CP. 37- garras.

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Esa era la realidad, él no pidió su mano, pero Pietro necesitaba saber quién era aquel que pretendía alejar a su pelinegra de su lado. Porque aquello era inaceptable para él. Nadie iba a alejarlo de ella y no, no se había enamorado, al menos eso es lo que se decía a sí mismo.

– No comprendo –dijo Polette confundida–. Acabo de hablar con mi tía, ella me lo dijo, que pediste mi mano. ¿No eres mayor que yo? ¿No eres extranjero? ¿No nos conocemos acaso? –habló rápidamente a causa de los nervios–. ¿Si no eres tú, quien entonces?

– No lo sé –respondió Pietro conteniéndose de hablar de más–. Sophie, nos darías un minuto, por favor. Quiero aclarar este tema con la señorita.

– Sí, claro. –dijo yéndose de ahí para darles privacidad.

No escuchó palabras de ellos mientras se alejaba, y terminó por ir a la cocina, directamente a la nevera. Empezaba a tener un amor por los postres con dulce de leche que Diana preparaba.

Se sirvió una rebanada de pastel y sentándose en unos de los taburetes de la mesada, comenzó a degustarlo.

– ¿Con hambre? –mencionó Thomas con diversión desde el umbral de la puerta.

– Algo –sonrió haciendo otro bocado–. Ven, debo contarte algo importante.

– Dime. –se acercó a ella y tomó asiento a su lado, Sophie aprovechó para darle un bocado de postre–. Delicioso.

– No vayas a molestarte, ¿Sí? –habló con preocupación y Thomas frunció el ceño.

– ¿Qué es lo que sucede?

– Es sobre Polette –mencionó con cautela–. Tal parece que tu tía... –aclaró su garganta. Thomas estaba expectante a lo que diría– tiene planes de casarla... con Pietro –el rostro de Thomas se contrajo, estaba más que enojado. Quiso levantarse pero Sophie lo evitó. Aún no sabía toda la información–. ¡Espera!. Pietro asegura que él no pidió su mano, que es alguien más. No sabemos quién. Tu hermana está preocupada, asustada más bien, de que tu tía cumpla con su palabra.

Thomas se pasó una mano por el rostro con frustración. ¿En que cabeza cabía que él, como hermano mayor, aceptaría tal cosa? ¿Un matrimonio arreglado? ¡Claro que no! Ni que estuvieran en el 1400. Su tía acababa de pasar los límites. Ya lo había intentado con volver a recontratar a Rose sin su permiso y ahora esto. ¡Mil veces no!

– ¿Dónde está Polette? –preguntó al fin.

– Hablando con Pietro, en el pasillo.

Apenas dio la información, Thomas se levantó como un rayo y esta vez, Sophie no pudo detenerlo. Dejó el platillo en la mesa y fue tras él. Quién sabe de qué sería capaz.

Embravecido como si de un león se tratara, Thomas llegó hasta donde se encontraba su hermana hablando con Pietro.

Se detuvo antes de llegar a ellos, sin que se dieran cuenta de su presencia. Los vio demasiado juntos para su gusto, y descifrando la expresión de su hermana, todo dentro de él, hizo click.

Las constantes visitas de su amigo a la estancia, la actitud nerviosa de su hermana cada vez que estaba cerca de Pietro. Todo le cerraba y se sentía un idiota por no haberse dado cuenta antes.

Apenas ellos notaron su presencia se separaron inmediatamente.

– Thomas, esto no es lo que parece –se apresuró a decir Polette–. Es solo un malentendido, es todo.

Polette, bien sabía que la relación que mantenía con Pietro debía quedar en secreto y bajo llave, hasta el momento.

– Ya le aclaré a tu hermana todo el asunto, y quiero decir que fue solo un malentendido. Tu tía se refería a alguien más cuando dijo...

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora