Capítulo 42

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Hope apenas y podía creer que estuviera en París, la ciudad que siempre quiso conocer y en la cual tenía la dicha de pasear de la mano con Cedric para escuchar sus gloriosos sonidos.

El no poder verla no era un impedimento para disfrutarla, ella recordaba vagamente las imágenes de los folletos que solía leer en su adolescencia, cuando pisar Europa era un sueño poco alcanzable.

—Nunca me dijiste que soñabas con conocer París —comentó él, bebiendo de su taza de café, y Hope sonrió, risueña.

—No lo sé, temía que pensaras que es el típico cliché.

—Lo es —bromeó y gruñó con fingido enojo.

—Amo su arte, su moda y su infraestructura... Lo que daría por poder recuperar la vista, aunque sea por unas horas para poder admirar todo.

Estaba tan emocionada, que no midió sus palabras ni el significado de ellas.

—Nunca te he hablado de esto por miedo a incomodarte. —Se tensó, ¿por qué se oía tan serio?—. Pero me gustaría saber qué causó exactamente tu ceguera.

Se dio unos toquecitos en el mentón, pensativa.

—No lo sé, mi madre no me dijo nada al respecto y cuando salí del coma...

—¿Estuviste en coma?

—Hmm... —Asintió y le dio un mordisco a su croissant—. Fueron dos semanas.

—¿Qué pasó cuando saliste del coma?

—Me sacaron del hospital ese mismo día, pero seguía con la intravenosa y una enfermera atendiéndome en el departamento de mi madre. Supongo que me escondieron para que no supieras que estaba viva.

—¿Qué?

—No es tan cómodo hablar de esto y no me gusta la idea de repetir...

—No, no quiero que lo repitas —espetó velozmente—. ¿Quieres decirme que no fuiste sometida a ningún estudio después de despertar?

—No que yo sepa, ellos no me dejaban salir del departamento. Por unos meses fui su prisionera, fue algo muy horrible.

Sacudió su cabeza, queriendo apartar esos recuerdos.

—¿Te das cuenta de lo que eso podría significar? —Enderezó la espalda, ¿Por qué se oía tan nervioso?

—¿Qué?

Después de pensarlo mejor, él no quiso decirle nada.

—¿Cedric?

—¿Por qué no regresamos al hotel? Necesito hacer un par de llamadas y ya es algo tarde.

—Otro hermoso día llega a su fin en esta maravillosa ciudad —suspiró con congoja y terminó su taza de café—. En tres días debemos regresar, no estoy segura de querer hacerlo.

Amaba ese lugar, esa paz y el poder compartir de sus largos paseos con Cedric mientras él le narraba todo lo que sus hermosos ojos grises podían observar.

—Si lo que estoy pensando es cierto, créeme que querrás estar en Manhattan en menos de un minuto —susurró.

¿Sería eso posible?

Joy estaba bien, se sentía de lo más tranquila en la casa y al parecer un amigo de la escuela se encargaba de llevarla después de sus clases, no había razón para apresurar su regreso, ¿verdad?

Una vez en el hotel, Cedric se la pasó por un largo rato hablando por celular y Hope decidió usar los audífonos para escuchar un poco de la música de Adele. De no haber tocado esa cama, no se habría dado cuenta de lo cansada que se sentía, hace mucho que no caminaba tanto, normalmente no era de dar paseos ni mucho menos salir a caminar con sus amigos.

Odiaba hacerlo.

El tiempo pasó y todos sus sentidos se durmieron, dejándola tumbada boca abajo en la cama.

Cedric regresó a su habitación, no muy seguro de comentarle a Hope lo que podría estar sucediendo, puesto que no quería que se ilusionara con la idea de poder ver de nuevo hasta estar seguro de que realmente había algo que se podía hacer, y sonrió con ternura al verla dormida.

Debía dejar de sobreexponerla, ella no estaba acostumbrada a las largas caminatas y últimamente la llevaba a pasear a todas partes.

La reacomodó correctamente en la cama e hizo una llamada que le parecía de suma importancia, Guillermo era la única persona que podía contarle la razón que llevó a su padre a privar a Hope de esos estudios.

—¿Aló?

—Sólo quiero saber por qué no le hicieron estudios.

Silencio.

—Respóndeme, por favor.

—Me temo que eso es algo que Gena y tu padre decidieron en privado, no me comentaron nada al respecto.

La frustración lo golpeó con fuerza.

—Llevo con ella casi dos meses y recién me entero de esto, ¿por qué no me lo dijiste?

—No lo creí importante, nunca hubo indicio de que pudiera recuperar la vista.

¿Y cómo sabía él eso si ni siquiera pasó tiempo con Hope durante su exilio?

—Quiero que se los hagan, no me importa si debo visitar a todos los médicos de Manhattan, quiero estar plenamente seguro de que ella no puede recuperar la vista. Sólo así podré dormir en paz.

Quizás si le devolvía ese sentido, sus pesadillas llegarían a su fin y la culpabilidad emigraría lejos de su vida.

Puedo ayudarte a coordinar una cita con el mejor oftalmólogo, pero no quiero que te ilusiones ni la ilusiones a ella.

La miró por encima del hombro.

—No le diré para qué iremos al médico, de todas formas, ella debe hacerse un chequeo general.

—De acuerdo, ¿cuándo regresarán?

—El domingo a primera hora estaremos por allá.

—De acuerdo, conseguiré una cita para el lunes.

Tenía que intentarlo, que tal si aún existía la posibilidad de que ella pudiera ver de nuevo. La sola idea hizo que se estremeciera, si eso sucedía, ella no volvería a necesitar de la ayuda de su bastón ni de nadie. 

 

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Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Where stories live. Discover now