Cap. 10- Sueños húmedos.

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Los primeros rayos del sol ya comenzaba a despuntar en el horizonte. Sophie se levantó de su asiento y se cubrió con su bata de dormir rosa, aquel color infantil hizo sonreír a Thomas quién imitó lo mismo y se puso de pie.

La noche se les hizo corta a ambos entre tanta conversación y Thomas agradecía enormemente la compañía de Sophie esta noche.

Aunque hayan sido pocas horas, compartir con Sophie fue un gran alivio a su mente.

Bien sabía muy en el fondo que no podía dejarla ir.

– Deberías dormir un par de horas. –sugirió él con ojos cansados y empezaron a caminar al interior de la casa.

– Y tu igual –añadió Sophie–. Deberías descansar bien.

– Con cuatro horas que duerma estaré como nuevo. –confesó Thomas divertido.

– Yo tal vez con cinco –dijo con una leve risa– y un buen café al despertar.

Ambos subieron las escaleras en total silencio y compartieron sonrisas cómplices por ello. Cómo si ninguno quisiera ser descubierto.

Caminaron por el pasillo y Sophie se detuvo frente a la puerta de su habitación.

– Gracias por tu compañía esta noche –dijo Thomas mirándola fijamente–. La pasé muy bien.

Sophie sonrió nerviosa ante lo que él decía. Pues Thomas admitía que su compañía le era agradable.

– También la pasé muy bien –Thomas sonrió y Sophie quedó prendida de esa perfecta sonrisa–. Descansa, Thomas.

Tomó la perilla y abriendo la puerta, entró pero se mantuvo a un lado de la misma.

– Descansa, Sophie.

Y dicho eso se marchó rumbo a su habitación y Sophie entró definitivamente al suyo.

Liberó sus nervios en un sonoro suspiro. Fue hasta su cama y se recostó cubriéndose con las mantas.

Haber compartido con Thomas le aseguraba que lo que se decía de él sólo eran mentiras. Difamaciones. Thomas era agradable aunque sabía que tenía su humor como toda persona, pero con ella se mostró diferente y sus sonrisas, ¡Dios! Sus sonrisas eran hermosas, sobretodo con esas miradas intensas con que la miraba la mayor parte del tiempo.

Cubrió su rostro con las mantas avergonzada por la reacción que tuvo su cuerpo ante él, siendo que ni siquiera la había tocado.

Obvio que admitía que Thomas era atractivo y guapo, muy guapo. ¿Pero era normal que su cuerpo reaccionará de esa manera? No lo sabía.

Nadie le había hablado sobre chicos y los cambios que experimentaría en su cuerpo. No tuvo a una madre para eso ni a nadie que se le parezca, las hermanas del orfanato jamás hablarían de ello. Lo único que sabía sobre el tema era lo que sus compañeras del instituto decían sobre los chicos. Pero ella estaba muy lejos de experimentar aquello o no tanto.

"Sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo por completo. Los vellos de su piel se erizaron haciéndola consciente de lo que sucedía en ese momento.

Yacía acostada sobre una amplia cama con sábanas blancas. Levantó su cabeza y miró hacia el punto exacto en dónde su cuerpo desprendía esas sensaciones. Una melena de cabello oscuro se encontraba entre sus piernas desnudas. Toda ella estaba desnuda.

Unas manos grandes y fuertes sujetaban sus piernas separándolas aún más. Algo húmedo y tibio recorría su intimidad a lo ancho y a lo largo.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora