Capítulo 29 ♡

166 48 0
                                    

♡♡♡

«―Las etiquetas que la sociedad quieren ponernos»

♡♡♡

Micaela Gardner

María pasó de una hoja a otra, mirando detenidamente su libro recién comprado. Se me hacía difícil no apartar la vista de esa maravilla. El olor a libro recién comprado, el sonido de las hojas pasar y producir un pequeño sonido por lo nuevo, las páginas lisas y pulcras. Tenía unas inmensas ganas de arrancarle el libro y leerlo yo misma, además, ella no ayuda. Parece absorta del mundo, todo su entorno gira alrededor de esas letras. Puedo jurar que hasta tenía los ojos dilatados mientras sus pupilas iban de izquierda a derecha.

Negué varias veces y sacudí ese pensamiento. En unos minutos estará por llegar Josh y no puedo estar confundida por algo que no me incumbe. Verá ella, yo, mientras tanto, voy a repasar por décima vez en la mañana, el horario. Me lo sé de memoria, tanto que hasta creo que se me está olvidado por repetirlo varias veces en mi cabeza.

El aire acondicionado de la empresa estaba más frio que nunca. El dia, dejándonos a todos sorprendidos pero a la vez no, era ventado y gris. A ninguno en esta ciudad le sorprendía, pero ya eran varios días de cielo azul y sol ardiente para volver a venir con este clima. Me encanta,  el olor a tierra mojada es relajante, aunque tenía la intención de broncearme un poco hoy para quitar todo lo opaco de mi rostro: la palidez, ojeras, y, sobretodo, el cansancio, plasmado en mi cara con nulas intenciones de querer irse, con toda la intención de hacerme parecer la mujer más fea de esta tierra. Por mucho que intenté, el maquillaje no me sirvió nada.

―¡Oh, Dios mío! ―Exclamó María, abriendo un poco la boca―. ¡Impactante! ¡Inesperado! Me dejó loca este hombre.

Y eso fue lo colmó el vaso.

Ya era inevitable no acercarme un poco e intentar ver de reojo un poco de lo que está leyendo. Su emoción era tan contagiosa que, ciertamente, ya conocía a ese hombre literario que la trae loca. No alcancé ver mucho, porque cuando me acerqué pasó la página rápidamente y con el dedo índice iba haciendo un recorrido mientras leía.

Un poquito molesta, bufé y crucé mis brazos de manera infantil. De hecho, inflé mis mejillas como quien no entendía nada y quería saberlo. Resultaba irónico, porque siempre quiero estar informada de todo por muy pequeño que sea el chisme. Uno no sabe, ¿Qué pasaría si en unas de esas conversaciones se escaparía una palabrita mágica que pueda ayudarme con mi misión de encontrar a ese chico que estaba conmigo en el accidente? No pierdo nada en intentarlo.

Abrí la boca para echarle un insulto cuando volvió a gritar:

―¡Es que a mí me va a dar un paro cardiaco! ¡Micaela! ¡Ven!

Hasta que por fin se dignó a invitarme.

No lo dudé dos veces, pero caí en cuenta de que no ganaba leyendo un pequeño párrafo si no sé de qué se trata la historia. Resignándome,  volví a sentarme en la silla viendo directamente la pantalla del ordenador, pero sin mirar lo que estaba través de la pantalla.

De repente, un par de empleados se detuvieron frente a mí, obstruyendo la poca iluminación de afuera. Levanté la mirada lentamente, y giré un poco mi cabeza para ver a María tragando con dificultad mirando a esos dos hombres que reconozco tan bien. No fue necesario preguntarle que quería, lo sabía, o eso era lo que creía. Pero la furia y las ganas de pegarle de nuevo  a ese hombre en su parte más sensible fue una terrible tentación.

Conecté demasiado rápido su mirada, una de recuerdo, de nostalgia, de: "Vaya, vaya, de nuevo volvemos a vernos" mientras que el otro, el estúpido que solo se reía de lo que decía el otro estúpido, miraba con atención mi camisa blanca de la empresa. Estaba considerando, concretamente, una denuncia hacia ellos dos. Nuestro primer encuentro no fue de lo más formal y civilizada que digamos. Mi parte peligrosa, esa que solo salía cuando era necesario, daba saltos y tumbos comprometidos esperando mi orden para actuar de manera impecable. Estoy furiosa.

Nadie Como Tú © [COMPLETA✔]Όπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα