Cap. 41- Difícil decisión.

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No hubo mucho qué decir durante el almuerzo. Todos estaban sumidos en sus propios pensamientos, en sus propios mundos. Luchando por comprender sus sentimientos que la situación les provocaba.

Michelle, vino a remover más que solo el pasado. Si no también a cuestionar el futuro.

Sophie, apenas probó bocado y con mucho esfuerzo, trató de evitar las náuseas que cada vez eran más frecuentes. Una fugaz idea cruzó su mente por breves segundos pero lo descartó automáticamente. Era imposible. Se cuidaba. Estaba segura de que el método no fallaba.

Había iniciado con las pastillas anticonceptivas, que Emily le había recomendado tomar hace un par de semanas. Una todos los días, sin falta. Y buscando en su memoria, no recordaba haberse saltado alguna. Además era el único síntoma que encontraba para eso y confiando en la pastillas, descartó la idea. No era momento para algo como eso. Era mejor así. No quería hacerse idea sobre algo que no era seguro que pasaría, aunque le hiciera ilusión la simple idea.

Por más que supiera que Thomas, la amaba con locura, sabía que el futuro era incierto. Y creía que era mejor así. Sin saber siquiera que ya había un pequeño ser que se gestaba en su interior fruto del más puro amor.

Los mellizos apenas tocaron sus platos, terminaron revolviendo la comida y apartando el plato con disgusto. Ambos tenían el estómago cerrado y ninguno podía dejar de pensar en su madre. En todo lo que ella también sufrió al verse de cierto modo, obligada, a irse. Ambos deseaban poder estar con ella muy pronto. Solo debían ser pacientes.

Por otro lado, Pietro se había ido muy temprano, y no fue testigo de la escena del desayuno. Se había despedido de todos durante la noche, alegando que debía madrugar para irse rumbo a la ciudad, así que apenas el sol salió, inició su viaje. No sin antes golpear la puerta de cierta jovencita para despedirse como debía. Se llevó una buena dosis de besos que lo acompañarían durante el camino, hasta poder verla nuevamente. Aunque ninguno de los dos quiso aclarar el tema sentimientos, por considerar que podrían llegar a arruinar lo que hasta el momento tenían. Eso solo el tiempo se los aclararía como debía.

Después de soltar la bomba, Imelda, había decidido de momento regresar a Francia, intentaría mediar con, Jérôme, por un poco más de tiempo y así hacer firmar los papeles a la cabeza dura que tenía por sobrina. Ese era un beneficio que no podía dejar escapar. Sin saber siquiera que Jérôme, ya tenía un plan alterno para heredar la cadena de restaurantes de su padre, en el caso de que la pelinegra no firmara los papeles; había fijado su atención en una castaña, la cual también se beneficiaría con ese acuerdo, aunque aún ella no lo supiera. Pero esa ya es otra historia aparte.

Thomas, miró su reloj de mano y si quería llegar a tiempo para la hora de visita, debía emprender viaje cuanto antes.

Se puso de pie, besó y abrazó a sus hijos haciéndoles saber que en el próximo viaje irían todos juntos. Ambos asintieron más tranquilos ante la idea.

Seguido se acercó hasta Sophie y besó dulcemente su boca delante de los presentes. Ya todos sabían que él moría por esa muchachita y vergüenza no sentía para demostrar su amor por ella. Sophie, sonrió y por un momento se permitió soñar con un futuro junto a él, en el que no hubiesen tantos problema; no hubiese ningún obstáculo. Que todo fuese como venían siendo las cosas hasta hace un par de días atrás.

¿Pero cómo se mide la fuerza del amor si no se somete a los obstáculos que tiene la vida? ¿Si no se enfrenta el amor a los problemas que pudieran llegar a existir?

Cualquiera puede llegar a amar, pero no cualquiera puede llegar a luchar por ese amor.

Sophie, aún tenía mucho que aprender respecto a lo que significaba el mismo amor. Pero había que admitir que la muchacha estaba haciendo un buen trabajo hasta el momento. No se había rendido, y muy dentro suyo tampoco quería rendirse jamás.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora