La noche había caído sin reparo alguno. Era una de esas noches en la que sentía que todo era demasiado perfecto y que muy pronto despertaría, porque no era más que sólo un simple sueño.
Observó a sus hijos jugar ajedrez haciendo equipo con sus hermanos. Patrick con Annette, y Polette con Alex.
Sophie permanecía a su lado con sus manos entrelazadas a las de ella. Se sentía tan bien la calidez de su piel que no se resistió en besar el dorso de su mano.
Volvió a mirar a sus hijos, estaban tan felices que temió arruinar esa dicha con la verdad que debía contarles. Pero debía de hacerlo tarde o temprano.
Sintió un leve apretón en su mano y miró inmediatamente a Sophie, quien con la mirada le decía que debía hablar con sus hijos.
- Ellos lo comprenderán. -dijo con voz comprensiva.
- ¿Y sí se enojan conmigo por no haber sido claro desde un principio? -temió por ello.
- Eso no puedes saberlo aún -dijo y tiernamente acarició su mejilla-. Existe la posibilidad, es verdad, pero... Thomas, fuiste tú quién se quedó, fuiste tú quién estuvo con ellos siempre. Tú estás aquí con ellos; fue ella quién decidió irse y perderse todo esto.
- En eso tienes razón, pero aún así, ella sigue siendo su madre -dijo sin quitar la vista de sus hijos, quienes animosamente jugaban junto con sus tíos-. Seguramente querrán saber dónde está y querrán verla también.
- Thomas... -Sophie suspiró- no puedes controlarlo todo. No puedes mantenerlos en una caja de cristal. Ellos deben saber la verdad y sólo ellos sabrán qué hacer con ella. Tú debes mantenerte junto a ellos, siempre, en cada momento; cómo lo has hecho hasta ahora. -aconsejó.
- Gracias por todo. -dijo Thomas y besó sus labios.
No podía negar que la idea de que sus hijos se enojaran, o peor aun, que lo odiaran por esa verdad, le provocaba temor.
Sus hijos lo eran todo para él y no iba a poder resistir su enojo, o rechazo, o que lo culpasen por el hecho de que su madre se haya ido.
No. Eso no iba a pasar. Confiaba en sus hijos y el amor que estos le tenían a él. Juntos lo iban a superar. Sólo sería una etapa más de la vida.
Había recibido y aceptado los consejos que le habían dado. Pues era una verdad que les debía a ambos y no le daría más larga al asunto.
Cuando la hora de dormir llegó, se armó de valor y se encaminó a la habitación de sus hijos. Estos tenían sus propias habitaciones pero siempre antes de dormir se contaban historias o concluían algún juego que hubiesen dejado pendiente. Así fue cómo Thomas los encontró a ambos juntos en la habitación de Annette.
- Sólo unos minutos más y nos iremos a dormir, padre; lo prometemos. -dijo Alex apenas vio a su padre en el marco de la puerta. Thomas sonrió.
- No es eso, yo... debo hablar algo con ustedes.
Annette y Alex dejaron lo que hacían y enfocaron toda su atención en su padre.
- Dinos, padre de qué se trata. -preguntaron con interés.
Thomas respiró profundo y se acercó hacia ellos. Tomó la silla que descansaba a un lado de la habitación y acercándola a la cama, se sentó.
- Bien, niños, supongo deben saber de qué quiero hablarles -miró de uno a otro analizando sus reacciones-. Anni, es sobre tus pesadillas. -inició.
- ¿Sophie te lo contó? -preguntó con miedo de que Sophie hubiese roto su confianza.
- No lo hizo -aseguró-. Yo lo escuché y me alegra haberlo hecho.
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La Institutriz | Mi Luz (libro 1)
RomanceSophie Moore es una joven risueña, amable y encantadora que recién comienza a descubrir sus propios deseos, el placer y el amor; y todo lo descubrirá de la mano del señor Thomas Müller, a quien creyó sería un ogro gruñón como le dijeron que sería. P...