Capítulo 68

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El auto se detiene de golpe y, gracias a que estoy usando el cinturón de seguridad, no termino de cara contra el parabrisas. El brusco movimiento hace que de forma instintiva estire los brazos hacia adelante y me apoye en el tablero.

—Hazel, mírame —Yoongi se deshace de su cinturón de seguridad para sentarse de costado, quedando de frente a mí.

Desabrocha el mío y me obliga a sentarme de la misma manera que él. Sus manos se mueven con apremio para quitar el cabello que me cubre el rostro cuando me incliné hacia adelante debido a la frenada. Por un momento, me siento desorientada. Como si la sacudida hubiese vaciado mi cabeza por completo y ni siquiera recordara dónde estoy.

—Puedo darme cuenta de lo que pasa con sólo ver tu expresión. Has vuelto a escuchar esa voz, ¿verdad? La estás escuchando de nuevo —manifiesta con vehemencia.

Su mirada parece estar suplicándome que desmienta lo que acaba de decir. Ojalá pudiera.

Dile que no, que se equivoca. Yo soy tu amiga. Él no lo es. No le importas. No le importas a nadie.

—No la escuches, Hazel. Eres más fuerte que ella —presiona sus manos contra mis sienes.

No, no es verdad. Eres débil.

—Cállense...—articulo casi sin emitir sonido—. Cállense los dos —cierro los ojos y respiro hondo.

Necesito pensar. Si alguno de los dos, o ambos siguen hablando, mi cabeza va a estallar. Quiero con desesperación poder pensar por mí misma, sin ninguna voz hablándome. Se supone que esa maldita pastilla debía hacerla desaparecer. ¿Por qué está atormentándome de nuevo?

—Quiero volver al hotel —pienso en voz alta. Quiero que se calle y sé cómo hacerlo—. Yoongi, llévame al hotel —le ruego con voz quebrada.

Justo antes de volver a abrochar mi cinturón de seguridad, Yoongi planta un beso en mi frente. La sensación de sus tibios y húmedos labios en mi piel tienen la capacidad de hacerme olvidar de la voz que no deja de hablar en mi mente. Es un momento breve, segundos, que me gustarían que se prolongaran un poco más.

Llegamos al hotel en unos minutos. El cartel luminoso con su nombre, que cuando nos registramos estaba apagado, brilla con más intensidad que las luces de la calle. El hombre que nos recibió en la tarde ya no está. Una mujer de semblante serio y tez trigueña de unos cincuenta años lo reemplaza. Lleva puestos unos anteojos a la mitad de su larga nariz mientras hojea una revista. Cuando Yoongi y yo pasamos por delante de ella, nos sigue con la mirada por encima de los cristales hasta que nos metemos en el ascensor.

Todo el trayecto desde la recepción hasta la que será mi habitación por esta noche, voy en silencio. Ya bastante ruido hay dentro de mi cabeza como para agregarle todavía más hablando. Salgo del ascensor, con Yoongi caminando muy cerca y sin decir ni una palabra. No ha vuelto a hablar desde que le pedí que se callara en su auto.

Abro la puerta de la habitación completamente a oscuras. Ese mismo aroma a pino de la recepción, se repite aquí. Deslizo la mano derecha por la pared, tanteando hasta toparme con la llave de la luz y la enciendo. Al ver las camas, un cansancio monumental y repentino me invade, como si llevara días enteros sin dormir. Arrojo mi bolso sobre una silla junto a un pequeño escritorio situado enfrentado a la cama y me desplomo sobre ésta. Ni siquiera me molesto en quitarme las zapatillas, pero si me deshago del abrigo.

—Hazel —Yoongi habla. Casi me había olvidado de él.

—Quiero estar sola, Yoongi. Vete —digo con un nudo formándose en mi garganta.

|| Damaged || Suga ||Where stories live. Discover now