Cap. 17- Amanecer en sus brazos.

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El mundo dejó de girar y el tiempo se detuvo cuando se cerró la puerta de aquella habitación.

Cuando la llevó a su habitación para hablar con ella no estaba en su mente haberle hecho el amor. Porque eso fue lo que sintió en el acto y cuando la tuvo en sus brazos plácidamente dormida fue capaz de admitirlo una vez más.

Sería ahora un adicto a su suave piel y a su exquisito aroma.

Pero, ¿Qué implicaba todo esto? ¿Debía acaso cuestionarse sus sentimientos? ¿Qué cosas se modificarían ahora? Ni siquiera estaba seguro qué tipo de relación tenían ¿Era un romance de jefe y empleada? ¿De amigos? ¿De amantes? ¿De qué?

Lo que debía cuestionarse era ¿Qué tenía para decir Sophie sobre ello? ¿Quería una relación con él o lo que tenían ahora era suficiente?

Alejó esos cuestionamiento de su mente, sólo se concentraría en disfrutar de ella y su compañía el tiempo que le fuera permitido.

Se dejó albergar por esa aura que los rodeaba y la acompañó en el sueño.

Con pereza Sophie, abrió sus ojos y se vio abrazada al pecho desnudo de Thomas y ella también lo estaba completamente. Lo observó dormir tan relajado siendo que anoche era todo un pasional con ella.

Con una sonrisa en su rostro se levantó de la cama, envuelta en la sábana y dejó a Thomas, cubierto por la frazada, para dirigirse al baño pero en el camino se encontró con el espejo de cuerpo completo y no pudo evitar mirarse en él.

Miró de nuevo hacia la cama y al ver a Thomas aún dormido se despojó de la sábana y observó su cuerpo desnudo en el espejo.

Se miró y sólo pudo recordar las manos y los labios de Thomas, sobre todo su cuerpo; en toda la extensión de su piel, apretando sus glúteos, acariciando sus muslos, besando su cuello y clavícula, arqueando su espalda cada que se adentraba más en ella, estremeciéndola completamente.

Esta vez se observó y se vio diferente, algo en ella había cambiado, definitivamente, la habían hecho mujer. Pudo notar un chupetón en uno de sus pechos y recordó los labios de Thomas, en esa zona y sus gemidos cuando él se alimentaba de ellos.

Cerró sus ojos y mordió sus labios cuando la imagen llegó a su mente y apretó sus muslos en consecuencia cuando la sensación llegó a su intimidad.

Abrió sus ojos y en el reflejo del espejo ya no estaba sólo ella, de pie junto a la cama Thomas, la observaba con el deseo latente en la mirada.

Caminó hacia ella mientras la recorría con la mirada y joder que era hermosa. Su dulzura, su sonrisa, su mirada que en este momento también le recorría toda su anatomía. Su cuerpo comenzó a reaccionar al deseo de sentirla, de volver a estar dentro de ella, a su calidez y a su estrechez.

El cuerpo de Sophie, también reaccionó al verlo desnudo, acercándose. Sus pezones se endurecieron, su intimidad se humedeció y su piel se erizó desde su nuca hasta la punta de sus pies. Era increíble el poder que éste hombre tenía sobre su cuerpo.

Cuando estuvo detrás de ella percibió su aliento sobre su cuello y depositó un beso en esa zona provocando que Sophie, cerrara sus ojos.

Las manos de Thomas rodearon su cintura, una de sus manos tomó uno de sus pechos jugando con su pezón y la otra mano descendió a su sexo encontrándolo húmedo y tibio. Gruñó al encontrarla así lista para él.

– Estás muy húmeda, pequeña –dijo con la voz ronca mordiendo el lóbulo de su oreja y acariciando sus pliegues provocando que gimiera por lo bajo–. Y me estoy poniendo duro.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Où les histoires vivent. Découvrez maintenant