Cap. 48- Positivo.

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Labios suaves y húmedos recorrían su columna vertebral, desde el inicio de su cadera hasta llegar a su nuca, erizando su piel a cada paso, en cada roce.

Un estremecimiento la recorrió por completo y solo había posado su boca en su piel, ni siquiera sus manos fuertes la tocaban y aún así sentía que podía arder ahí mismo.

Dejó escapar un suave gemido de su garganta y se aferró a las sábanas como pudo cuando Thomas, mordió y lamió el lóbulo de su oreja. No podía ver, sus ojos estaban vendados, solo podía sentir, dejarse llevar como siempre que él la tomaba.

La tenía como deseaba; desnuda, excitada, sonrojada y entregada a su merced. Tan delicada, tan suave, tan suya.

Apenas Thomas, se apartó de su cuerpo inmediatamente extrañó su calor, su toque.

De pie junto a la cama la observó vibrar de la anticipación que prometía el momento. Se relamió los labios ansioso, hambriento. Loco por estar dentro de ella y sentir una vez más la calidez de su interior. Pero tomaría la situación con calma, la haría sufrir, desear, rogar porque la consuma. Porque apague el fuego que la estaba quemando desde el interior.

Con rapidez se liberó de su pantalón y seguido su bóxer también cayó al suelo. Sophie, podía percibir cada uno de sus movimientos y apretó sus muslos cuando supo estaba desnudo, el sonido fue evidente.

Respiró agitada cuando lo sintió sobre la cama y el colchón hundirse a cada paso hacia ella. La mano sobre una de sus nalgas la hizo dar un respingo. Thomas apretó esa proporción de piel y contuvo el gruñido cuando la sintió tan sensible a su toque. ¡Zaz! Fue a parar su mano abierta contra la tierna carne de su trasero, enrojeciendo la zona en segundos.

Thomas colocó una rodilla sobre el colchón, una a cada lado de las piernas de Sophie, dejando sus delgadas piernas entre las suyas. Esa posición es la que deseaba con ella.

Inclinó su pecho desnudo rozando levente su espalda y besando su cuello con desesperación contenida, como si allí se encontrara un delicioso aperitivo que moría por degustar.

Sophie empuñó la tela que apresaba sus muñecas al respaldo de la cama como único soporte de tan afrodisíaco elixir.

Cuando Thomas la vio frente al espejo admirándose, unos minutos atrás, una idea vino a su mente haciéndolo sonreír de anticipación. Ella, su mujercita, desnuda y atada, sobre su cama, como más de una vez había fantaseado con esa morbosa idea.

Sujetó su cuello y ladeó su hermoso rostro tomando posesión de su dulce boca, que sabía a gloria. Sus lenguas batallaban una guerra, donde el deseo, la lujuria y la pasión predominaban cada rincón donde sus lenguas tocaban al otro. En una batalla donde ambas partes salían victoriosas y con necesidad de otro encuentro.

Thomas apoyó su erección sobre el trasero de Sophie, restregándolo con descaro entre aquella línea de piel, provocando en ella un desespero animal por sentirlo en su interior, que clamaba por su dureza. Se vio a si misma arqueando su espalda y elevando su trasero para él.

– Levanta ese trasero para mí, pequeña... así. –gruñó Thomas en su oído.

– Thomas... por favor... –gimió con deseo desesperado.

– ¿Qué? Dime, cariño ¿qué deseas? –deslizó su lengua por su mentón hasta el lóbulo de su oreja, dónde bien sabía ella era muy sensible.

– A ti... en mí... –volvió a gemir cuando Thomas, profundizó sus movimientos ante esas palabras.

No estaba de más decir el caudal que se originó en su zona íntima, ante aquel intenso movimiento.

Thomas besó su boca con ardiente deseo y descendió sus besos, a lo largo y ancho de toda su espalda, sin dejar ni un espacio sin explorar. Cuando llegó a los montículos que formaban su trasero, no resistió la tentación de asestar su mano en ambas nalgas, llenando aquella habitación de ese exquisito sonido.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Where stories live. Discover now