Capítulo 42 ♡

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«―Todos somos malos.»

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Micaela Gardner

Hay ocasiones donde uno no sabe qué hacer en realidad. Cuando estas en un momento de estrés, tu mecanismo de defensa funciona de muchas formas: o sales corriendo, o te quedas quieta/o como si te hubiesen salido vigas en la planta del pie y no puedes salir corriendo por mucho que intentes. Así estaba yo, quieta, con el teléfono encendido en mi mano, y viendo mi reflejo sobre el espejo.

Respiraba con dificultad, teniendo un tedioso nudo en la garganta que no me permitía hablar. Ellos se habían ido, sé perfectamente que están en la sala, pero se fueron sin decirme nada. Y no me caben dudas de que ahora no me van a decir absolutamente nada, se van a quedar callados y van a hacer como si esto no hubiese pasado nunca.

Ahora lo que estaba rondando por mi mente, era lo que me había dicho Josh. ¿Cómo era eso de que Dean estaba ayudando a esa persona a meter preso a mi novio? Las palabras fueron como un duro golpe en la boca de mi estómago. Jamás llegué a pensar que algo como eso iba a ocurrir. Jamás llegué a imaginar que Dean hiciera algo como eso. De verdad que no reconozco a mi amigo, al que conozco desde hace años.

Metí mi teléfono rápidamente en mi bolso, y lo tomé con los dedos temblorosos, esnifando mientras mis hombros se sacudían con fuerza. No tenía ganas de llorar, en lo absoluto, solo era que no podía caminar sin imaginarme todavía las palabras de Josh en mi mente con insistencia. Estaba pasando por un momento de shock que no tenía pinta que querer alejarse de mí.

Vi a mi mamá tomando su cara con sus manos, pero enseguida levantó la mirada cuando me vio corriendo desesperadamente por las escaleras. Escuché sus gritos, pero ya nada me importaba. Solo ir en busca de Josh y preguntarle (como siempre) todo lo que estaba pasando en estos momentos.

Mi teléfono suena.

―¿Josh? ―le pregunté.

―Estoy llegando a tu casa ―dijo enseguida―. ¿Puedes ver el carro?

Miré la calle frente a mí, y volví a correr hasta la acera, mirando a los lados. A los lejos de mi lado izquierdo, el auto negro donde siempre va Josh, venía a una velocidad impresionante. Tragué saliva, notando como mi corazón empezaba a acelerarse como si supiera quien venía en ese carro. Mis ojos picaron con las lágrimas retenidas que se mantenían en mis parpados.

―Sí ―reconocí, y colgué.

Guardé el  teléfono y agité la mano en la calle, para que él la viera.  Los fuertes rayos del sol estaban siendo interrumpidos por los grandes árboles que habían en frente de mi casa, en donde los vecinos que compartían la calle. Pero aun así, varios rayos impactaban en mi cara, e iluminaban el carro donde Josh venía a gran velocidad.

El auto se detuvo frente a mí, y en un segundo ya la puerta se encontraba abierta. Entré lo más rápido que pude con todo mi cuerpo débil. Josh no tenía buen semblante, su hermoso perfil con la poca barba de dos días estaba contraído, casi furioso. Retuve las ganas de lanzarme sobre él y besarlo con ganas. Sentía que no era el momento.

―¿Qué ocu…?―intenté decir, pero Josh pisó el acelerador y me callé al instante.

Las casas y personas pasaban rápidamente por mi visión periférica. Josh mantenía una velocidad increíble y apretaba con fuerza el volante, de hecho, vi sus nudillos volverse más blanco de lo acostumbrado. Podía percibir toda su aura tensa, su cuerpo alerta, y lo peor de todo era su cara relativamente disgustada.

Nadie Como Tú © [COMPLETA✔]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora