Cap. 26- Pasado.

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El día en los viñedos resultó esplendoroso. Ya el trabajo había concluido temprano y con una gran sonrisa se dirigió a las habitaciones. Su simpleza y vigor para la labor resultaba atrayente para la mirada masculina del resto de sus compañeros. El cómo se desenvolvía para hacer algo era atractivo para los demás. Sí bien ella lo hacía sin darse cuenta, pasaba por alto las miradas.

No estaba allí para que la admirasen por hacer un trabajo que la mayoría diría que es de hombre; si no para recaudar cada centavo que ganaría. Ahorraría hasta el último centavo para poder ir a la ciudad, establecerse y estudiar lo que la apasionaba. Esa era su meta final.

– ¡Oye, rubia! –dijo una voz masculina con su porte de motero apoyado en la pared de los dormitorios.

– ¡Ey, tú! –dijo saludándolo con una sonrisa mientras se acercaba a él– ¿Qué haces?

– Te esperaba. –mencionó sin más.

– ¿Ah sí? ¿Cuál es el motivo?

– Un paseo.

– ¿De verdad? –preguntó con emoción. Hacía tanto no salía a ningún lado que la idea le resultó atractiva.

– En mi Harley. Te enseñaré un lugar, pero debemos irnos ahora para que no se haga tarde.

– ¿Me enseñarás a manejarla? –pidió con ojos de cachorrito.

– Lo pensaré –sonrió–. Ve a cambiarte.

– Que mandón –dijo con seriedad y al segundo sonrió–. No tardo.

La rubia desapareció de su vista entrando a los dormitorios mientras él se quedó esperándola haciendo jugar las llaves en su mano.

¿Qué era lo que estaba haciendo? ¿Era correcto?

«La vida es para ser vivida» –se recordó.

Ya habían pasado cuatro años desde que algo dentro de él había muerto. Parte de él murió con ella aquél día. Aunque doliera, era tiempo de dejar el pasado atrás. De comenzar a vivir de nuevo. Se debía una oportunidad así mismo.

– Estoy lista. –la voz de Emily lo regresó a la realidad. La rubia vestía en el mismo estilo que él. Sonrió por ello.

– Vamos.

Caminaron hacia dónde estaba estacionada la motocicleta y emprendieron marcha.



Mientras esperaba su café recibió el mensaje que esperaba hace dos días. El apellido de aquella chiquilla le sonaba de algún lugar, pero no podía recordar de dónde, así qué haciendo uso de su dinero, mandó a investigar todo respecto a ella.

– Sírvase. –dijo la joven al dejarle el café y rápidamente se retiró.

Tomó el sobre de azúcar y lo vertió dentro del café y revolvió el líquido, fuera un gesto simple para cualquiera pero ella lo hacía con elegancia.

Cuando hizo el primer sorbo su invitado llegó y con un leve gesto de su mano le indicó que tomará asiento.

– ¿Conseguiste lo que te pedí? –fue directo al grano.

– Por supuesto –colocó sobre la mesa el folder amarillo–. No fue difícil. El dinero hace hablar a cualquiera.

– Muy bien –sacó de su cartera un sobre y se lo extendió. El hombre lo abrió y una sonrisa se dibujó en su rostro al ver el contenido–. Puedes irte. Te llamaré si necesito algo más.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now