Cap. 23- Miedos afuera parte 2.

10.9K 491 8
                                    


Aún seguían abrazados y dándose besos cortos en los labios y en sus mejillas sonriéndose en cada gesto.

Thomas acariciaba la piel de su cintura mientras Sophie no paraba de jugar con el cabello en su nuca y acariciar también su ligera barba.

– Es impresionante la paz que siento estando contigo. –mencionó Thomas depositando un suave beso en su cuello y respirando su aroma.

Aquellas palabras tenían algo oculto que llamaba la atención de Sophie. ¿Cuál era su tormento? ¿Cuáles eran sus miedos? Ella quería saberlo, conocer todo de él.

– ¿A qué te refieres? –indagó y sintió el cuerpo de Thomas tensarse ante esa simple pregunta– Todos tenemos un pasado, Thomas –mencionó comprensiva. El rostro de Thomas seguía oculto en su cuello–. Yo extraño el mío, aunque no lo recuerde mucho. Extraño el olor a galletas recién hechas que mi madre solía hacer, aunque no recuerde bien su rostro. Y a mi padre tocar el piano; recuerdo algunas melodías. Sí intento recordarlo puedo verlo de espaldas a mí, sentado en el piano y cuando me acerco él me sonríe. Son algunas cosas que recuerdo de ellos y lo extraño. Hay veces en que he imaginado cómo hubiese sido mi vida si ellos aún estuvieran aquí conmigo. A veces pienso en si hubiese conocido a Emily, si hubiésemos coincidido en algún lugar –Thomas escuchaba atento a cada palabra–; si tu y yo hubiésemos coincidido también. Sí estaríamos en esta situación.

– Pero el hubiera no existe, cariño –dijo con cierta nostalgia aunque más para sí mismo–. Imaginarnos cómo hubiese sido todo, sólo es eso... Lo que pasó, pasó y no podemos cambiarlo aunque queramos.

– Lo sé. ¿No crees que nos hace apreciar un poco más lo que tenemos?

– Estoy de acuerdo en eso –dijo quedando en silencio bajo la atenta mirada de Sophie. Sabía que ella quería saber más de él, conocer sus miedos–. Este lugar me trae muchos recuerdos. Mi padre lo construyó como casa del árbol.

– Suena divertido. –dijo sonriendo.

– Lo fue, por un tiempo. –dijo con voz queda.

– ¿Qué sucedió con tus padres? –preguntó con cautela.

– Murieron –dijo con la voz apagada–. No quiero hablar de ello; hoy no.

Sophie asintió en comprensión y le brindó un cálido abrazo que reconforto un poco a Thomas.

– Volvamos a la casa –propuso Sophie–, muero de hambre.

– Bien. –respondió después de reír. Sí, así de sencillo le hacía olvidar las cosas.

Poniéndose de pie emprendieron camino hacia la casa. Thomas no pudo resistir la tentación de sujetar su mano y entrelazan sus dedos con los de ella. La sensación era relajante y demás estaba decir lo bien que se sentía. A mitad de camino se detuvo a besarla como un completo enamorado, sonriendo a mitad del beso.

Al ingresar las únicas personas despiertas eran Diana y Ruth, que preparaban el desayuno. Ambas mujeres se sonrieron entre ellas al verlos entrar tomados de la mano. Es que el semblante de Thomas junto a Sophie era algo que llamaba mucho la atención de cualquiera; sobre todo de Diana, que le encantaba ver a su muchacho tan feliz después de tanto tiempo.

Las manecillas del reloj de la sala indicaban las 7:30, era impresionante cómo el tiempo había transcurrido junto a ella.

Subieron juntos las escaleras, aún seguían con sus pijamas puestos. La primera puerta en la que se detuvieron fue la de ella.

– Te encuentro abajo para desayunar juntos, ¿sí? –una de sus manos acarició su mejilla y la otra sujetaba su cintura mientras su boca buscaba la suya en un beso tierno.

La Institutriz | Mi Luz (libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora