Capítulo 28 ♡

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«―A veces me decepciona lo mala que puede ser la gente»

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Josh Kozlow

A paso rápido y seguro, voy caminando por todos los pasillos del hospital. Tengo toda la mera intención de ir a la oficina del padre de Becca y poner un paro a todo este disparate. Subestimé demasiado la locura de esa mujer, ya no tiene límites y, eso, puede ser muy mal con mi plan de proteger a Micaela. Sobre todo porque ella misma no se deja cuidar por nadie, cuando, específicamente, necesita del cuidado de los seres que más la amamos.

No me importa si eso puede perjudicar a la empresa, además, porque ya el padre de Becca debe de saber sobre mi decisión, de no tenerlo a él como socio. Era una propuesta jugosa que nadie la hubiese desperdiciado, pero las condiciones no me gustan y no me gustaran nunca. Preferiría mil veces dejarme castrar antes de tener una relación, así sea de conveniencia, con Rebecca.

Solo pensar en tener algo con ella revuelve mi estómago y lo deja completamente contraído de repulsión. No existiría peor condena que eso, sería peor que ser torturado eternamente mientras apagan los cigarros el cualquier parte de piel. No lo permitiría nunca, fue una de las cosas que me prometí cumplir cuesta a las consecuencias. El corazón se me aceleró a medida que mis pisadas se hacían más fuertes sobre el sucio piso del hospital.

Sin darme cuenta, por estar absorto en mis pensamientos, choqué con un cuerpo de mujer. Al principio pensé que fuese Becca, pero al enredarse el pelo casi rubio rosado de Sarah, solté un suspiro de alivio.

―Técnicamente, siempre llevas un aura fingida de ser el hombre más frio del mundo ―expresó ella, alisando la falda tubo ceñida a sus muslos―. Pero ahora no parece ser artificial, ¿Qué te pasa? Por como literalmente corrías, algo muy malo tuvo que haber pasado.

También alisé mi camisa estropeada por el impacto del golpe. Evitando tener contacto con Sarah, aunque por la ironía de su voz al decir esas palabras, me entraron unas ganas de reírme, de cierto modo, ella siempre hace que nazca eso. Aun asi, evité la mirada de ella, porque, si lo hacía, iba a pagar toda mi rabia hacia su cuerpo y no quiero malograrla.

Por el rabillo del ojo, pude ver como se cruzaba de brazos y entornaba los ojos en mi dirección. Sacudí la basurilla invisible de mi pantalón, excusa para no mirarla. Tragué el nudo secamente, aminorando la adrenalina repentina en mis venas. Sé que se debe a la furia, a esas ganas de quitarle cada mechón de su cabello lenta y dolorosamente.

―¿Pasó algo en la empresa? ―me preguntó, su nota fue con un abyecto de irritación―. Sabes que soy tu abogada y necesito saber cualquier cosa que pueda perjudicarte. ¿O es personal?

Levantando la mirada, le di toda la respuesta. Dejó salir un silbido chiquitico mientras alzaba sus dos cejas, sorprendida y divertida. Tuve que quitarme y meterme en una parte del pasillo para no obstruirles el paso a las demás personas en el hospital. Sarah siguió mi acción y se metió conmigo en esta zona oscura del hospital.

―Nunca te pregunto nada, pero puedes confiar en mi ―admitió, segura. Mostrando a la Sarah decidida que conozco―. ¿Tiene que ver con Micaela?

Inmediatamente, negué. Fue impulsivo y recriminatorio. Algo que jamás permitiría era que le pasara cualquier cosa a ella, por eso estoy haciendo todo esto, para salvarla de lo doloroso, tratando de desviar toda la detonación de la verdad. Sarah, ceñuda, alzó los brazos y se alejó unos cuantos pasos lejos de mí. La entiendo, pareciera como si estuviera a punto de pegarle.

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