Capítulo 50

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Mi sangre se transforma en veneno que me intoxica, quema y arde por dentro, sin embargo, por alguna razón inexplicable, sigo de pie, abriéndome paso entre personas desconocidas. Seco mis lágrimas a medida que avanzo hacia una puerta de doble hoja que está abierta de par en par y más las reemplazan. No sé cómo detener mi llanto del mismo modo que no sé cómo detener el dolor que se esparce por mi interior como una plaga. 

No sé cómo hacer que sus miradas de asco desaparezcan de mi mente, no sé cómo hacer de cuenta que no escuché lo que susurraban al ver mis cicatrices; no sé cómo hacer que cada respiro que doy no se parezca a beber shots de ácido.

¿Cómo pudo hacer eso? ¿Cómo pudo...?

Confíe en él. Permití que viera esta parte de mi, incluso cuando no quería que nadie supiera y ahora me clava un cuchillo en el medio del pecho. 

Te lo advertí, pero eres tan idiota que no quieres escuchar. No le importas a nadie, yo soy tu única amiga. 

—¡Hey! ¡Fíjate por donde vas estúpida! —me dice una chica de mi misma estatura cuando la choco al salir al patio delantero de la casa. 

Ahora ellos saben tu secreto. Saben lo despreciable, inservible y débil que eres. Saben que no vales nada. 

La música se desvanece y la brisa se ha intensificado considerablemente todo este tiempo que estuve en ese lugar. Su suave caricia en mi rostro húmedo es como una bofetada cuyo sonido es comparable con un latigazo, pero lo considero como una señal de que aún sigo viva. Me siento morir aunque sigo de pie y respirando. 

Ver a Yoongi divirtiéndose a expensas de mi, de mis cicatrices, me hace pensar que aquellas veces que se mostró preocupado por mi mientras las curaba, solamente son una invención de mi imaginación. Ella tenía razón, la tuvo todo el tiempo; esa maldita voz siempre estuvo en lo correcto y nunca quise creerle totalmente. 

—¡Hazel! ¡Espera!  

Atravieso un minúsculo trecho de césped hasta llegar al camino de pavimento por donde circulan los peatones y alguna que otra bicicleta también. Cada vez que mi nombre sale de su boca, más ganas tengo de que la oscuridad de esta calle pobremente iluminada me engulla y oculte para siempre. 

Debería sentir odio hacia él, pero me siento decepcionada y furiosa conmigo misma, por haberme atrevido a considerar que de verdad le importo. 

—Maldición, ¡espera un segundo! —vocifera a poca distancia de mi y acelero mis pasos, completamente en vano. 

Sus dedos se clavan en mi hombro del mismo modo en que se clavaban en mi muñeca cuando le mostraba a todos esas marcas que tanto odio pero que son tan necesarias para mi y que me acompañarán de por vida, como si estuviera mostrando un nuevo par de zapatos. De un violento sacudón, aparto su mano y me atrevo a verlo directamente a los ojos, aún sabiendo que es muy probable que pueda ver el sofocante dolor que está acabando conmigo muy lentamente y que se mofe de ello. 

—No vuelvas a tocarme —le advierto. Intento detener mis lágrimas para mostrarme más segura, pero éstas están fuera de mi control desde el principio. 

La falsa expresión de acongojado y confundido con la que disfraza su rostro es increíble. Hasta podría tener una carrera como actor sin problema. Por más que me mire con esos ojos castaños que fingen estar tristes, no voy a creerle. Lo único real que puedo ver es un ligero toque rojo en su labio partido por el puñetazo que le dió Jimin. 

—Hazel, perdóname. No sé por qué hice eso, no quería... 

—Cállate, no quiero escucharte —lo interrumpo. 

|| Damaged || Suga ||Where stories live. Discover now