Capítulo 74

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La habitación es sombría y tiene aspecto de estar abandonada. Una luz blanca se mece ligeramente por encima de mí, proyectando mi sombre danzante en el suelo. Y la de alguien más también. Aquellos lugares que no son alcanzados por la claridad parecen estar engullidos por una indescifrable oscuridad. 

Quiero salir corriendo y desaparecer con desesperación. Pero mis piernas no me responden. Namjoon ladea la cabeza de costado y entrecierra los ojos, calculando el ángulo correcto. Niego de manera frenética con la cabeza mientras un miedo inhumano se origina en mis entrañas. Namjoon lo percibe; no sé cómo, no obstante, sé que siente exactamente cada cosa que yo siento y le divierte saber que estoy aterrada por su causa.

Gritos y súplicas se amontonan y atoran en mi garganta, incapaces de llegar a mis labios. Namjoon adquiere una postura más derecha y confiada, fuerte como un roble. Su mirada se roba una parte de esa negrura que nos rodea y la transforma en algo aún más oscuro. 

La acústica del lugar reverbera el sonido del disparo repetidas veces, generando la falsa percepción de que son tres o cuatro. Cuando éste se pierde en el aire, un ardor y un agudo dolor penetran mi pecho. El suéter blanco que uso empieza a mancharse de un rojo intenso. Entonces escucho otro. Y otro, y otro. Cada bala se hunde en mi carne, la perfora como si fuese papel. Y apenas soy capaz de soportar el dolor sin desmayarme. Me cuesta respirar, pero no dejo de hacerlo; la sangre sale a borbotones de mí, su textura líquida y espesa embadurna mis dedos cuando intento retenerla en mi cuerpo presionando con mis palmas, pero no muero. 

Miro a Namjoon con los ojos abnegados en lágrimas y en su mirada no hay ni rastro de compasión o remordimiento, sólo satisfacción. De dos zancadas, se acerca a mí y pone el cañón del arma en mi frente. «No, por favor. No...»

De un momento para el otro, un cálido toque en mis mejillas cambia la realidad que se despliega frente a mis ojos. El desalmado rostro de Namjoon se desvanece, así como también el roce del arma en mi piel y el semblante de Ann lo reemplaza.

—¿Hazel? —sus manos recorren mi rostro con presteza. Las aparto con acritud; una de sus uñas me raspa. Bajo la vista a mi pecho sólo para comprobar que mi ropa está impecable. Ni una minúscula mancha tergiversa el color blanco de la camiseta que llevo puesta. Recorro mi torso con manos temblorosas mientras contengo la respiración. Paso una de mis manos por mi pecho, donde está mi corazón y mi piel vibra como un parlante cuando la música suena demasiado alta.

—Tranquila —Ann envuelve mis manos con las suyas y me proporciona un leve apretón.

Me toma unos cuantos minutos convencerme a mí misma de que no fue real: Namjoon, los disparos. Pues lo sentí muy vívido y auténtico.

—Iré a buscar a la doctora Mills para avisarle que despertaste —anuncia Ann y desaparece por una puerta de doble hoja.

Poco a poco, me las arreglo para empezar a regularizar mi respiración y mis latidos esporádicos. Me basta con pensar en Yoongi para sentir un poco de paz y volver a ser yo misma. Junto los párpados  e inmediatamente me imagino sumergida en sus cautivadores ojos castaños. Sus labios formando esa peculiar y hermosa suya. Casi me inclino hacia adelante para poder rozarla con los dedos cuando un fuerte ruido hace que abra los ojos sobresaltada. Un paciente se levantó de la cama y, aparentemente, olvidó que llevaba puesto suero, intentó caminar y el aparato de metal que sostiene el líquido ahora yace en el suelo.

«Fue sólo el aparato» me digo a mí misma varias veces, pero mis manos siguen tan aferradas a las sábanas que bien podría rasgarlas sin esfuerzo extra. Ese estrépito hace que, de manera inconsciente, lo asocie con el son de balas siendo disparadas y un recio pavor se adjudica el control de mi cuerpo, paralizándome. 

|| Damaged || Suga ||Where stories live. Discover now