Capítulo 16

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Cuando esos ojos castaños están cerrados, esa expresión seria y un tanto intimidante que lleva la mayoría del tiempo, cambia por una más tranquila y relajada. Su tez pálida y casi tan impecable como la de Ann, hacen que el cabello teñido de rubio le quede bien aunque también resalta su mirada cansada con facilidad. Se mueve, tratando de encontrar comodidad, y el cuello de su remera se corre hacia un costado, exponiendo su clavícula y permitiéndome ver una marca; algo así como una línea recta que comienza a centímetros de la base de su cuello y continúa extendiéndose por debajo de la ropa. Una cicatriz casi imperceptible a simple vista; parece vieja y da la sensación de que, en el momento que se la hizo, debió dolerle mucho.

"¿Va a seguir admirándome en silencio o vas a hablar?" su voz interrumpe mis pensamientos de repente y mi corazón se acelera de tan sólo pensar que me agarró viéndolo con detenimiento. En el momento que nuestras miradas se cruzan y esa sonrisa de satisfacción aparece en sus labios, mi corazón se acelera todavía más que cuando me sorprendió su voz. Desvío la mirada, al mismo tiempo que siento que mi rostro se torna más caliente, deslizo mis piernas por debajo de su nuca y las cruzo.

¿Se cree una obra de arte para ser admirado? Tiene el ego por las nubes.

"Voy a dormir" respondo molesta para disimular lo incómoda que me siento. Me deslizo por debajo de las sábanas y lo empujo con mi pie para que se mueva de su lugar.

"Recién es la 1 AM" se queja.

"Exacto" me cubro con la fina tela hasta el pecho y dejo un brazo afuera. "Tengo que despertar temprano, así que, si no te importa..." miro la puerta y luego a él; a ver si lo suficientemente inteligente para captar mi indirecta.

"¿A dónde tienes que ir?" cierro los ojos pero su voz sigue presente.

"Quiero dormir" estiro el brazo y, a tientas, trato de encontrar la tecla de la lámpara para apagarla.

"No irás con ese chico con el que estabas hoy en la tarde, ¿no?" dice con un tono autoritario. Si no hubiese agregado esa mini-pregunta al final, creería que está prohibiéndome ver a Hoseok.

"Conozco bien a ese chico y a su amigo rubio y no te conviene estar con ellos; te lo digo por tu bien", su consejo suena más bien a una advertencia.

"¡Hazel!" pone su mano en mi hombro y me sacude, obligándome a abrir los ojos. "Hablo en serio", se inclina sobre mi y, con una expresión carente de humor, mantiene su mirada en la mía durante unos segundos antes de irse de la habitación.

Sí, claro; sólo porque él lo diga, voy a hacerle caso. Sólo iré a trabajar con ellos y ya, no me haré su amiga ni nada por el estilo. ¿Qué le pasa que ahora se puso en el papel de cuida?

Volteo hacia el lado de la ventana y siento que apoyo mi lado sobre algo duro. Estiro el brazo y reconozco el relieve de las letras de la marca de la laptop al instante; me había olvidado que la había metido ahí. Está apagada pero mi mente se encarga de hacerme oír ese zumbido que indica que tengo correo nuevo; lo habré leído unas cinco o seis veces antes de borrarlo pero era tan corto que recuerdo cada palabra con precisión. No debería haberlo leído tantas veces, en su lugar debería haberlo borrado apenas me di cuenta de quién era el remitente. 

'Y quería que supieras que pienso en ti siempre. No pasa un sólo día en el que no recuerde todo lo que vivimos juntos.'

El tormento se vuelve aún más intolerable debido a que repito esas palabras en mi mente con su voz. Creí haberla olvidado pero es como una de esas canciones que, aunque pase tiempo que no la cantes, cuando lo vuelves a hacer, descubres que aún sigues sabiéndote la letra a la perfección.

Tomo la laptop, me levanto de la cama y la meto dentro del cajón del escritorio, donde antes guardé el pasaporte. Tenerla al alcance de la mano es una tentación que, por ahora puedo ignorar pero no sé por cuánto tiempo; tarde o temprano voy a terminar encendiéndola aunque vaya a arrepentirme de ello luego. Me conozco; soy así de estúpida y masoquista.

Este constante ir y venir entre el pasado y el presente repentino no me permite quedarme dormida aunque me siento más que cansada. De todas las frases, ésas dos son las que se repiten una y otra vez sin pausa.

'Y quería que supieras que pienso en ti siempre.'

Sé que no es verdad lo que escribió, ni siquiera los puntos sobre las íes son reales, pero odio admitir que algo en mi se pone feliz por leer eso.

Él no se pasó noches enteras llorando y deseando, con lo que quedaba de su corazón destrozado, que pudiese ser capaz de olvidarlo todo, incluso los momentos felices porque ninguno de ellos fue real. Él no conoce el dolor que se siente al no poder dejar de pensar en esa persona que tanto significaba para ti, aún cuando te hirió de la peor manera.

'No pasa un sólo día en el que no recuerde todo lo que vivimos juntos.'

Lo único que recuerdo de lo que vivimos juntos es tan horrible que siento como si mi pecho fuera apuñalado una y otra vez, sin piedad alguna. Si tan sólo pudiera hacerle sentir aunque sea una cuarta parte del dolor que él me provocó a mi; dudo que seguiría de pie.

* * * 

Abro los ojos, sin ganas, poco después de las 8 AM. Creo que, como mínimo y sin exagerar, me desperté entre veinte y treinta veces durante la madrugada. Cada vez que lograba conciliar el sueño, mi cerebro se esmeraba con tanta devoción en recopilar cada uno de esos recuerdos dolorosos que compartí con la persona que envió el email y que me había encargado de borrar, o al menos, eso pensé haber hecho.

Me pongo lo primero que veo en el closet, unos jeans azules y la remera negra con letras doradas que Ann había elegido para mi. Paso por delante del escritorio donde está la laptop y sé que no debería, pero no puedo evitar ser una estúpida y, antes de darme cuenta, el botón de encendido está azul y brillando mientras el logo de Windows titila en la pantalla.  Después de unos cuantos minutos que parecieron horas, abro la bandeja de entrada y está vacía. Sé muy bien que no puedo confiar en él, sin embargo, una parte de mi intenta convencerme de que está siendo sincero y que de verdad le importo. Y me odio por no saber qué hacer cuando está claro que no debería siquiera plantearme la idea de confiar en él otra vez; la primera vez que lo hice fue un error, pero si lo hiciera una segunda vez, ya sería mi elección y no un error.

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