二十二

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Esa mañana, Zheng Guo todavía dormía profundamente; la noche anterior, el Inmortal Dong Bin celebró un banquete en su Villa por la unión de su única hija con el Segundo Príncipe Heredero del Reino de la Dicha Pura. Una pequeña golondrina trinó alrededor del lecho donde se encontraba esperando despertarlo, sin mucho resultado, la avecilla picoteó su brazo y el qilin que también había abierto los ojos, le quitó el edredón de seda tirándolo al piso.

─ ¿Qué sucede? ─se levantó para que ambas criaturas dejaran de hacer escándalo. Al ver a la golondrina, alzó su mano invitándola a posarse en sus dedos─. Dime, ¿cómo está el polluelo?

La golondrina le contó que Taehyung estaba bien, pero a veces parecía decaído a pesar de que sus padres se apuraron en llevar a Yeontan; por las tardes, él y su tío que se quejaba de los cantos mañaneros que emitían, les daban de comer. Y al jugar en el patio, trataba de contarle a su mascota el cuento de la estrella, sin embargo, parecía que con el tiempo no podía recordarlo completo y terminaba haciendo grandes pucheros.

El Segundo Príncipe casi pudo verlo, todo pequeñito y caprichoso, con su cabellito rebelde y su boquita de patito. Evocó lo lindo que fue cuando le dijo que era su novio, y le partió el corazón oír que estaba decaído. Seguro que si Xi Zhen se enteraba, lo mandaría inmediatamente al mundo humano para darle solución así le costara mil años y dos reencarnaciones. Cuando la golondrina terminó por contarle todo lo que había pasado, decidió alistarse para verlo. Se puso un hanfu, se lavó y arregló dispuesto a visitarlo, pero Cao ingresó diciéndole que su prometida estaba en el Jardín del Crisantemo. Huǒ mordió una esquina de su túnica queriendo evitar que fuera, mas, su fuerza era inferior a la del fénix que terminó cargándolo.

─Después de ver lo que XiùQiú Huā desea, bajaremos a ver a Tae. No seas una bola testaruda o te dejo aquí. ─Tomó su cabecita donde dos cuernitos iban creciendo.

La advertencia pareció surtir efecto en el híbrido que sólo tintineó en respuesta. Zheng Guo voló hacia el jardín más grande de la Villa Fáng y pudo ver a la hija de Dong Bin sentada admirando los crisantemos de colores salpicando los árboles y el arroyo. A su lado, su doncella permanecía de pie sirviendo el té que Cao había llevado para amenizar la espera de la que sería la futura Princesa Consorte. Al verlo, los sirvientes hicieron una reverencia y XiùQiú Huā se levantó bajando un instante la cabeza.

─Su Alteza ─dijo con suavidad.

─ ¿Ocurre algo, XiùQiú Huā?

─Nada negativo. Iré a pasear por el mercado de la Ciudad Capital y me preguntaba si quisiera acompañarme. ─Vio al qilin lloriquear sabiendo que ellos nunca se llevarían bien. Principalmente porque era un recordatorio de la presencia del humano, al que el híbrido consideraba su dueño.

─Supongo que sí ─cedió pensando en encontrar alguna cosa para animar al castañito en la Ciudad Capital. Tendría que ser algo muy especial.

─ ¿Es cierto que el Emperador recibió una señal de que es tiempo de un ciclo de meditación?

─Sí. El ciclo empezará conmigo, en los próximos días me internaré en la gruta bajo el Palacio Sur para meditar.

─ ¿Por cuánto tiempo?

─Serán algunos años. Pasarán en un parpadeo, te lo aseguro.

─Me alegra oír eso, Su Alteza. ─Sonrió admirando el apuesto rostro del fénix mientras volvía a dar instrucciones a una golondrina─. ¿Interrumpí algún asunto con las aves? ─preguntó.

─No, ella sólo vino a informarme cómo está Tae.

─ ¿El niño humano que trajo?

─Sí.

HILO DE SANGRE - KOOKTAEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora