Capítulo 9

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Le parecía de lo más injusto que mientras su hermano y sus amigos estaban de lo más felices en un club, él hacía de niñera con Joy. Y no era que el ajedrez le disgustara, pero si tuviera que elegir qué opción prefería, ciertamente no estaría en su alcoba del hotel jugando ajedrez con la mocosa Smith.

—Esto es tan aburrido —suspiró Joy, moviendo su torre—. Jaque.

—No sé qué es peor, si ver tu cara durante tantas horas o asimilar la idea de que acabas de sacarme un caballo de ventaja —comentó después de mover su rey, viendo cómo se comía su pieza.

¿Qué tenía en la cabeza?

Él era un excelente jugador, la idea de que ella le ganara era simplemente humillante.

—Supongo que lo peor es saber que sigues siendo un hombre cuyo hermano lo manipula a su antojo.

Apretó la mandíbula y movió su dama. La ignoraría, sabía que quería enfadarlo para despistarlo y así conseguir lo que quería.

—¿No te sientes raro obedeciendo las órdenes de tu hermano de veintiocho años cuando tú ya tienes veintisiete?

—Sé lo que pretendes hacer y no funcionará.

—No lo entiendo —aleteó sus largas pestañas y la miró con severidad—. Te juro que no sé a qué te refieres.

—Quieres que cuestione el proceder de mi hermano y te deje en libertad para que te muevas a tu antojo por la ciudad o decida ir a buscarlo contigo para que te encuentres con tu hermana.

—¿Yo? —Se llevó una mano al pecho con fingida inocencia—. Si ni siquiera tengo dinero, ¿cómo podría moverme sola por la ciudad? —Ciertamente, no llegaría muy lejos—. Y sobre la segunda opción, ¿no te parece feo no estar presente en la boda de tu hermano?

—Es tu turno —respondió, restándole importancia a su intento fallido de manipulación, y Joy se removió sobre su lugar.

—¿Volverás a dormir en el sofá hoy?

—¿Acaso me darás la cama?

—No lo creo —admitió risueña y ahogó una maldición cuando le dio jaque mate—. Y tenemos una ganadora. —Se aplaudió y se felicitó dándose un abrazo a sí misma.

Era una niña.

Si no fuera porque realmente quería su herencia, William no habría obedecido a Cedric y no estaría compartiendo habitación con Joy.

—Hagamos algo divertido, no eres muy bueno jugando ajedrez. —Abandonó su lugar y siseó un insulto para la castaña—. ¿Dijiste algo? —gruñó, mirándolo por encima de su hombro.

—¿Qué quieres hacer? —Apoyó el mentón en su mano, pensativo, preguntándose si realmente se quedaría de ese tamaño—. ¿Cuándo fue la última vez que creciste?

—No molestes, William —ordenó y esquivó el cojín que le lanzó.

Sí... Joy odiaba su corta estatura de uno cincuenta.

Ella se vería muy bien si tuviera las kilométricas piernas de su hermosa hermana.

—Vuelve a hacerlo y te haré dormir en el piso. —Levantó el cojín con indiferencia y enderezó la espalda al ver que abría el frigobar—. No toques nada, ya tomé una soda y me sentí estafado al tener que pagarla.

—Se supone que eres rico. —Se volvió hacia él—. ¿Por qué te quejas de los precios?

Él no era rico, su padre era el millonario y el muy maldito le había puesto muchas limitaciones al incluir a las Smith en su testamento en un momento donde sus cuentas bancarias no se encontraban muy óptimas.

Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Where stories live. Discover now