, haciéndolos rechinar por la ira.

Enfurecerme no serviría de nada, estábamos solas, ni Dmitrei ni Odilia estaban aquí, era mi oportunidad de hacerle entrar en razón, era mi oportunidad de poder conseguir mi libertad.

—No sigas con ellos, por favor. — una carcajada brotó de sus labios.

Levanté la vista para observar su rostro, la burla danzaba en sus ojos grises, mientras mechones castaños rebeldes de su cabello, decoraban sus ojos alegres por la burla hacia mí.

—¡Por favor, Leda! ¿Crees que Amatista estaría feliz de saber que tuviste que ver con esto? ¿Crees que estaría feliz? — soltó un bufido.

—No me importa. A esa perra no le importa nada más que ella y sus malditos poderes — con la punta de su bota empezó a patear pequeñas piedras del suelo.

No entendía porque hacía esto, debía saberlo, y no lo sabría si no preguntaba. Escogí con cuidado mis palabras antes de decirlas.

—¿Por qué haces esto, Leda? ¿Qué conseguirás con esto? ¡Confié en ti, Leda. Eras mi amiga! —esta se encogió de hombros, sin importarle lo que acababa de decir ¿Acaso podía ser más cruel? —Lo peor, es que decidiste inculpar a Rex de una forma tan descarada —dije, recordando la noche en que esta se presentó para decirme que tuviera cuidado con Rex.

Leda rodó los ojos y musitó algo inaudible para mi, luego soltó una risa y se frotó la barbilla, acto seguido se acuclilló frente a mí, despejó un mechón de mi cabello que tapaba parte de mi cara, y lo puso tras de mi oreja, con delicadeza, un sonoro suspiro escapó de sus labios.

—Eres hermosa, Jen — musitó —Lastima que tu belleza se acabará tan pronto como tu vida, una vez que él te reciba.

Fruncí el ceño sin saber a qué se refería, sin molestarse a explicarme, se levantó y se sentó en la silla donde acostumbraba estar Dmitrei. De su bolsillo, sacó una brillante y roja manzana color carmesí, como si fuera pintada con sangre, esta le dio un gran y sonoro mordisco, masticó y tragó.

Heredera Perdida [Completa]Where stories live. Discover now