Cap. 31- Más que amigos.

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Pietro la miró y por un segundo dudó si responder o no. Polette era increíblemente hermosa y llevaba bastante tiempo pensándola. Quería creer que esos pensamientos se debían únicamente al deseo que ella despertaba en él. Un muy fuerte deseo.

– No quiero confundirte. –dijo al fin y Polette frunció el ceño.

– O ¿tal vez es porque tu no quieres confundirte? –rebatió y Pietro no supo qué decir. Sí que la chica era suspicaz. Nada se le escapaba–. La otra vez ni siquiera preguntaste, y después dijiste que seríamos sólo amigos; y no me vengas con que es por la edad. Porque aquí estás dándome un hermoso detalle y diciéndome que quieres besarme –dijo sin apartarle la mirada–. Decídete, Pietro. ¿Amigos o qué?

Pietro respiró profundo y por un momento se sintió acorralado por ella. ¿Amigos o qué?. La chica le gustaba, eso era seguro, pero le temía a lo que eso pudiera implicar a futuro. El amor ya no era para él, había dejado de buscarlo hace ya mucho tiempo.

– Sí quieres que seamos amigos, así será –dijo Polette sacándolo de sus pensamientos y separándose apenas de él–. O sí quieres que seamos algo más, sería sólo entre nosotros –agregó nerviosa por la proposición que estaba haciendo–, sin compromiso. ¿No es así cómo se hace hoy en día? –inquirió– ¿No eso es lo que quieres?

Polette dio justo en el blanco. Pietro no estaba buscando compromisos ni nada por el estilo. Una vez lo estuvo y resultó un desastre, definitivamente no volvería a pasar por lo mismo.

El castaño no podía creer lo que estaba escuchando. Aquella mujercita sabía poner las cartas sobre la mesa. Más al atreverse a hacerle una propuesta algo indecente, sobre lo que él pensaba y deseaba hacer con ella.

Pero al ser tan joven no quería confundirla con sentimientos, que tal vez no pudiera corresponderle, pero tal parece que ella era más madura de lo que aparentaba.

– ¿Siempre eres así de directa para decir lo que piensas?

– El mundo se manejaría mejor si siempre fuéramos de frente, ¿no crees? A mí no me sirve que vengan a pintarme el cielo de colores para obtener lo que quieren, o que me hablen bonito. No. Yo prefiero las cosas de frente y tal vez sea lo mismo que yo quiero. Siempre claros. –puntualizó.

– Entonces no hay más que agregar. –dijo y sin más se inclinó a besarla como hacia mucho no lo hacía.

Volver a probar sus labios era un delicioso manjar que se venía negando hace tiempo. La calidez con la que su boca lo recibió fue sumamente embriagador para sus cinco sentidos.

– Ansiaba esto –susurró Pietro sobre sus labios–. Pero no te confundas, no tengo nada más para ofrecer que esto.

– Bien. Para mí, está bien. –dijo volviendo a besarlo.


En la fiesta, la señora Imelda, buscaba con desesperación a la pelinegra desobediente y altanera, que tenía por sobrina. Justo cuando había presentado al mejor pretendiente que alguien pudiera desear, la muchacha se le escabullía a la primera.

– Tal parece que a esa muchacha hay que enseñarle modales –dijo el francés en un gesto despreocupado bebiendo de su martini–. Apenas tuvo la oportunidad, se fue.

– Le hace falta un par de jalones de oreja –refunfuño molesta–. Pero sólo es un pequeño percance –le restó importancia–. Debes acercarte a ella, hablarle lindo; le caerás bien, eres un encanto, ya verás. –aconsejó con entusiasmo ante la idea de poder concretar sus negocios.

– Eso es seguro –afirmó él con soberbia–, y le enseñaré a obedecer también.

– Querido, esa chica es como el metal, no puedes pretender cambiar su forma estando en frío, debes fundirla primero y moldearla después. –aconsejó y Jérôme sonrió con malicia.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now