Cap. 7- ¿Rose?

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Era ya media mañana y el día prometía ser fresco con el cielo acompañado de nubes. El viento mecía de forma armoniosa las copas de los árboles y pinos que había alrededor de la finca y el canto de los pájaros hacían el cierre perfecto a ese hermoso paisaje.

Sophie junto a los mellizos tomaban la clase en el jardín para así disfrutar del maravilloso día que hacía.

– El río Támesis atraviesa el país y divide a Londres de norte a sur, es el río más largo en todo el país. ¿Sabes que tiene una longitud de 346 kilómetros y que es la principal fuente de abastecimiento de agua de Londres? –cuestionó Annette entusiasta por tal conocimiento.

– Así es. Muy bien, Anni –alabó Sophie–. ¿Quién puede decirme en que país se encuentra la torre Eiffel?

– Se encuentra en Paris, Francia y fue construida en el año –empezó a hacer memoria Alex con una concentración que le robó una sonrisa a Sophie– 1887.

– ¡Sí! –celebró Sophie–. Me impresionan. Es increíble todo lo que saben.

– Papá es muy exigente en nuestra educación –comentó Annette.

– ¿Quieren que hagamos un pequeño recreo?

– ¡Sí! –anunciaron los mellizos al unísono.

– Ok. Pero sólo diez minutos.

La tarde empezó a caer sin apuro alguno. Sophie tomó en sus manos sus libros de geografía e historia y abandonó la biblioteca en la que minutos antes estaban Alex y Annette.

Se dirigió a su habitación y sobre un pequeño escritorio que tenía en su habitación dejó los libros.

Se dirigió al baño y se dio una merecida ducha. Se vistió con algo ligero y salió en dirección a la sala. Allí se encontró a los mellizos muy entretenidos con un juego de mesa. Monopolio. Se acercó hasta ellos tomando asiento en uno de los sillones y los observó jugar.

Era divertido verlos jugar y cómo discutían por algún punto específico del juego. Verlos le hacia recordar las veces que jugaba con Emily, cuando se peleaban y no se ocultaba el sol y ya volvían a ser las amigas inseparables de siempre.

Sonrió por ese recuerdo. Emily era la única amiga que había podido conservar a través de los años y en la que más confiaba.

Un ruido en la puerta de la sala la hizo desviar la mirada y unos ojos azules la inspeccionaban con atención. Decir que no sentía nervios cada vez que aquellos ojos se posaban en ella, sería mentir. Pudo sentir sus mejillas arder y recordar aquella pequeña caricia que él hizo en su mejilla la hizo estremecer. Desvió rápidamente la mirada y posó su atención en los mellizos.

– ¿Cómo están niños? –preguntó Thomas con su notoria voz grave entrando definitivamente a la sala. Sus hijos dejaron de lado el juego y corrieron a abrazar a su padre–. Cuánto cariño –besó la frente de ambos– ¿Qué han hecho hoy?

– Estudiamos un poco de historia y geografía...

– Y también jugamos a la búsqueda del tesoro –secundó Annette–. Y ahora jugábamos monopolio.

– Parece que han tenido un día entretenido –sonrió Thomas– ¿Qué tal si jugamos de nuevo al monopolio?

– ¡Sí! –dijo Annette sonriente– ¿Sophie puede jugar con nosotros?

– Por supuesto –Thomas miró a Sophie– ¿Quieres?

Sophie miró a Thomas con curiosidad, al parecer él no se dio cuenta de que había dejado atrás el formalismo.

– Sí, quiero –y poniéndose de pie se dirigió hacia la pequeña mesa en donde los niños jugaban. Los miró a los tres que aún seguían de pie– ¿Vienen?

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now