Capítulo 36

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—William, deja de golpearlo, por favor —suplicó Joy con lágrimas en los ojos y en ese momento el rubio se apartó del pelinegro, dejándolo con el rostro ensangrentado y el cuerpo adolorido.

—Te dije que te cubrieras —escupió con rabia y ella negó con la cabeza.

Sólo estaba en ropa interior, y él ya le había visto desnuda.

—No lo haré si no permites que se vaya.

Ella no quería que Jeremías terminara así, Felicity le dijo que nadie se enteraría de esto, ¿cómo era posible que William hubiera llegado en el momento más oportuno? Porque sí, Joy no quería acostarse con él y con lágrimas en los ojos estaba permitiendo que le besara el cuerpo.

Quizás el cómo los encontró no fue muy favorecedor para el pelinegro, cualquiera podría haber pensado que su palidez y desesperación se debía a que estaba siendo forzada.

—Vete, Jeremías, sal de mi vista y de mi casa o juro que te mataré.

El pelinegro lo observó con rencor y en esta ocasión, como nunca, se fue en silencio y los dejó a solas en la habitación que Felicity reservó en el hotel. La paz que sintió al separarlos fue inmensa, por un momento pensó que él llegaría más lejos de lo deseado.

—No debiste meterte —ordenó con rabia, empujándolo por el pecho—. Lo que yo haga o deje de hacer con mi vida no es tu problema.

—¡Ibas a acostarte con un idiota ocho años mayor que tú!, ¿qué esperabas que hiciera?

—Que no te metieras —escupió, sulfúrica—. Me has ignorado por más de dos semanas y ahora vienes y lo estropeas todo.

Al darse cuenta de su estado buscó su vestido y se encaminó hacia el mismo para ponérselo; no obstante, William atenazó su brazo y tiró de ella en su dirección.

—¿Por qué, Joy?, ¿Por qué te enojas si te encontré llorando con su boca en tu... —Le costó emitir las siguientes palabras— torso y su mano lista para bajar tu sujetador?

Porque odiaba que fuera precisamente él quien la salvara, porque ese estúpido hecho sólo la llenaba de amor hacia el hombre que jamás la correspondería.

—Sólo estaba asustada, no era que sus besos fueran mal... ah —se quejó, su agarre se estaba haciendo más fuerte—. Tú no puedes meterte en mi vida, yo...

—Eres menor de edad.

—Él no está abusando de mí si es consensuado y yo lo traje hasta aquí.

¿Por qué no se veía sorprendido?

—¿Por qué?

«Porque quiero que dejes de odiarme y sólo así Felicity me ayudará».

—Porque me iré al internado en Londres y quería saber cómo se sentía tener sexo.

Tampoco se sorprendió.

—Hablé con tu hermana, ella se quedará, ya no tienes que sentirte molesto conmigo.

«Por favor...».

William la liberó de su agarre y Joy le dio la espalda para sujetar su vestido con el corazón hecho pedazos, ¿por qué Jeremías sí podía desearla y William no?

—¿Te encuentras bien? —La piel se le erizó cuando sus manos rodearon su pequeña cintura y su torso rozó su espalda—. Deja te temblar —pidió con voz ronca y Joy sollozó con amargura, dejando caer su vestido, y rápidamente se volvió para abrazarlo.

—Fue horrible —confesó con amargura, agradeciendo que su abrazo se hiciera más fuerte—. Él me tocó y luego... me besó. —Negó con la cabeza, angustiada.

Felicity era mala, ¿cómo pudo ponerla en una situación tan fea?

—¿Dónde te tocó? —Estaba tenso, pero ella ni siquiera reparó en eso por su propia angustia.

Nuevamente negó con la cabeza.

—¿Te lastimó?

Asintió, si bien sólo fueron unos segundos, los torpes movimientos de Jeremías la asustaron.

—Tranquila, Joy —pidió, besando su coronilla, y sintió que el aire volvía a sus pulmones.

—¿Ya no me odias?

Irse a Londres valdría la pena.

—No, no te odio —susurró y Joy se estremeció cuando su mano se posó en su espalda baja y la otra a la altura de su sujetador—. No irás a ningún internado.

—¿Qué? —No supo qué la sorprendió más, si sus palabras o el abandono de la presión de su sujetador—. William...

—Sólo son tres meses, Joy —musitó de pronto, confundiéndola—. ¿Qué te costaba esperar tres meses?

Levantó el rostro, queriendo confesarle que no entendía sus palabras, pero todo en ella se descontroló al sentir los labios de William sobre los suyos. La prenda que cubría sus pechos cayó al piso cuando por reflejo lo apartó con prisa y totalmente conmocionada retrocedió.

Algo estaba mal, William jamás la habría besado ni mucho menos se estaría despojando de su ropa ante ella.

—Vas a decirme dónde te tocó, donde te besó y yo mismo me encargaré de borrar ese mal recuerdo —arrastró sus palabras, detallando cada extremo de su cuerpo.

—Pero ¿por qué...? —La garganta se le cerró al verlo únicamente en bóxer y no pudo emitir palabra alguna cuando rodeó firmemente su cintura y juntó sus cuerpos.

—Porque nadie toca lo que es mío —aseveró antes de tomar posesión de su boca, de su cuerpo y de su vida.

Porque sí, a partir de ese momento, Joy dejó de ser libre, puesto que entregó su cuerpo al mismísimo demonio, uno que a la mañana siguiente desapareció sin decir palabra alguna, como si nada relevante hubiera ocurrido la noche anterior. 

 

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Déjame quererte *Almas perdidas* (EDITADA)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ