Cap. 2- Primer encuentro.

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El despertador sonó 5:30 de la mañana, lo apagó inmediatamente, pues no quería que el incesante sonido despertará a su amiga, pues muy de noche se había despedido de ella.

Hizo su cama, se cambió de ropa y se puso un calzado ligero. Se acercó a su amiga y le acarició sus cabellos dorados. La echaría mucho de menos sin duda.

Se levantó y tomó sus dos maletas y sin hacer mucho ruido salió de su habitación. Cruzó los largos pasillos que la llevaban al patio del internado que también compartía espacio con el orfanato. Miró con nostalgia aquella construcción de piedra caliza en el que había crecido, ese era su único hogar, el único que conocía. Suspiró y dando media vuelta salió de allí.

El sol ya apuntaba en el horizonte. El aire todavía era fresco y le agradaba. Siguió el camino por un kilómetro y se detuvo en la parada del autobús bajo un enorme roble. No tuvo que esperar mucho para que el autobús pasará por ahí, hizo señas y el gran transporte de metal se detuvo.

– Buenos días –saludo amable al subir y fue recibida por un asentimiento de cabeza por parte del chofer–. Me dirijo hacia los viñedos, por la ruta norte ¿éste pasa por allí?

– Sí pasa, pero no entra al camino que dirige a la finca. Puedo dejarla sobre la ruta pero a partir de ahí tendrá que caminar.

– Muy bien, gracias.

Pagó su boleto y tomó asiento del lado de la ventanilla. El sol ya se hacia notar con más fulgor dándole a entender que eran pasadas las 6 de la mañana.

Miró el paisaje a medida que el autobús avanzaba. Árboles fue lo que observó en todo el recorrido hasta que el autobús se detuvo.

Apenas puso sus pies en el suelo el autobús siguió su recorrido y dándose la vuelta, al otro lado de la ruta se encontraba su camino a los viñedos.

Sujetó sus maletas y emprendió su caminata por aquel largo y extenso camino de tierra.

Después de haber hecho un par de kilómetros se detuvo bajo la sombra de un árbol, todo el camino estaba lleno de árboles uno al lado del otro y parecía que no llegaría jamás pues no se veía ni una persona y menos podía ver los viñedos.

Miró hacia ambos lados, nada. Cerró sus ojos y suspiró cansada y la bocina de un automóvil la sobresalto en su lugar.

El vehículo se detuvo a su lado y ella no hizo más que apreciar la maravilla de auto.

– Señorita ¿necesita ayuda? –preguntó el hombre detrás del volante al bajar la ventanilla.

A su corta edad eran muy pocos los vehículos que había visto en el pueblo y nunca uno tan lujoso cómo aquel. Los únicos automóviles que lograba ver de esa categoría era cuando llegaba algún matrimonio al orfanato buscando adoptar algún niño. Se notaba que era un modelo nuevo.

– ¿Señorita? –volvió a insistir y prestó su atención a aquel apuesto hombre de ojos azules– ¿Está perdida?

– No… –Sophie se recompuso inmediatamente– estoy segura que voy por el camino correcto.

– Y ¿A dónde se dirige? –preguntó curioso.

– Me dirijo a la finca Müller –el hombre sonrió al escuchar la información– ¿Puede decirme cuánto falta para llegar?

– En definitiva es el camino correcto, pero… –hizo una pausa y miró las maleta que llevaba, una era muy grande y al parecer pesada, y el borde de su vestido estaba sucio y cubierto con barro. Había llovido hace poco por esos lados– le falta unos 8 kilómetros por recorrer.

– Gracias –sujetó sus maleta e hizo algunos pasos alejándose del vehículo pero al parecer aquel hombre no quería dejarla ir así no más, bajándose del vehículo se mantuvo detrás de la puerta.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora