一百

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El Guerrero Oscuro fue trasladado desde la prisión del Palacio Oeste hacia los aposentos del harem en medio de la madrugada, bajo la supervisión del Primer Príncipe, lo dejaron en una pequeña habitación con las cosas necesarias para vivir además de un pequeño patio, al arribar le quitaron el hechizo que lo dejó inconsciente, mas, siguió sintiéndose un poco aturdido. La Duquesa Poniente, mano derecha de Zhì Mín, avanzó hasta estar a pocos chi y liberó también las cadenas que lo rodeaban.

─Su Alteza Real te aceptó en su harem así que siéntete dichoso, por tu identidad no podrás caminar libremente ni convivirás con los demás miembros, serán pocas las personas que sabrán de tu existencia, un sirviente te traerá la comida y cuidará de tu estado. No pierdas la energía tratando de huir, sólo conseguirás llegar a un espacio vacío.

─No tendré que presentar mis respetos a la Esposa Principal ni pelear con el resto del harem, ¿verdad?

─Eres el juguete masculino escondido del Guardián Oeste, él es tu único Señor ─le recordó la duquesa Meng.

El Guerrero Oscuro estaba seguro de que no sería favorecido, apostaba que ni le vería la sombra; luego de quedarse solo, repasó la residencia con ironía, sintió el ambiente puro y claro sin ninguna mancha, notando que la naturaleza inquieta del Guardián Norte que habitaba en él y que luchaba sin reparos se calmaba un poco. En la habitación el mobiliario no era abundante pero como no tenía pertenencias, supuso que no era importante, se quitó la capa sucia del hanfu que estuvo llevando todo este tiempo, la sangre y la suciedad eran evidentes, lo dobló y lo quiso guardar pero se detuvo al encontrar que los cajones no estaban vacíos.

El trozo lamentable de tela se le resbaló de las manos al recordar su vida en la Villa de la Montaña, una de sus hermanas mayores una vez le hizo un traje liso con tela de un edredón. Lo había olvidado, ni siquiera pudo identificar el rostro de su hermana.

¿Qué le había pasado?

Suspiró pesado tratando de alejar el sentimiento que le presionó el pecho, quiso acostarse en la cama, mas, estaba tan pulcra y él tan sucio que no pudo hacerlo. En la Villa de la Montaña dormía encima de un edredón y un montón de paja seca, al salir, no le importó ya que se desenvolvía en el caótico Di Yu. Se mordió el labio inferior encontrándose patético frente al espejo situado a un lado.

Más por la idea que se gestó en su cabeza, la odió pero no pudo mitigarla. No esta vez.

¿Acaso su vida hubiera sido diferente si sus padres no hubieran traicionado al Emperador Amarillo? Si hubieran sido dos simples mortales ignorantes de la existencia del Reino de la Dicha Pura ¿no hubiera sido un niño humano feliz creciendo en un hogar lleno de calidez?

─Le traje el desayuno ─dijo un sirviente sacándolo de su estupor, dejó un juego simple de té y bollos humeantes─, le prepararé un baño y si necesita algo más, regresaré al mediodía.

Él no respondió, sólo se quedó sentado en el suelo, no fue hasta que el criado se retiró y el agua se enfrió que se sumergió en la tina de madera, algunos pétalos se pegaron a su piel blanca como la nieve quitando cualquier residuo. El silencio total lo hizo cerrar los ojos, quedándose quieto como una hoja recibiendo al otoño sin oponerse aunque sabía que sería desprendida del árbol para el último viaje a la que la conduciría el viento.

Pasado el mediodía, el Primer Príncipe dejó su oficina con todo listo, con la resolución brillando en sus ojos se dirigió al patio secreto donde fue anunciado antes de encontrar al Guerrero Oscuro viendo el paisaje desde la ventana, sus miradas se encontraron en un incómodo instante que pasó con el parpadeo del primero y la orden de situar el vino en la mesa. Zhì Mín se sentó perdido también en el color rojizo de las hojas.

HILO DE SANGRE - KOOKTAEWhere stories live. Discover now