73. Brisa

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Brisa. 16 años.

Hola a todos, mi nombre es Brisa, tengo 16 años (casi 17) y soy de Buenos Aires, Argentina.

Decir que sé de bullying es quedarse corta. Viví el bullying en carne propia durante casi toda mi vida sin saber realmente qué mal hacía; supongo que puedo decir que, lamentablemente, en nuestra sociedad, hay gente con mentalidad muy retorcida que disfruta de hacer sufrir del modo que sea.

Y salir de eso es difícil.

Porque el problema no es caminar lejos de eso (los que recibimos bullying estamos más que dispuestos a hacer lo posible para que no nos molesten más), sino que no te dejan escapar de sus garras. Una vez que te capturan parece que la solución sólo es aguantar y seguir aguantando a tal punto de llorar sin parar; siempre dicen "no les hagas caso", "que no te afecte". ¡Cielos! ¿Cómo no puede afectar que se burlen de ti todos los santos días? ¿O cómo no te pueden afectar los golpes, los tirones de cabello, los caramelos en el pelo mientras todos se ríen de ti, los insultos? No existe corazón de piedra que resista a tal magnitud de acoso, más cuando somos tan chicos.

Eso nos deja una marca por siempre, después de vivirlo... Bueno, eso puede definir mucho nuestras vidas.

Yo nací con cataratas congénitas bilaterales. ¿De qué trata? Bien, una catarata congénita es la opacidad del cristalino del ojo que está presente al nacer. El cristalino del ojo es normalmente transparente. Éste enfoca la luz recibida por el ojo sobre la retina. Pero al tener mi problema... bueno, se complica.

Simplemente puedo decir que no veo bien, y que mi vista no puede mejorar más de lo que ya se pudo conseguir. Nunca tuve una vista normal, ni tampoco podré aspirar a tenerla. Me han operado varias veces de los dos ojos, al mes de vida y luego a los cuatro años. A pesar de eso, agradezco tener visión, ya que puedo leer, ver los colores... Mi rango de vista es pésimo desde lejos, así que lo más probable es que si me saludan en la calle con una mano levantada, yo no los vea; en cambio, de cerca es bastante mejor... Para ser más específica podría decir que tengo un 55% de visión del ojo derecho y un 50% del izquierdo (desde cerca).

Usar anteojos sí ayuda, pero tampoco me hace ver mucho mejor. Además de las cataratas, he desarrollado miopía (anomalía o defecto del ojo que produce una visión borrosa o poco clara de los objetos lejanos) y ligeramente un poco de nistagmus (un movimiento involuntario e incontrolable de los ojos). Las gafas mejoran un poquito mi visión de lejos, pero me complican para ver de cerca.

El problema, sin embargo, va más allá de la vista, más allá de las operaciones, de los nombres técnicos, de las horas de espera en el hospital o de los tratamientos.

El problema tiene un nombre, y se llama bullying.

Recibí bullying desde que tengo memoria, tanto en el jardín de infantes, como en la primaria y el instituto. El desencadenante principal siempre fue el tema de que no veo exactamente bien.

Me burlaron porque antes de que me operaran a los cuatro usaba anteojos grandes y gruesos, por mis granitos (eso comenzó en el instituto), por mis calificaciones, porque me llevaba bien con los profesores, porque estudiaba canto o escribía, porque no me gustaba la música que ellos escuchaban, porque prefería otras cosas, o por mi delgadez. Tal vez, un conjunto de todas. No lo sé.

En el jardín siempre quedaba excluida del mayor contingente del grupo; era la "rara" que no miraba sus canales de dibujos preferidos, o que no quería jugar a las luchas. La "rubiecita de gafas gruesas", "la que se acercaba a ver el pizarrón" (eso último hasta el día de hoy). Tenía un grupo de amigas reducido, me gustaba un chico, era una niña más... Pero había algo que veían en mí perfecto para molestarme. Siempre me caractericé por ser muy sensible, mucho, y pensar en cosas que realmente no eran normales para mi edad, que me hicieron madurar de golpe aún siendo una nena, dividiéndome sin querer. Muchos chicos de cinco años, si les preguntan por sus miedos, puede que les digan las brujas, los monstruos, los bichos. Mi miedo era la muerte. Eso tiene una explicación: antes de nacer, yo tenía un hermano. Él vivió sólo dos días porque nació prematuro, y falleció sin que mi madre lo viera realmente. Después me tuvieron a mí. Crecí rodeada de almohadas, no literalmente claro, pero descubrir el mundo real me afectó. Siendo pequeña me sentía diferente al resto de mis compañeros, sí jugaba con ellos, pero había algo que me dividía: no entendía la maldad. Y vernos cara a cara fue como un balde de agua fría en invierno.

BULLYING STOPS HEREWhere stories live. Discover now