Cap. 52- Benditos papeles.

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Los días parecían avanzar como un suspiro. Tan suaves, silenciosos apenas perceptibles, y fugaces. Tan fugaces que la primavera ya había hecho su presencia. Atrás habían quedado los días fríos de invierno, la nieve ya había desaparecido en su totalidad, dándole paso a los días cálidos y los primeros brotes y retoños propios de la temporada.

Todo parecía tomar un color diferente y con nuevos aromas. Sobretodo para los mellizos que al leer aquella carta que su madre les había escrito les sirvió para que salieran de aquel ensimismamiento. Poco a poco y con paciencia fueron aceptando el hecho de que su madre ya no regresaría, pero aún así con ellos quedaban aquellos recuerdos que crearon junto a ella.

Thomas también fue un pilar muy importante para los pequeños, jamás los dejó solos en su duelo y estaba enormemente agradecido con su mujercita por todo lo que ella había echo por ellos. Sin duda alguna su corazón supo elegir correctamente.

Cada día el enorme vientre de Sophie se hacía relucir con orgullo dándole un brillo especial a la futura mamá. Aunque por las noches no pudiese encontrar una posición adecuada para dormir debido a su enorme panza y tampoco dejará dormir a su compañero de cama. Todo se volvía una verdadera frustración hasta que al final, después de varias vueltas, encontrará la posición correcta, la cual era colocar una de sus piernas sobre las de Thomas y recargar un poco su vientre sobre él. Totalmente abrazada a él, quien ni siquiera se movía un centímetro para no incomodarla. Aún así dormía con una sonrisa plasmada en su rostro.

La amaba tanto que accedía a cualquier capricho o antojo que su pequeña deseara.

El día para la consulta médica había llegado, tal vez ese día y con fortuna, supieran al fin el sexo de los bebés. Quienes los hacían comer ansias cada vez, porque ninguno quería dejarse ver.

Se arreglaron y emprendieron camino hacia la salida, pero antes de salir Sophie se dio cuenta que olvidaba los papeles del control.

– Que cabeza la mía. Casi los olvido. –dijo colocando su mano en su frente como gesto.

– Iré yo, ¿Dónde los dejaste? –cuestionó Thomas en un gesto divertido.

– Deben estar en mi mesa de luz. –respondió apenada.

– Bien. Solo dame un minuto y regreso rápido –dijo Thomas dándole un suave beso en los labios.

– Ok, te espero aquí. –dijo viéndolo subir nuevamente las escaleras.

Con pasos veloces llegó hasta su habitación y caminó hasta el lugar indicado. Buscó en el cajón y no encontró nada, simples papeles sin importancia. Extraño, pensó. Se dirigió hacia su mesa de luz creyendo que tal vez ahí los había guardado Sophie, pero en su búsqueda dio con algo más que los papeles del control.

Aquella carpeta con la información personal de Sophie, que él mismo había guardado hacia meses atrás y que no le había prestado atención, simplemente los había dejado olvidados allí. Pero ahora por una extraña razón los tomó y sintió el impulso de leerlos.

¿Qué necesidad había tenido su tía para mandarla a investigar, si él ya sabía lo necesario sobre ella? ¿De verdad habían sido por aquellos motivos que su tía le había mencionado o había algo más?

Abrió el folder y comenzó a leer sobre líneas. Nombre completo. Nacimiento. Padres. Lugar donde creció y regresó un par de líneas al notar el año del accidente de los padres de Sophie más un nombre muy familiar escrito. ¡Eso no podía ser cierto! ¡Claro que no! ¡Era imposible!

Pero bien claro pudo leer el nombre de Nathan Müller, como el conductor ebrio responsable del accidente de aquella fatídica noche.

Un frío extraño recorrió su columna al enterarse de esa cruda verdad. Las manos le temblaron por breves segundos y el corazón le oprimió el pecho. Imágenes borrosas y al azar invadieron su mente, recordando. Los gritos de su padre, los sollozos de su madre, el cristal rompiéndose, su padre furioso en busca de su arma, su madre intentando detenerlo, el disparo del arma.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now