Capítulo 26

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Él cumplió su promesa, fue a visitarla todas las noches de sus presentaciones y después del primer encuentro no volvió a forzar un beso o un acercamiento que pudiera considerarse dudoso, cosa que en el fondo la frustró en exceso porque no podía sacar de sus recuerdos el íntimo momento que compartieron juntos.

Se envió la cabellera hacia atrás sin entenderse ella misma

Cedric estaba siendo amable, lindo y hasta romántico con ella, le preparaba cenas románticas, le regalaba chocolates y hacía cosas que cualquier mujer quisiera que su galán hiciera; sin embargo, ella no se sentía segura si podía creer en su repentino cortejo y enamoramiento.

Se abrazó a sí misma y enterró la nariz en el saco que no le quería devolver y el cual llevaba puesto.

Era domingo, el club no abría y lo estaba extrañando como nunca.

«Tú le dijiste que no viniera, así que no te quejes».

Ya era de noche, en cualquier momento Damon le traería la cena y no quería tener una conversación con él. Se suponía que la aparición de Cedric no le afectaría, pero ahí estaba ella, tumbada en la cama conformándose con su agradable fragancia que empezaba a desprenderse de la prenda masculina.

En una semana se casarían por la iglesia y tendría que reunirse nuevamente con William y Felicity, la sola idea de que provocaran un cambio en el pensar de Cedric la espantaba, no quería volver a ser echada de su vida.

Minutos más tarde alguien llamó a su puerta y se levantó con disconformidad, le habría encantado permanecer sola esa noche, su estado anímico era pésimo para recibir a su amigo. Quitó todos los seguros de su puerta y la abrió cabizbaja, aún podía convencerle de que solo le dejara la cena.

—No me siento bien —musitó con voz débil—. ¿Qué tal si solo me dejas mi comida?

—¿Qué tienes? —El pulso se le disparó al oír la voz de Cedric y antes de que pudiera emitir sus siguientes palabras él la tomó en brazos, dejando lo que sea que tenía en manos en el piso, y la llevó hacia su cama.

Estaba ahí... él no la obedeció.

¿Podía sentirse más feliz por eso?

Se encargó de meter las cosas que trajo consigo y cerrar todo nuevamente y encendió las luces para poder desplazarse por el lugar con mayor facilidad. Sí, Hope nunca requería de luz por lo que los focos no se prendían hasta que sus amigos llegaran.

—¿Dónde te duele? —Se sentó junto a ella y posó la mano en su frente—. No tienes fiebre, ¿te duele el estom...? —Su voz fue perdiendo fuerza y el calor trepó por sus mejillas al recordar que sólo estaba en lencería y llevaba su saco puesto.

Dios santo, y se suponía que así iba recibir a Damon.

Al menos la prenda era lo suficientemente larga como para cubrirla hasta la mitad de los muslos.

—¿No tienes frío? —La piel se le erizó cuando cerró los botones de su saco—. ¿Dónde te duele?

Vaya... quizás no podía verse, pero era plenamente consciente de lo tentadora que se veía en ese momento con su ropa y el cabello suelto, por lo que su manera de resistirse la cautivó en exceso.

—Creí haberte dicho que no vinieras.

—Damon no podía traerte la cena, entonces... —Su amigo le estaba dando la oportunidad de reunirse con Cedric, ¿por qué tenía que conocerla tan bien?—. ¿Te molesta que esté aquí?

No, en su vida se había sentido más feliz y aliviada de tenerlo tan cerca.

—Lamento no haberte devuelto tu saco —comentó de pronto, ruborizándose.

Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora