Cap. 36- ¿Embarazo y casamiento?

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En los días siguientes el apetito de Sophie aumentó tanto como su libido. Cada que llegaba la noche, asaltaba el cuerpo de su hombre, que gustoso la complacía. Y al terminar, siempre debía ir a la cocina y traer algún bocadillo para saciar el hambre que le bajaba por cada encuentro sexual.

Ninguna de las dos cosas le molestaban en absoluto, estaba dispuesto a complacer a su pequeña, en cualquier cosa que quisiese.

Algo que notó de diferente en ella, es que ya no despertaba con el sol como siempre lo hacía. Se pasaba de largo el amanecer y terminaba de levantarse de la cama junto con él, cuando el reloj marcaba pasada las 8:00.

Pero aún así lo pasó por alto, concluyendo que Sophie, solo quería estar más tiempo con él en la cama, aunque fuese dormida. Esa idea le sentaba muy bien.

Thomas, podía pasar todos esos síntomas por alto, no darse cuenta, no saber atar los cabos de algo tan simple. Pero una muy curiosa y atenta Diana, sacó su conclusión muy rápido.

Pues la constante visita de Sophie a la cocina y arrugar mucho la nariz con determinados alimentos, sumados a sus largas horas de sueño, fue pan comido para ella.

A cada nada sonreía al ver a Sophie, hurgando en la nevera y su mirada se perdía por varios segundos mirando su delgado abdomen que aún no se hacía notar. Diana estaba 99% segura de que Sophie, estaba embarazada de Thomas.

No quiso mencionar nada al respecto sobre el tema aún, tal vez esperaba que se dieran cuenta por ellos mismos. Se lo dejaría al destino de que sepan la noticia.



En esos días recibieron la visita de Pietro. Quién dijo estaba de paso y se iría al día siguiente, ya que tenía una muy importante reunión en Londres, al otro día; debía reunirse con un viejo amigo suyo, quién era profesor en una de las mejores universidades del país. Aunque no detalló qué universidad ni el motivo exacto de dicha reunión.

La emoción que sintió la pelinegra fue indescriptible, se contuvo frente a todos de hacer tal escena y sólo en la privacidad de su habitación, pudo chillar de la emoción que le causaba estar cerca de él.

Imelda no pudo disimular mucho el disgusto que le provocaba la presencia del italiano. Debía tomar cartas en el asunto cuanto antes, porque ese entrometido no arruinaría los planes que tenía con Jérôme, desde hacía meses.

– ¿Me mandaste a llamar, tía? –preguntó Polette apenas entró en la oficina.

– Así es. Siéntate –ordenó su tía con seriedad–. Hay algo de lo que debo comunicarte. No puedo aplazarlo más.
Algo nerviosa y dudosa, Polette tomó asiento frente al escritorio de Thomas, que ahora ocupaba su tía para esta conversación.

– Dime de qué se trata, me tienes comiendo ansias.

Su tía sacó del fólder amarillo que estaba sobre el escritorio, los papeles que dictaba el acuerdo prenupcial que debía hacerle firmar. Cuyo acuerdo fue hecho por su abogado a espaldas de Polette.

– Tengo un candidato para ti –dijo su tía con voz cantarina repasando la vista por los puntos detallados de aquel papel–. Es de buena familia, apuesto, educado, extranjero –enfatizó– y bueno, es un poco mayor que tú. Pero eso solo es un número –Polette frunció su ceño confusa–. Me ha dicho que quedó flechado contigo la primera vez que te vio, ¿Es así cómo dicen los jóvenes hoy en día? –preguntó intentando ser graciosa.

– ¿A dónde quieres llegar con todo esto, tía?

– A lo obvio –sonrió–. Él está muy interesado en ti y me ha pedido tu mano. Lo considere seriamente antes de venir a contarte –dijo con fingida preocupación hacia su sobrina–. Me parece que es un buen partido para ti. –concluyó.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now