Cap. 38- Reencuentro.

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Escuchar lo último que dijo su tía, lo descolocó por completo. Ella sabía el paradero de Michelle, y al fin, su temible deseo, se hizo realidad.

Cuando pensó en reiniciar su búsqueda para dar con su paradero, solo se quedó ahí, en un pensamiento vago. Dejó que pasarán los días y ni se molestó en volver a llamar algún detective.

Y ahora resulta que la búsqueda la hizo su tía. ¡Grandioso!

– ¿La encontraste? –dudó por un momento de lo que había escuchado– Dime, ¿En dónde está? ¿En qué lugar se metió que no pude encontrarla antes?

– En un hospital –soltó sin más, fingiendo pena–. Los últimos años los pasó internada en un hospital. Está desahuciada –habló con voz afligida para dar un mejor toque a su drama–. Los médicos no tienen los mejores pronósticos para ella.

– ¿De qué me estás hablando? –preguntó sin creer lo que escuchaba. Un frío recorrió su columna vertebral ante la noticia. ¿Michelle enferma? Claro que no. Eso no podía ser posible.

– Resultó ser que Michelle decidió esconder su enfermedad de nosotros, su familia y creyó que lo mejor era irse de la casa e internarse. La juzgamos tan duramente. –dijo en tono comprensivo por la situación.

– Enferma –susurró para sí mismo–. ¿En qué hospital se encuentra? –logró formular luego de salir de su estupor.

– En el Saint Thomas, en Londres. ¿Irónico, no? –dijo haciendo referencia al nombre de dicho hospital– Siempre estuvo cerca y nosotros sin saberlo.

– ¿Cómo es que diste con ella tan fácil? –quiso saber Thomas.

– No diría que fue fácil –dijo haciéndose la interesante–. Me tomó bastante tiempo y tuve que pagar por la información –reveló–. No se registró con su nombre verdadero.

Thomas no podía siquiera creer lo que escuchaba de su tía. ¿Internada en un hospital, aquí en Londres y bajo otro alias? Era muy difícil de aceptar. ¿Qué le diría ahora a sus hijos? Su madre no los había abandonado porque no los quisiera, si no para luchar sola contra una enfermedad.

– ¿Qué nombre usó?

– ¿Tienes pensado ir a verla? –preguntó pero Thomas no le respondió. Sabía de todas formas que la respuesta sería afirmativa– Usó el nombre de Annette; Annette Müller.

Sin más, Thomas, abandonó la oficina y se dirigió con premura a su habitación. No quería ver ni hablar con nadie. Sentía que la cabeza iba a estallarle de tanta información, de tantos recuerdos, de tantos sentimientos confusos.

Imelda volvió a sentarse en la silla y giró en ella, mientras reía por su gran hazaña. El que Thomas se llevará la información de Sophie, ya no le importó. Pronto leería y se daría cuenta por sí solo que era imposible que estuviesen juntos. No está de más decir que agregó por ella misma, un dato por demás interesante en esa hoja, que revelaría aquel secreto bajo la alfombra.

Apenas Thomas, entró en su habitación, cerró la puerta con un golpe. Arrojó los papeles contra la cama y empuñó sus manos con furia.

No podía estar seguro de la palabra de su tía, debía corroborarlo por sí mismo. Debía enfrentarse a su pasado, a Michelle. Y si era verdad que ella padecía de una enfermedad, no estaba seguro siquiera como debía actuar.

Se acercó a su licorera y sirviéndose un vaso de whisky, se lo bebió de un trago; el ardor quemó su garganta pero no le importó y volvió a servirse otro trago.

Aquellos benditos papeles los guardó en el cajón de su mesa de luz, sin siquiera revisarlos, hoy no tenía cabeza para eso.

Se sentó en el suelo, a los pies de la cama y junto a la botella de whisky, como única compañera de su infortunio.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now