Capítulo 2

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Un pequeño aviso antes de comenzar el cap: voy a tratar de subir un capítulo por día pero no prometo nada, ahora que empiezo las clases de nuevo. Voy a intentar organizarme y dividir mi tiempo para escribir y estudiar para poder actualizar lo más seguido posible. 

Ahora sí, el cap :)

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Esas malditas luces altas se apagan luego de escuchar el sonido de la alarma del auto activarse pero mis ojos todavía no se acostumbran a la oscuridad otra vez.

En cuestión de segundos, tengo a un chico de metro setenta de altura apróximadamente, tez pálida, y de cabello rubio que le sale por debajo de la gorra que lleva puesta, parado a centímetros de distancia de mi. El ceño fruncido y la manera en que arruga su nariz, me dicen que no está para nada contento.

— Me perdí toda la maldita tarde conduciendo por toda la ciudad buscándote cuando podría haber estado durmiendo — dice viéndome a los ojos pero no sé por qué siento que sólo está pensando en voz alta.

¿Y por qué habla como si me conociera?

Deja escapar un suspiro cansado y sin más, me toma del brazo y me arrastra hacia el interior de la casa.

— ¡Suéltame! — le ordeno clavando mis uñas en su mano pero parece no molestarle.

Él abre la puerta y la cruzo conteniendo la respiración. Lo primero que inunda mis sentidos es un olor a rosas, bastante intenso para mi gusto. Como si se tratase de un sedante, éste aroma tan refrescante hace que deje de luchar para librarme del agarre de quien sea que sea él.

En ningún momento me detuve a imaginarme cómo luciría por dentro pero igual me siento asombrada: justo delante de mi una mesa de caoba sostiene un adorno sencillo de flores blancas y amarillas que contrasta a la perfección con el color oscuro de la madera. Otros dos muebles de madera a cada lado de la habitación albergan incontables adornos como muñequitos de porcelana y fotos, principalmente. Del techo pende una lámpara de aspecto antiguo pero a la vez parece nueva y es la encargada de iluminar esta primera parte de la sala donde me encuentro.

— ¡Ann! — grita de repente y me sobresalto casi tanto como cuando tocó la bocina. Al no recibir respuesta de ningún tipo, me toma del brazo con más fuerza y me lleva por la sala entre quejas y pedidos míos para que me suelte. 

Cuando llegamos a lo que parece ser la cocina, se detiene y una mujer de pelo lacio y negro recogido en una coleta vistiendo un vestido blanco y simple de unos aparentes 35 años junto con ese chico que se presentó como Matthew, nos miran perplejos, boquiabiertos y con los ojos como platos.

— Aquí está, la encontré parada frente a la casa como una estatua — dice irritado y me da un empujón hacia ellos.

— ¡YOONGI! ¡¿Qué haces?! ¡Tratala bien! — dice Ann, si mal no recuerdo es así como la llamó.

— No sé por qué mandas a ese tonto a hacer un trabajo tan difícil como recoger a alguien en el aeropuerto cuando es obvio que no le da la cabeza para tanto — dice arrogantemente y una sonrisa satisfecha se dibuja en su rostro antes de salir de la habitación.

¿Pero qué carajos le pasa? Hoy casi me atropella y ahora tengo sus dedos marcados en mi brazo y ni hablar de que me acaba de empujar como si fuera una bolsa del supermercado que tira sobre la mesa. 

Ann sale de su asombro por la actitud de aquel chico arrogante y me rodea con sus brazos. 

— ¡No sabes el susto que me diste cuando las horas pasaban y no aparecías! — entierra su mentón en mi hombro y permanezco quieta, con mis brazos a los costados y la mirada puesta en Matthew, que nos observa con una expresión una poco más relajada que la que tenía hace unos minutos.

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