Cap. 9- Mi luz.

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Miró a su hermano y seguido miró a Sophie quien sonreía a algo que Annette le había dicho. Ambas sentadas juntas en el sofá. Tan hermosa y alegre, y sólo pensar en la idea de que su hermano pudiera conquistarla se le anudaba el estómago.

¿Pero por qué sentía cierta molestia con ese pensamiento? Si él tenía muy claro que no podía tener nada con ella. La edad era uno de los motivos, aunque no fuera un impedimento muy lógico.

Regresó su mirada molesta a Patrick.

– No me mires así –dijo Patrick al notar el semblante serio de Thomas–. Sólo hacía mención de lo hermosa que es.

– Mira Patrick, te diré esto desde ahora –Thomas respiró profundo antes de largar su sermón–. Sophie es increíble cómo institutriz y los niños la adoran cosa que no sucedía con ninguna antes, y no quiero perder más tiempo buscando a alguien más sólo por que mi hermano la quiere rondar para vaya a saber que fines...

– ¡Oh, detente ahí, Thomas! –dijo Patrick y se mostró ofendido por lo que había escuchado– En primera, sólo dije que era hermosa. En segunda, no voy a rondarla cómo un maldito acosador ¿Quién piensas que soy?. Y por último, vi como la mirabas hace un minuto, así que pude darme cuenta que la chiquilla te atrae y ahí no voy a meterme.

Aseguró y dejó pasmado a su hermano que no sabía exactamente que decir.

– Yo no... no dije que, que me guste –dijo nervioso y carraspeo en consecuencia haciendo sonreír a Patrick.

¿Cómo pudo darse cuenta tan fácil de ello? ¿Acaso fue muy evidente? Al menos su hermano sabía que con Sophie no debía involucrarse.

– Convéncete a ti de eso –se burló él–. Y sabes qué –preguntó manteniendo su sonrisa–. Me gusta que te guste. Aunque sea algo joven no es impedimento alguno. Te debes una oportunidad, Thomas. Michelle se fue, no está. Tú estás aquí ahora, y deberías aprovechar la oportunidad que la vida te está dando. Por que créeme, te está dando una muy grande –afirmó Patrick palmeando el hombro de Thomas.

– Acaso ¿crees que es una oportunidad? –preguntó incrédulo– Por favor, Patrick. Tiene la edad de Polette. Yo no... no podría.

– Deja de buscar excusas –lo reprendió cómo a un niño–. Es lo que siempre haces para no comprometerte con nadie. Y déjame decirte que no estás muerto, sólo tienes 32 años, Thomas.

– Y ella sólo 23 –refuto.

– Número capicúa, dicen que es de buena suerte.

La noche ya estaba avanzada y el silencio reinaba todo el lugar. Sólo el cantar de algunos grillos podían hacerse escuchar. Respiró profundo y le hizo un trago a su bebida y seguido recostó su espalda en el sillón que siempre estaba en el porche y se dedicó a mirar a las estrellas.

Tan lejanas a la tierra y aún así no perdían su luz y había noches que parecían brillar con más fuerza todavía. Aún así aquellas pequeñas estrellas no lograban darle luz a su oscuridad, aunque sí lograban de vez en cuando darle tranquilidad a su tormento.

Bebió otro trago más por esos recuerdos que deseaba eliminar de su mente. Tampoco quería volverse un alcohólico por borrar esos recuerdos. Apartó el vaso con malhumor.

Hacía más de dos años que no escuchaba su nombre. Michelle. Ella era uno de sus tormentos, aunque no fuera el más letal que albergaba su mente, aún le seguía doliendo su traición.

Apoyó el codo en el apoyabrazos y llevó su mano derecha cubriendo parte de su rostro y cerró sus ojos con frustración. Quería eliminar de raíz todo aquello que le hacía mal, pero ¿cómo hacerlo sin romperse en el intento?

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora