Cap. 34- Día de campo.

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Thomas sujetó la mano de Sophie y depositó un beso en el dorso de su mano antes de abrazarla. La muchacha le sonrió en consecuencia y besó sus labios. Cualquier gesto de cariño de su parte, le encantaba; la tenían flotando sobre una nube.

Ambos estaban vestidos para disfrutar del maravilloso día junto a la familia.

Diana colocó en la canasta los panes, la mermelada, bebidas y todo aquello que se necesitaba para hacer unos deliciosos sándwiches, más una manta; hoy era día de campo.

A sólo menos de dos kilómetros llegarían a una planicie junto a la ribera. Por lo tanto el viaje sería a pie.

Los niños podrían disfrutar del río y jugar algún deporte con la pelota junto a su padre y cualquiera que quisiera unírseles.

Sophie ni siquiera dudó en invitar a Emily, y de los Müller, estaban todos incluida la misma Diana.

Emily a primera instancia pensó en negarse, al saber que Patrick, estaría allí. Pero al ver la emoción en los ojos de su amiga, no pudo decirle que no. Al fin y al cabo, debía hacerle frente a la situación que estaban atravesando ambos.

Durante la caminata, Thomas, notó el comportamiento de Patrick, cada que miraba de reojo a la rubia, y los gestos nerviosos de Emily, al sentir su mirada. Y queriendo saber qué fue lo que ocurrió entre ellos, con sigilo se acercó a él.

– Si la sigues mirando así, todo el mundo sabrá que te gusta.

Patrick detuvo sus pasos y supo que estaba resignado a contar lo que le pasaba.

Miró a su hermano, aquel a quien no se le escapaba ningún detalle, y luego miró el grupo de mujeres que seguían el camino varios pasos más adelante.

– ¿Tan obvio soy? –cuestionó enarcando una ceja y seguido, hizo una mueca por sonrisa.

– ¿Quieres contarme? –Thomas sujetó la canasta que cargaba y esperando una distancia prudencial de las mujeres, retomaron la caminata.

– ¿Qué puedo decir? –suspiró– pasó lo que no debía pasar entre nosotros.

– ¿Por qué dices eso? ¿tan malo fue?

– No fue malo, todo lo contrario; pero me gustaba la amistad que había entre nosotros. La cual se vio afectada, ya que apenas nos hablamos desde ese día. Se que fue mi culpa, lo arruine como siempre que me sucede algo bueno en la vida. –reveló con pesar.

– ¿Qué quieres decir con eso? –Thomas detuvo sus pasos y frenó a Patrick. Algo importante sucedió que no le estaba diciendo– ¿a qué te refieres?

– Olvídalo, Thomas. Sólo es una expresión. –quiso restarle importancia a sus palabras, pero era tarde, porque hace tiempo que Thomas, quería saber el por qué de su actitud.

– Claro que no. Dime –exigió–. Desde aquel viaje a Los Ángeles, que siento que ya no eres el mismo –Patrick sintió un frío en el pecho al escuchar nombrar ese lugar en particular, en la que vivió los mejores meses de su vida y también uno de los peores momentos–, me refiero a que algo cambio contigo, en ti. Y por más que me esfuerce por encontrar alguna idea de lo que pudo haberte sucedido, no la encuentro. Y te volviste tan hermético a tus sentimientos, que ni siquiera se cómo estás realmente. Patrick, eres mi hermano y me preocupo por ti. Sabes que puedes contarme lo que sea.

Patrick iba a responder, a soltarlo todo, cuando el grupo de mujeres se detuvo sólo para decirles que siguieran caminado, ya que faltaba muy poco para llegar.

– Quiero que sepas que esta conversación no se quedará aquí. –advirtió Thomas y sin más, ambos hermanos retomaron la caminata.

Llegaron a un hermoso espacio verde en dónde el canto de las aves, el viento meciendo la copa de los árboles y el sonido del agua, eran los complementos perfectos para brindar tranquilidad para un hermoso día de campo.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora