Capítulo 57

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Algunos necesitan tener una luz de noche encendida para dormir porque le tienen miedo a la oscuridad; otros, que la puerta del closet esté trabada porque piensan que algo maligno saldrá de allí para asustarlos, cortesía de las historias que sus padres les han contado en su infancia. En mi caso, oír la voz de Yoongi es lo que necesito. Así como esa frase favorita de mi libro favorito o esa canción de la que nunca podría hartarme, sin importar cuántas veces la escuche. Es una melodía que me hace cuestionar cómo fue que alguien logró crear algo tan hermoso y, al mismo tiempo, agradecerle por hacerlo.  

Desde que comenzamos a hablar hace un rato, su voz se ha vuelto adormilada. Conté tres bostezos desde entonces, sin embargo, Yoongi continúa hablando en mi oído y haciéndome sonreír en mi solitaria y oscura habitación. Intenta ser gracioso y no le resulta muy bien, pero el simple hecho de escucharlo hace que una sonrisa se instale en mi rostro y no desaparezca. 

Varias veces me urge la necesidad de interrumpirlo y decirle cuánto deseo que estuviera aquí. No en la misma cama que yo precisamente. Me bastaría con que estuviera en la habitación contigua, ésa que ahora está vacía. Estiro el brazo por debajo de las sábanas, imaginando que si extiendo mis dedos un poco más, me toparé con el cuerpo de Yoongi; éste me abrazará, flexionaré mis brazos, colocaré mis manos sobre su pecho y apoyaré mi cabeza sobre su hombro como una almohada; sentiré sus latidos como si fueran míos y él podrá sentir los míos seguir el ritmo de los suyos. Dejará que su mentón descanse sobre mi cabeza; notará que aún hay un poco de espacio libre entre nosotros y entonces me estrechará más contra él, hasta que nuestras respiraciones se dificulten un poco; deslizará su cabeza hasta que su boca esté a la altura de mi oreja, correrá mi cabello para descubrirla y así asegurarse de que puedo oír claramente cuando susurre «te quiero, Hazel». Sonreiré como una estúpida contra su pecho y luego le diré «yo también te quiero»; él volverá a poner una escasa distancia entre nuestros cuerpos, sólo para verme a los ojos un momento y unir nuestros labios. Hasta que el poco aire disponible en mis pulmones se acabe, repetiré contra su boca «te quiero, Yoongi». 


Cuando despierto a la mañana siguiente, sigo sosteniendo el celular contra mi oreja. Me siento en la cama y éste cae sobre mi regazo por encima de las mantas. Con mi cerebro todavía adormilado, caigo en la cuenta de que la conversación telefónica que mantuve con Yoongi durante la madrugada, no fue producto de mi imaginación, así como tampoco lo fue haberlo visto después de tres semanas sin saber nada de su persona. Realmente estuve con él otra vez, sintiendo esa seguridad y protección que sólo él me hace sentir. 

Reviso el registro de llamadas e indica que estuvimos hablando durante dos horas y cuarenta y tres minutos, aunque a mi me parecieron minutos,  ya que todo ese tiempo estuve imaginando que él estaba junto a mi físicamente y no sólo a través de un aparato. 

Louis y Ann están hablando en la cocina mientras preparan el desayuno cuando entro. Un inusual aroma dulce invade el lugar justo en el momento en que Ann abre la puerta del horno y saca una bandeja con galletas caseras. Louis las coloca en un plato y las sirve sobre la mesa. Un rato después, Matthew se une. 

Aunque no me gustan las comidas dulces, como una de las galletas para no despreciar el trabajo que se tomó Ann para hacerlas. No es ninguna sorpresa  que sepan delicioso si fueron hechas por ella. Creo que si cambiara su tienda de ropa deportiva femenina por algún restaurante, tienda de postres o un servicio de catering, tendría un éxito asegurado. Hasta ganaría más de lo que gana con la ropa, me atrevo a pensar. 

—Hazel, mañana quisiera que conocieras a alguien —Louis se dirige a mi repentinamente y mastico el último bocado de galleta casi sin saborearlo. 

|| Damaged || Suga ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora