Capítulo 3

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Mañana era el gran día, el día donde se condenaría a una vida junto a una de las hijas de su peor enemiga y pesadilla, y lo único que podía hacer para combatir con la rabia era tomar y hundirse en el alcohol en vez de reunirse con su prometida en un café como se lo pidió Reagan.

No quería verla, no quería oírla, no quería hacer nada que incluyera a Hope a menos de cien metros de distancia de él.

Honestamente, no se sentía listo para enfrentarla.

—Deberías irte a la cama, mañana es tu boda —musitó Samuel, uno de sus mejores amigos, y el más sensato, en voz baja para no captar la atención de William, Jeremías y Miranda, quienes la estaban pasando mejor que nunca.

—Sí... ¿puedes creerlo?; me casaré con la mujer que me tuvo llorando estos últimos diez años. —Bebió todo el contenido de su copa y se sirvió una nueva—. Por ella me convertí en un ermitaño, por ella renuncié a mi sueño de ser médico y por ella me privé del amor y de la posibilidad de enamorarme de nuevo. Porque todo este tiempo me creí culpable de una muerte que nunca sucedió.

—Cedric, para de beber, por favor. —Le arrebató la copa—. Si fuera tú, me sentiría feliz de saber que la mujer que amo sigue viva.

—Yo no la amo —escupió con desprecio y el castaño negó con la cabeza.

—No te engañes, amigo, las cosas pueden terminar mal si te encaprichas con tu idea de venganza.

—Es lo que ella merece, no descansaré hasta hacer de ella la mujer más infeliz del mundo.

—¿Siquiera estás listo para verla de nuevo?

La garganta se le cerró y de no haber sido porque la puerta del salón de su casa se abrió, Cedric se habría delatado con su silencio. Claro que no estaba listo para verla de nuevo, ni siquiera estaba seguro de la reacción que tendría cuando eso sucediera, pero no era algo que pensaba decir en voz alta.

—¿Por qué demoraste tanto? —preguntó con frialdad y sonrió con malicia al ver a Joy disgustada con las cajas de pizza en las manos—. ¿Te mandé a comprar mi cena o a pasear por la ciudad?

La astucia que brilló en sus ojos verdosos le demostró que era muy diferente a Hope, quien solía ser más dócil y cariñosa.

—No demoró nada —musitó Samuel con molestia y lo fulminó con la mirada.

—Muévete, Joy, tengo hambre —comentó su hermano con diversión—. ¿O quieres que mi hermano te mande a un internado en Londres?

Y esa era la palabra mágica para que la fierecilla Smith hiciera todo lo que quisieran.

Ciertamente, poco importaba que los obedeciera y siguiera sus órdenes al pie de la letra, puesto que de todas formas la enviaría muy lejos para no tener que lidiar con su tutela.

Ya tenía suficiente con Hope como para tener que lidiar con esa mocosa malcriada también.

Joy se encargó de servirles sus trozos de pizza y cuando pretendió irse, se le ocurrió una nueva idea.

—Quiero que limpies el piso, derramaron un poco de trago por allá. —Señaló la mesa y su hermano tumbó su copa, a propósito.

—¿Qué haces, Cedric? Es menor de edad, ni siquiera debería estar aquí.

Rodó los ojos con aburrimiento, Samuel era algo aburrido cuando se lo proponía.

Joy no dijo nada al respecto, pero al poco tiempo regresó con todo lo que necesitaría para lustrar el piso.

Sería bastante divertido ubicar a Hope en la cocina, tenía pensado hacerla trabajar para que se ganara su propia comida. Estaba muy equivocada si pensaba que correría con la suerte de su madre, quizás sería su esposa de nombre, pero no gozaría de ningún privilegio.

Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang