Capítulo 44

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—¿Y mi hermano? —Sonrió con malicia y se encogió de hombros.

—Él no va a extrañarme y yo tampoco estoy tan urgida. —Se abanicó el rostro con una mano—. Quiero tomar un poco de aire fresco, el olor a bebida y a sudor es asqueroso.

—Como quieras, pero iré caminando.

—Soy buena sobre mis tacones —mintió de nuevo.

No hizo bien al llegar a la conclusión de que Nathaniel quería algo serio con ella, maldición, él sólo la quería para pasar un buen rato y ella terminó diciéndole a Penélope que eran novios.

Era una tonta.

—¿Por qué caminas tan rápido? —trató de ir a su paso, pero debía admitir que era difícil.

—Debiste quedarte.

—No me estoy quejando, es solo que mis piernas son cortas al lado de las tuyas.

Izan carcajeó por lo alto.

—Ya estamos cerca, el ingreso del edificio es al doblar la calle.

En tacones eso parecía como unos diez kilómetros.

—Pero aún no me dices por qué estás tan nervioso. ¿Son malas noticias?

—No creo —admitió, pensativo—. Es sólo que...

La curiosidad le pinchó.

—¿Qué?

Doblaron la calle.

—El hermano de Felicity me llamó, se oía furioso y me dijo que me quería en la puerta de mi edificio en menos de cinco minutos.

Las piernas le temblaron y clavó los pies en el piso.

—¿Qué hermano?

«Que sea Cedric, que sea Cedric, que sea...»

—William.

—Mierda.

Rápidamente giró el rostro hacia el ingreso del edificio y la sangre se le congeló al ver al rubio ahí, hurgando su celular.

—Creí que estaba en Florencia —susurró alarmada y la adrenalina se disparó en su pecho en el momento que sus miradas se encontraron—. De acuerdo, creo que volveré a la fiesta. —Salió corriendo en dirección opuesta, escuchando el rugido de William, y de veras que lamentó llevar sus tacones puestos.

¡No volvería a seguir a Izan nunca más en la vida!

—¡Ah! —chilló cuando William la sujetó de su cintura y la obligó a girar en su dirección.

—¿A dónde crees que vas?

—¡Suéltame! Estoy en una fiesta y... ¡Ah! —La montó sobre su hombro—. ¡Bájame! —Camino de regreso hacia su auto, ignorando sus gritos.

—¿Debería preocuparme? —inquirió el ex de Felicity.

—¡Sí! —gritó al mismo tiempo que él decía—: Para nada.

Por supuesto, Izan fue sensato y no se metió cuando William la subió a su auto y partió del estacionamiento como alma que se lleva el diablo.

Tenía que ser una maldita broma.

—Creí que estabas en Florencia. —No se atrevió a mirarlo, pero contuvo el aliento al ver que no doblaba por la calle que los llevaría hacia su casa.

—Y yo creí que tú estabas durmiendo plácidamente en tu cama hasta que Penélope me llamó para informarme que saliste a una fiesta con tu novio.

Era una chismosa.

—¡¿Qué carajos estuviste haciendo todo este tiempo?! —golpeó el volante y ella se alarmó.

—Eso a ti no te importa.

No lo entendía, si Penélope pudo contactarse con él, eso quería decir que...

—¿No estabas de viaje?

Ingresó al estacionamiento de un edificio y una vez que parqueó su coche, la obligó a bajar de él.

—¿Qué haces? —chilló cuando intentó meterla al ascensor y se zafó de su agarre—. Deja de jalonearme, no tienes ningún derecho.

Él la levantó a volandas con demasiada facilidad y la metió al ascensor.

—Ahora mismo más que jalonearte quiero darte unas buenas nalgadas por desobediente.

Marcó el piso diecisiete.

¿Dónde estaban?

—No hice nada malo. —Forcejeó para que la soltara—. Tengo todo el derecho de ir a donde quiera y salir con quien se me apetezca.

William gruñó y en esta ocasión la tomó en brazos para meterla a un lujoso y amplio departamento. Intentó detallar el lugar, pero él la adentró por un pasillo que los llevó a la habitación donde la lanzó sobre la cama.

—No, tú no tienes el derecho de hacer eso —espetó con voz ronca, abriendo su camisa de un tirón.

Dios santo, esto era una locura.

—Ni siquiera te interesó mi estado cuando estuve internada. —No se apartó cuando rodeó su cintura, no quería hacerlo—. Ni cuando me dieron de alta, te fuiste a Venecia.

—Todo este tiempo he estado en Manhattan.

Abrió los ojos con sorpresa y lo empujó por el pecho.

—¡Eres un idiota! Sé que estuviste con una mujer, subiste fotos estando de paseo, ¡¿por qué me tomas por una estúpida?!

—Esas fotos son antiguas. —Sujetó sus muñecas y la tumbó sobre la cama—. Dije que salí de viaje porque necesitaba estar lejos de ti, maldita sea.

—¡¿Por qué?! —Lo enfrentó, sintiendo la rabia en su interior.

—Porque cada vez que te veo quiero follarte, ponerte en todas las posiciones habidas y por haber, quiero hacerte mía y me juré que esperaría a que tuvieras dieciocho años para hacerlo.

Su corazón bombeó con fuerza y por un momento pensó que estaba soñando, ella... ¿le gustaba?

¿Qué te costaba esperar tres meses?

Ahora ya no eran tres meses, pero...

—Dos meses es mucho tiempo para que soporte no poder hacerte el amor —confesó ella con rapidez y rodeándolo por el cuello, unió sus labios con pasión desmedida. Ella quería ser suya, quería que él le hiciera todo lo que tuviera en mente, y lo quería ahora—. ¿Cómo quieres tomarme? —preguntó entre besos, abriéndole el cinturón con movimientos torpes.

—Estás jugando con fuego.

Lamió sus labios y lo observó con lujuria.

—No puedo terminar más quemada de lo que tú ya estás.

Fueron sus últimas palabras antes de que William la girara sobre su eje y la obligara a apoyarse sobre sus rodillas y sus manos. De haber sabido que él estaba escondido y sólo necesitaba provocarlo para que apareciera, Joy habría utilizado a Nathaniel desde hace mucho. 

 

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Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora