Capítulo 27

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Si no hacía algo pronto, las pesadillas de Cedric terminarían convirtiéndose en un tormento para ella; y es que, durante los últimos cuatro días, él se había quedado a dormir en su cuarto y no existía una sola noche donde él pudiera descansar con calma sin atravesar esos horribles episodios.

Unos en los que siempre la nombraba.

Hope ni siquiera sabía si debía comentárselos, él nunca despertaba después de ellos, sólo regularizaba su respiración y paulatinamente entraba en calma.

—¿Todo en orden? —Abandonó su letargo y giró el rostro en dirección de Cedric—. Te quedaste en silencio de repente, ¿estás bien?

La pregunta correcta era si él estaba bien.

—Sí. —Forzó una sonrisa—. Es sólo que no me gusta salir mucho, odio las multitudes y me cuesta lidiar con ellas.

No era una mentira, pero ciertamente no era eso lo que la tenía tan atormentada.

—Estarás conmigo, no soltaré tu mano. Además, te llevaré a lugares específicos y te puedo asegurar que no habrá una gran afluencia de personas.

Asintió, todavía no entendía por qué la invitó a salir sin querer comentarle a dónde irían. Cedric tenía suerte de que ahora Grover estuviera al mando y no Edward, su amigo jamás le habría dejado irse con Cedric por mucho que este sea su esposo.

—¿Llegaremos antes de las siete? —interrogó con preocupación—. Debo arreglarme para el show de esta noche.

La respuesta no llegó de manera inmediata, pero pudo sentir como su mano se aferraba a la suya.

—Sí, llegaremos para tu presentación.

Curvó los labios en una sonrisa y aprovechando que el día era frío, se acurrucó contra su brazo y lo abrazó. Aún no podía ponerle un nombre a la relación que estaban teniendo, pero tampoco quería desaprovechar de todas las oportunidades que tenía para abrazarlo, besarlo o ser consentida por él.

A veces se daba el lujo de creer que habían retrocedido en el tiempo y seguían siendo los mismos adolescentes de hace diez años. Ese pensamiento hizo que cayera en cuenta que no conocía el rostro de Cedric, que en ningún momento se detuvo a tocarlo para reconocer los cambios que sufrió con el tiempo.

«No es tu culpa».

Era Cedric quien siempre la detenía cuando buscaba un acercamiento más íntimo y todo porque ella no era capaz de revelarle sus sentimientos y decirle lo que quería escuchar; pero ¿qué esperaba?, ¿qué le dijera «te amo» y luego se arrepintiera por un posible cambio de parecer proveniente de él?

Hope no iba a arriesgarse, no entregaría su corazón hasta asegurarse de que los sentimientos de su esposo eran sinceros.

—Ya llegamos.

Enderezó la espalda.

—¿Dónde estamos? —Bajó del auto con su ayuda y extendió su bastón con habilidad.

—Ve a dar una vuelta, me quedaré un largo rato aquí —le informó a su chofer y aún más confundida hizo un mohín con los labios—. Subiremos unos cuantos escalones, es el negocio de una buena amiga de la infancia.

¿Amiga de la infancia?, ¿qué tan amiga?

Los celos burbujearon en su interior, pero no se atrevió a comentar nada al respecto.

¿Desde hace mucho que él hablaba con esa amiga?

—Buenas tardes, señor Collins. —Resonaron las voces femeninas, seguramente de las empleadas, y no pudo evitar disgustarse. Al parecer lo conocían muy bien—. Buenas tardes, señorita. —La saludaron y Hope sólo inclinó la cabeza a diferencia de Cedric, quien pronto habló con bastante confianza y no aclaró que ella era su esposa.

Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora