Cap. 46- Conocerse.

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El sueño se había apoderado por completo de su ser, haciéndola permanecer más tiempo en la cama. Definitivamente ese debía ser algún síntoma del embarazo, pues su energía jamás se había visto tan reducida como en ese instante.

Sintió una cosquilla en su nariz y se restregó la cara con la mano, aún estando medio dormida. Las risitas se hicieron escuchar en el silencio de la habitación, junto a unos murmullos que intentaban no ser descubiertos en su travesura.

Frunció el ceño, aún no quería despertar, pero de nuevo volvió a sentir cosquillas, esta vez en su cuello. Abrió sus ojos encontrándose con dos rostros muy familiares a un lado de la cama que la miraban expectante. Conteniendo sus risas y ocultando tras la espalda, sus manos.

– Niños... –susurró Sophie tratando de despertar de un todo– ¿qué hacen?

– Vinimos a comprobar que de verdad estuvieras aquí y que no fuera un invento de nuestro padre. –respondió Annette con ese aire que siempre la caracterizaba.

– Y ya que te vimos quisimos despertarte. –reveló Alex con diversión exhibiendo la pluma en su mano, que mantenía oculta tras su espalda. Sophie sonrió. Ahora sabía la causa de las cosquillas.

– Bien, ya estoy despierta... –dijo Sophie incorporándose en la cama y mirando de uno a otro– y no voy a irme... jamás. Lamento haberlos hecho pasar por eso. Fue una decisión difícil y muy loca... estaba algo asustada también, pero... lo pensé mejor y entonces llegó su padre, y fue más sencillo entonces. Él estaba muy enojado conmigo por eso, espero que ustedes no. –quiso saber Sophie algo afligida.

Pero en respuesta los tuvo en un segundo a ambos abrazándola con fuerzas. Sentir el calor de su amor, fue como encontrar un manantial de vida y la cura a todas sus inseguridades y problemas. Era el mismo efecto que sentía estando en brazos de Thomas. Y no podría abandonar ese lugar jamás. Ese siempre sería su lugar en el mundo y estaba más que feliz por ello.

– Los amo mucho.

– Y nosotros a ti. –respondió Alex por los dos. Sophie sonrió.

– Sé que dormí demasiado, ¿qué hora es? –cuestionó al separarse y restregar sus ojos.

– Son cerca de las 17 horas, nosotros llegamos hace poco. Mamá está en la sala con los demás. –añadió Annette.

– ¿Y cómo se sienten ustedes al respecto? –indagó Sophie. Los mellizos intercambiaron miradas cómplices.

– Es extraño... estamos felices, pero... un poco inquietos también. Sabemos que mamá no está bien de salud –confesó Annette con la voz cargada de sentimientos–. Y que la perderemos en cualquier momento.

– ¡Oh, cariño! –Sophie la rodeó con un brazo y con el otro, hizo lo mismo con Alex, manteniéndolos junto a ella– El tiempo es relativo, muchas cosas pueden pasar. En un día se pueden hacer muchas cosas. Siempre hay que aprovechar y disfrutar cada segundo, ¿Sí?. Y no se pongan tristes. Mantengan una sonrisa en sus rostros, así le harán saber a su madre de que están felices por ella, de que esté aquí de nuevo. Estoy segura que eso la hará muy feliz.

– Es bueno que estés aquí para decir estas cosas. –dijo Alex más tranquilo.

– Bueno, ya saben cuándo no me quieran, pero me necesiten, me quedaré. –rememoró la interpretación que había hecho en aquella ocasión de Nanny McPhee–. Aunque sé que me quieren como yo a ustedes. Por ese motivo, jamás me iré. –besó la frente de cada uno asegurando sus palabras.

Unos minutos más tarde, Sophie bajaba las escaleras acompañada por los mellizos. Una vez sus pies tocaron el suelo firme, tomó rumbo a la sala. No se iba a amilanar por ningún motivo. Enfrentaría la situación como una mujer segura de sí misma.

Respiró profundamente, era el momento. Debían conocerse. Saber si al final se podrían agradar.

Al llegar a la sala, los niños salieron corriendo de su lado para llegar junto a su madre y llenar sus mejillas de muchos besos. Harían lo que Sophie había dicho hace unos minutos atrás. Disfrutarían cada segundo del día que tuvieran junto a su madre.

– ¡Wow! Cuanto amor –expresó Michelle emocionada y devolviendo el gesto–. Los amo, mis niños.

A pasos lentos pero seguros, Sophie se fue acercando cada vez más. Polette fue la primera en notar su presencia y acercándose hasta ella, la tomó del brazo para hacer las debidas presentaciones.

– Misha... –llamó Polette la atención de la mencionada– ella es Sophie, de quién te hablaba hace un momento.

Sophie miró a Polette algo sorprendida, ¿De verdad ella había sido tema de conversación? ¿Qué estarían diciendo sobre ella?. Intentó poner su mejor sonrisa ante la situación, que no supieran que estaba nerviosa.

– ¡Oh! Al fin puedo conocerte –dijo Michelle con una genuina sonrisa–. Te vi esta mañana, pero ya no pude saludarte, solo pude concentrarme en estos pequeños –dijo señalando a los mellizos–. Es un gusto conocerte al fin, Sophie.

Extendió su mano y sin dudar, Sophie la estrechó con amabilidad.

– El gusto es mío, Michelle. Es bueno conocerte. –Michelle sonrió por eso.

– Estuvimos hablando de ti... por favor, siéntate –ofreció y Sophie tomó lugar junto a Polette–. Sé lo que haz hecho por esta familia y estoy agradecida contigo. Polette me habló un poco de ti y Thomas, también. Y ahora puedo verlo también con mis propios ojos. No exageraban.

– De verdad no hice nada especial...

– Hiciste y mucho –añadió Polette segura–. Yo era testigo de cómo mi hermano andaba con cara de idiota por todas partes. Igual los niños, ellos no les agradaba los extraños y ni hablar de sus institutrices. Y contigo fue diferente. –mencionó.

– ¿Cómo lo hiciste? –quiso saber Michelle curiosa.

– Yo no... no tengo idea. Con Alex, congeniamos de inmediato –recordó y Alex asintió a sus palabras–, con Annette, costó un poquito pero, nos entendimos al final del día. –dijo haciendo sonreír a la mencionada.

– ¿Y con Thomas? –cuestionó nuevamente Michelle.

– Si, ese hombre jamás quiso nada con nadie, y contigo... bueno, ya sabemos. –mencionó Polette con picardía.

A Michelle, no le molestaba en absoluto lo que Polette decía. Cuando había decidido irse, sabía que eso sucedería tarde o temprano y estaba feliz de que Thomas, haya caído con alguien como Sophie. Ni siquiera tenía por qué sentirse celosa.

– Yo... bueno –dijo Sophie y aclaró su garganta nerviosa. No sabía si hablar sobre ello frente a Michelle–, ni siquiera sé cómo pasó...

Aunque sí sabía muy bien cómo pasó. El recuerdo de haberle pedido probar un beso en la biblioteca, seguía siendo tan vívido aún, que le erizaba la piel. Ese fue el comienzo de todo. Y ni hablar de sus celos por causa de Pietro.

– Sólo nos fuimos conociendo y acercando cada vez más, sin saber cómo o por qué, el momento solo se dio.

Esperaba que con eso al menos quedarán conforme y comprendieran que no iba a entrar en detalles, menos frente a su exesposa. Que tal vez no quisiera oír el resto de la historia.

Ambas mujeres sonrieron en comprensión y decidieron no ahondar en ese tema en especial.

Llevaron la conversación hacia algo más trivial, conociendo sus gustos, sus hobbies, alguna que otra cosa sobre el pasado, los recuerdos. Para así solo conocerse.


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Espero estén disfrutando de la historia. Con cariño para todas ustedes.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now